sábado, 1 de octubre de 2011

Las cartas de nadie

 Al cabo de un rato Sirius siguió los pasos de Sus y volvió a entrar en la sala. Ella estaba hablando con Lily, Lia, Alice, Hermione, Tonks, Neville y Luna mientras que los Weasley seguían hablando con los gemelos Prewet, Neville hablaba con su padre y abuela, Kingsley y Ojoloco discutían sobre algo relacionado con el cuerpo de aurores y Harry, Remus y James reían en un rincón. Estos últimos le llamaron y, cuando Sirius se acercó, sonrieron maliciosamente.

− ¿Y bien?- Preguntó James, Sirius se hizo el despistado.

− Vamos, padrino, no disimules- le dijo Harry.

− Tal vez quieras hablarnos de algo relacionado con Sus- le dijo Remus.

− Y tal vez tú quieras hablarnos de algo relacionado con mi sobrinita-contraatacó Sirius, a Remus le dio un ataque de tos.

− ¡Hablen los dos!- exigieron padre e hijo.

− Digamos que tengo oportunidades pero tendré que esforzarme.- Dijo Sirius mirando a Sus con una sonrisa.

− Yo no puedo sentenciar así a Tonks ella merece alguien mucho mejor que yo- dijo Remus tristemente.

− No hay nadie mejor que tú para ella- exclamó James.

− Eso me ha dicho.- le dijo Remus sonriendo- Pero yo sé que no es verdad. Me voy a la cama, buenas noches.

− No huyas cobarde- le gritó James mientras él se iba.

Siguieron hablando y conociendo hasta que, poco a poco, todos se fueron a dormir en las habitaciones que habían aparecido al final de la sala.

A la mañana siguiente, cuando Harry entró, junto con sus mejores amigos, en el gran comedor se encontró con un panorama muy raro. Todos los Slythering, incluido Snape, tenían el pelo verde y la piel escamosa. Todo el mundo reía pero nadie más fuerte que los merodeadores, los dos pares de gemelos, Lee y Sus que estaban tirados por el suelo cogiéndose la barriga que ya les dolía de tanto reír. A su lado Ron estaba riendo a carcajadas mientras que Hermione tenía una mirada severa. De pronto la mayoría dejó de reír Mcgonagall acababa de entrar en la sala hablando con Lily y la señora Weasley. Al verlas los bromistas se pusieron pálidos y tragaron saliva con dificultad.

− James Charlus Potter, Sirius Orión Black y Remus John Lupin ¡¿Qué habéis hecho?!- bramó Lily haciendo temblar a los aludidos.

− Técnicamente no tienes pruebas para…- empezó a decir James pero se calló al ver la mirada de su esposa.

− ¡No me vengas con tonterías James se que has sido tú!- le gritó.

− Pero no lo ha hecho solo- dijo la señora Weasley- ¿Me equivoco Fred y George Weasley y Fábian y Guideon Prewet?- gritó.

− Hermanita no vas a reñir a tus difuntos hermanos ¿verdad?- le preguntó temeroso Guideon.

− Claro que lo haré, ¿pero qué comportamiento es ese? Bonito ejemplo para vuestros sobrinos.- le respondió bramando- Además haciéndome chantaje ¿cómo te atreves?

− Un segundo Molly que hay dos más a los que reñir- le dijo Mcgonagall- No os creáis qué vais a salir impunes Susan March y Lee Jordan. Pero que comportamiento es ese, ya deberías haber madurado señorta March y a usted señor Jordan se le terminaron las salidas a Hosgmeade.

La riña siguió durante horas, para el regocijo de los Slythering, y toco des de la inmadurez hasta el mal ejemplo a hijos, sobrinos o ahijados. Cuando las tres se quedaron sin voz Por fin pudieron sentarse a desayunar.

− Bueno,- le dijo James a Sirius procurando que su esposa no le oyese.- ha merecido la pena.

Cuando terminaron de comer Dumblendore tomó la palabra.

− Supongo que se habrán encargado de que el conjuro no pueda ser quitado hasta dentro de un rato ¿verdad?

− Durará más o menos una hora, Dumby- le contestó Sirius despreocupadamente.

− Siendo así no tenemos más remedio que continuar leyendo y esperar que el conjuro pase. Madame Pomfrey le gustaría leer.

− Por supuesto director. Este capítulo se titula: "Las cartas de nadie":

La fuga de la boa constrictor le acarreó a Harry el castigo más largo de su vida. Cuando le dieron permiso para salir de su alacena ya habían comenzado las vacaciones de verano.

Todo el mundo lanzó un malefició al globo incluidos algunos profesores, Umbridge no podía creer lo que se estaba leyendo pero se deshizo de esos pensamientos rápidamente, Eso solo explica porque quiere llamar tanto la atención, pensó y se acomodó mejor en la silla.

y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.

− Ese niño es insoportable- murmuró Lia- Luna jamás te juntes con un chico como ese.- su hija asintió.

Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe.

− Dinos algo nuevo- pidió Lee rodando los ojos

Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Harry.

− Maldito niño, será macarra.- murmuró Lily. James bajo la cabeza penedido de sus tiempos de escuela cosa que no paso desapercibida por Snape pero pensó que eran solo imaginaciones suyas.

Por esa razón, Harry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo.

− Claro que no- dijo James- él irá a Hogwarts.

− James, Harry no sabía de la magia así que lo más probable es que le pensaran enviar a una escuelucha de barrio- dijo Lily roja de ira.

Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting. Piers Polkiss también iría allí. Harry en cambio, iría a la escuela secundaria Stonewall, de la zona.

− Ves, -dijo Lily serrando los dientes.

− Veo que cuando acabemos los libros tenemos que ir a ver a tu hermana
Lils- dijo James furioso- y dejarle ciertas cosas claras.

Dudley encontraba eso muy divertido.
Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer díadijo a Harry—. ¿Quieres venir arriba y ensayar?
No, gracias —respondió Harry—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse. —Luego salió corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho.

-        Bien dicho,- le alabó James.

-        Eso es humor merodeador- dijo Sirius y se oyó un "por desgracia" provinente de Lily.

-        Aunque yo no creo que necesites correr,- dijo Remus- tardará lo suyo a comprenderlo.- Cuando las risas cesaron, se necesitaron varios minutos y miradas de Mcgonagall, la lectura continuó.

Un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Harry en casa de la señora Figg. Aquello no resultó  tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes. Dejó que Harry viera la televisión y le dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años.

-        Harry, ¿Qué son esos modales?,- le regañó su madre- no seas tan malagradecido.

-        Lo siento mamá- murmuró Harry con la mirada en el plato.

Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Smelting llevaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que  aquél era un buen entrenamiento para la vida futura.

-        Me alegro tanto de que Harry no fuera allí- aseguró Lily.

-        Ese sistema está muy mal- dijo Alice- es la ley de la selva, los fuertes sobres los otros, y no creo que sea la manera mas adecuada de educar a un niño.- Sus amigas asintieron.

Mientras miraba a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida.

James y Sirius rodaron los ojos.

Tía Petunia estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño Dudley, tan apuesto y crecido. Harry no se atrevía a hablar. Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse.

Ahora Harry reía libremente a carcajadas recordando el aspecto de su primo.

A la mañana siguiente, cuando Harry fue a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero. Se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando en agua gris.
¿Qué es eso? —preguntó a tía Petunia. La mujer frunció los labios, como hacía siempre que Harry se atrevía a preguntar algo.
Tu nuevo uniforme del colegio —dijo.

-        Los muggles van mojados al colegio- preguntó "inocentemente" Sirius. Lily bufó pero Sus dejó escapar una sonrisa.

Harry volvió a mirar en el recipiente.
Oh —comentó—. No sabía que tenía que estar mojado.

Los que habían escuchado a Sirius rieron mientras este sonreía orgulloso de su ahijado y la madre de está tomaba nota de no volver a juntarlos.

No seas estúpido —dijo con ira tía Petunia—. Estoy tiñendo de gris algunas cosas viejas de Dudley. Cuando termine, quedará igual que los de los demás.

-        Por supuesto- ironizó Remus- irá igualito.

Harry tenía serias dudas de que fuera así, pero pensó que era mejor no discutir. Se sentó a la mesa y trató de no imaginarse el aspecto que tendría en su primer día de la escuela secundaria Stonewall. Seguramente parecería que llevaba puestos pedazos de piel de un elefante viejo.

Todos rieron imaginándose la escena bajo la idéntica mirada ceñuda de Lily y Harry.

Dudley y tío Vernon entraron, los dos frunciendo la nariz a causa del olor del nuevo uniforme de Harry. Tío Vernon abrió, como siempre, su periódico y Dudley golpeó la mesa con su bastón del colegio, que llevaba a todas partes. Todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
Trae la correspondencia, Dudley —dijo tío Vernon, detrás de su periódico.

A la mayoría se le descolocó la mandíbula mientras Sirius se ponía a gritar:

-        ¡El Apocalipsis! ¡El fin del mundo ha llegado! ¡La morsa quiere hacer trabajar a su niño mimado!- Todo el mundo rompió a reír por el dramatismo de Sirius.

Que vaya Harry
Trae las cartas, Harry.

-        Y todo vuelve a la normalidad.- murmuró Frank.

Que lo haga Dudley.
Pégale con tu bastón, Dudley.
Harry esquivó el golpe

-        Con razón eres tan buen buscador- le dijo Katie con tristeza. Harry le sonrió.

y fue a buscar la correspondencia. Había tres cartas en el felpudo: una postal de Marge, la hermana de tío Vernon, que estaba de vacaciones en la isla de Wight; un sobre color marrón, que parecía una factura, y una carta para Harry.

Todos sonrieron con anticipación mientras los gemelos Weasley se ponían a cantar la canción de su escuela.

Harry la recogió y la miró fijamente, con el corazón vibrando como una gigantesca banda elástica. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a él. ¿Quién podía ser? No tenía amigos ni otros parientes.

James miró interrogante a sus dos amigos ellos le hicieron saber con gestos que ya saldría.

Ni siquiera era socio de la biblioteca, así que nunca había recibido notas que le reclamaran la devolución de libros. Sin embargo, allí estaba, una carta dirigida a él de una manera tan clara que no había equivocación posible.

Señor H. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey

El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello.

Los Prewet se unieron al canto de los otros gemelos.

Con las manos temblorosas, Harry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaban una gran letra H.

Los merodeadores también se unieron al cantó.

¡Date prisa, chico! — Exclamó tío Vernon desde la cocina—. ¿Qué estás haciendo, comprobando si hay cartas-bomba? —Se rió de su propio chiste.

Los bromistas miraron al libro como si este les hubiera hecho una gran ofenza y murmuraron "Patético" como si fueran uno solo.

Harry volvió a la cocina, todavía contemplando su carta.

Se oyó un "Idiota" provinente de Slythering y fueron muchos los que asintieron con la cabeza.

Entregó a tío Vernon la postal y la factura, se sentó y lentamente comenzó a abrir el sobre amarillo. Tío Vernon rompió el sobre de la factura, resopló disgustado y echó una mirada a la postal.
—Marge está enferma —informó a tía Petunia—. Al parecer comió algo en mal estado.

-        Espero que fuera una enfermedad especialmente dolorosa- les dijo Harry a Ron y Hermione.

— ¡Papá! —dijo de pronto Dudley—. ¡Papá, Harry ha recibido algo!

-        Niño idiota- gritó Sirius.

-        Tranquilo canuto,- dijo Remus- después de nuestra broma se lo pensará dos veces antes de volver a molestar a Harry.- La mirada de Remus daba a entender que no bromeaba y muchos tragaron saliva.

Harry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el mismo pergamino que el sobre, cuando tío Vernon se la arrancó de la mano.

-        Especie de homínido sub-desenvolupado- gritó Lily- devuélvele la carta a mi niño ahora mismo.- Estaba tan furiosa que nadie se atrevió a decir nada.

¡Es mía! —dijo Harry; tratando de recuperarla.
¿Quién te va a escribir a ti? —dijo con tono despectivo tío Vernon, abriendo la carta con una mano y echándole una mirada.Su rostro pasó del rojo al verde con la misma velocidad que las luces del semáforo. Y no se detuvo ahí. En segundos adquirió el blanco grisáceo de un plato de avena cocida reseca.
 
— ¡Pe... Pe... Petunia! —bufó.

-        Ni que fuera un aullador.- dijo Lee.

-        Los aulladores si son de temer- aseguraron Harry y Ron recordando el de su segundo año.

Dudley trató de coger la carta para leerla, pero tío Vernon la mantenía muy alta, fuera de su alcance. Tía Petunia la cogió con curiosidad y leyó la primera línea. Durante un momento pareció que iba a desmayarse. Se apretó la garganta y dejó escapar un gemido.
¡Vernon! ¡Oh, Dios mío... Vernon!

-        Tus parientes son algo exagerados ¿No Harry?- le preguntó Luna.

-        No para nada- dijeron los gemelos Prewet ganándose un cachete de la madre de la chica.

Se miraron como si hubieran olvidado que Harry y Dudley todavía estaban allí. Dudley no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Golpeó a su padre en la cabeza con el bastón de Smelting.

-        ¿Cómo puede permitirlo?- preguntó Frank- Si Neville hiciera algo así se pasaría el resto de su vida castigado. Aunque mi niño es bastante mejor.- le sonrío a este.

—Quiero leer esa carta —dijo a gritos.

-        Pues te aguantas niño mimado- saltaron Percy y Charlie a la vez. Percy le sonrió tímidamente al otro que le devolvió la sonrisa.

Yo soy quien quiere leerla —dijo Harry con rabia—. Es mía.

-        Carácter Evans a la vista- gritaron los merodeadores, la aludida se sonrojó completamente.

Fuera de aquí, los dos —graznó tío Vernon, metiendo la carta en el sobre. Harry no se movió.
¡QUIERO MI CARTA! —gritó.

-        Lo dicho, carácter Evans.- canturrearon los merodeadores mientras ella se sonrojaba todavía más.

¡Déjame verla! —exigió Dudley
¡FUERA! —gritó tío Vernon y, cogiendo a Harry y a Dudley por el cogote, los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Harry y Dudley iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradura.

-        Vamos Harry- le animó Sirius.

-        ¿Sabes que eso ya paso, no Canuto?- le preguntó Remus.

-        Claro Lunático- le respondió.

-        Y también te has dado cuenta de que ese Harry no puede oírte¿verdad?- se metió James.

-        Claro, Cornamenta- dijo pero se sonrojó levemente.

Ganó Dudley,

Sirius pataleo el suelo como si fuera un niño pequeño, enfurruñado. Todos los que le tenían por un asesino loco, incluido el Ministro, le miraban con los ojos como platos.

así que Harry, con las gafas colgando de una oreja, se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
Vernon —decía tía Petunia, con voz temblorosa—, mira el sobre. ¿Cómo es posible que sepan dónde duerme él? No estarán vigilando la casa, ¿verdad?

Los profesores bufaron indignados.

Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos —murmuró tío Vernon, agitado.

-        Claro, como no tenemos nada más interesante que hacer.- dijo Snape y todos sus compañeros asintieron.

Pero ¿qué podemos hacer, Vernon? ¿Les contestamos? Les decimos que no queremos...

-        Como si fueran a hacerte caso- dijo James.

Harry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Vernon yendo y viniendo por la cocina.
No —dijo finalmente—. No, no les haremos caso. Si no reciben una respuesta... Sí, eso es lo mejor... No haremos nada...

-        No funcionará- dijeron a coro tanto alumnos como profesores.

Pero...
¡No pienso tener a uno de ellos en la casa, Petunia! ¿No lo juramos cuando recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?

-        Peligrosa tontería- todos estaban indignados pero sobretodo lo estaban los sangre-pura.

Aquella noche, cuando regresó del trabajo, tío Vernon hizo algo que no había hecho nunca: visitó a Harry en su alacena.
¿Dónde está mi carta? —dijo Harry, en el momento en que tío Vernon pasaba con dificultad por la puerta—. ¿Quién me escribió?
Nadie. Estaba dirigida a ti por error —dijo tío Vernon con tono cortante—. La quemé.

-        Decidido,- dijo Remus después de lanzar un par de hechizos al cuadro- también pondremos la 1002.- Sus amigos sonrieron maniáticamente.

No era un error —dijo Harry enfadado—. Estaba mi alacena en el sobre.
¡SILENCIO! —gritó el tío Vernon, y unas arañas cayeron del techo. Respiró profundamente y luego sonrió, esforzándose tanto por hacerlo que parecía sentir dolor.
—Ah, sí, Harry, en lo que se refiere a la alacena... Tu tía y yo estuvimos pensando... Realmente ya eres muy mayor para esto... Pensamos que estaría bien que  te mudes al segundo dormitorio de Dudley.

-        Como que segundo dormitorio- gritó Sirius.

-        Tenían otro dormitorio y te dejaban durmiendo en una alacena- James temblaba de ira.

-        En realidad tenían dos más.- respondió Harry. Lily no podía ni hablar estaba roja de ira, sacó su varita y todos los objetos afilados de la habitación (plumas, lápices,…)  y se dirigieron al cuadro apuñalando varias veces el cuadro hasta tal punto que las caras de los Dursley quedaron irreconocibles, entonces el cuadro se encendió en un fuego azul que devoró el cuadro en menos de dos minutos dejando solo cenizas. Se dirigió hacia su esposo e hijo y los abrazó. Finalmente se sentó. Todos le miraron con la boca abierta hasta que Sirius y Sus rompieron a reír.

-        Carácter Evans- dijo James mirándola embobado.  

-        Definitivamente- exclamaron Alice y Lia sonriendo. Snape también sonreía pero con disimulo. Ron se acercó a Harry.

-        Cuando se enteren de lo que hemos hecho- dijo dando a entender que se refería a sus madres- Nos van a matar.- Harry asintió con un nudo en la garganta.

¿Por qué? —dijo Harry
¡No hagas preguntas! —exclamó—. Lleva tus cosas arriba ahora mismo.
La casa de los Dursley tenía cuatro dormitorios: uno para tío Vernon y tía Petunia, otro para las visitas (habitualmente Marge, la hermana de Vernon), en el tercero dormía Dudley y en el último guardaba todos los juguetes y cosas que no cabían en aquél.

Muchos gruñeron por eso pero nadie más fuerte que Ron y Hermione que no podían soportar lo que le estaba pasando a su amigo.

En un solo viaje Harry trasladó todo lo que le pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. Se sentó en la cama y miró alrededor. Allí casi todo estaba roto. La filmadora estaba sobre un carro de combate que una vez Dudley hizo andar sobre el perro del vecino, y en un rincón estaba el primer televisor de Dudley, al que dio una patada cuando dejaron de emitir su programa favorito. También había una gran jaula que alguna vez tuvo dentro un loro, pero Dudley lo cambió en el colegio por un rifle de aire comprimido, que en aquel momento estaba en un estante con la punta torcida, porque Dudley se había sentado encima. El resto de las estanterías estaban llenas de libros. Era lo único que parecía que nunca había sido tocado.

-        ¿Por que no me sorprende?- preguntó Hermione.

Desde abajo llegaba el sonido de los gritos de Dudley a su madre.
No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...

-        Ni se te ocurra Tuney- advirtió Lily en un tono dulce que no engañaba a nadie.

Harry suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a su alacena con la carta a estar allí sin ella.A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados. Dudley se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, había pegado a su padre con el bastón de Smelting, se había puesto malo a propósito, le había dado una patada a su madre, arrojado la tortuga por el techo del invernadero, y seguía sin conseguir que le devolvieran su habitación.

-        Ja te lo mereces cerdo mimado- dijo Ginny. Sus hermanos la miraron orgullosos pero sin embargo su madre la reprendió:

-        ¡Cuida tu lenguaje!- Ginny la miró sorprendida.

-        ¿He dicho algo malo?- preguntó inocentemente.

-        Le has llamado cerdo mimado.- le respondió su madre.

-        Pero si es lo que es solo le he descrito- exclamó sus hermanos y tíos la miraban con admiración pero Molly iba enfadándose cada vez más y para evitar problemas Madame Pomfrey prosiguió.

Harry estaba pensando en el día anterior, y con amargura pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el vestíbulo.

Muchos rodaron los ojos y se escucharon varios "no me digas" el se sonrojó.

Tío Vernon y tía Petunia se miraban misteriosamente. Cuando llegó el correo, tío Vernon, que parecía hacer esfuerzos por ser amable con Harry, hizo que fuera Dudley. Lo oyeron golpear cosas con su bastón en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
¡Hay otra más! Señor H. Potter, El Dormitorio Más Pequeño, Privet Drive, 4...
Con un grito ahogado, tío Vernon se levantó de su asiente y corrió hacia el vestíbulo, con Harry siguiéndolo. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle la carta, lo que le resultaba difícil porque Harry le tiraba del cuello.

-        Eso cachorro saca el "Evans" que llevas dentro- le animó Sirius.

-        ¿Cachorro?- preguntó Harry.

-        Es un buen mote ¿no?- preguntó mirando a sus amigos estos asintieron.

-        Traidores- les murmuró Harry a su padre y tío, ellos le sonrieron de vuelta.

Después de un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón, tío Vernon se enderezó con la carta de Harry arrugada en su mano, jadeando para recuperar la respiración.
—Vete a tu alacena, quiero decir a tu dormitorio —dijo a Harry sin dejar de jadear—. Y Dudley… Vete... Vete de aquí. Harry paseó en círculos por su nueva habitación. Alguien sabía que se había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su primera carta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo?

-        Por supuesto- dijo la profesora Mcgonagall.

Pues la próxima vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan.

-        No funcionará- canturrearon Ron y Hermione.

-        Ey, - les dijo Harry ofendido- que todavía estamos vivos ¿no?- este comentario erizo el bello del cuello a Lily y  a la señora Weasley.

-        Eres bueno improvisando Harry…- dijo Ron.

-        Pero tus planes nunca funcionan- termino Hermione y los dos se echaron a reír. Los adultos veían el intercambio anonados por lo madures que eran al hablar de la muerte y lo infantiles que llegaban a ser con su comportamiento.

El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente. Harry lo apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Dursley. Se deslizó por la escalera sin encender ninguna luz. Esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y recogería las cartas para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía aceleradamente mientras atravesaba el recibidor oscuro hacia la puerta.
¡AAAUUUGGG!

-        ¿Qué ha pasado?- preguntó Lily al borde de un colapso nervioso.

-        Nada mamá. -le respondió Harry.

Harry saltó en el aire. Había tropezado con algo grande y fofo que estaba en el felpudo... ¡Algo vivo!

-        Diez galeones a que ha pisado a su tío- le dijo Remus a Sirius, este aceptó.

Las luces se encendieron y, horrorizado, Harry se dio cuenta de que aquella cosa fofa y grande era la cara de su tío.

-        Paga- pidió Remus, Sirius le dio el dinero malhumorado.

-        Cuando aprenderás a no apostar contra Lunático, Canuto- le dijo James.

-        Cuando haya terminado de desplumarlo- dijo Remus contando el dinero.

Tío Vernon estaba acostado en la puerta, en un saco de dormir, evidentemente para asegurarse de que Harry no hiciera exactamente lo que intentaba hacer. Gritó a Harry durante media hora y luego le dijo que preparara una taza de té.

-        No es un sirviente- gritaron Neville, Luna, Ginny, Hermione y Ron lanzando un maleficio al cuadro que había reaparecido después del ataque de Lily.

Harry se marchó arrastrando los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Vernon. Harry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.
Quiero... —comenzó, pero tío Vernon estaba rompiendo las cartas en pedacitos ante sus ojos.

-        Pero quien se cree que es para romper las cartas de Harry- siseó Bill

Aquel día, tío Vernon no fue a trabajar. Se quedó en casa y tapió el buzón.

-        Idiota- exclamaron Frank y Remus.

¿Te das cuenta? —aexplicó a tía Petunia, con la boca llena de clavos. Si no pueden entregarlas, tendrán que dejar de hacerlo.

-        ¿Cómo se puede ser tan iluso?- preguntaron los gemelos

No estoy segura de que esto resulte, Vernon.
Oh, la mente de esa gente funciona de manera extraña, Petunia, ellos no son como tú y yo —dijo tío Vernon, tratando de dar golpes a un clavo con el pedazo de pastel de fruta que tía Petunia le acababa de llevar.

-        Por suerte- murmuró el señor Weasley- que muggle tan idiota.

El viernes, no menos de doce cartas llegaron para Harry. Como no las podían echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las rendijas, y unas  pocas por la ventanita del cuarto de baño de abajo.
Tío Vernon se quedó en casa otra vez. Después de quemar todas las cartas, salió con el martillo y los clavos para asegurar la puerta de atrás y la de delante, para que nadie pudiera salir. Mientras trabajaba, tarareaba De puntillas entre los tulipanes y se sobresaltaba con cualquier ruido.

-        Se volvió definitivamente loco- murmuró Tonks, Remus asintió de acuerdo con ella.

El sábado, las cosas comenzaron a descontrolarse.

Los bromistas sonrieron malvadamente.

Veinticuatro cartas para Harry entraron en la casa, escondidas entre dos docenas de huevos, que un muy desconcertado lechero entregó a tía Petunia, a través de la ventana del salón. Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería, tratando de encontrar a alguien para quejarse, tía Petunia trituraba las cartas en la picadora.
—¿Se puede saber quién tiene tanto interés en comunicarse contigo? —preguntaba Dudley a Harry, con asombro.

-        Mas personas que contigo seguró- exclamó Kingsley hablando por primera vez durante la lectura.

La mañana del domingo, tío Vernon estaba sentado ante la mesa del desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, pero feliz.
No hay correo los domingos —les recordó alegremente, mientras ponía mermelada en su periódico—. Hoy no llegarán las malditas cartas...

-        Lo que tú digas- dijeron los merodeadores.

Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y le golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas cayeron de la chimenea como balas. Los Dursley se agacharon, pero Harry saltó en el aire, tratando de atrapar una.

-        ¿Atrapar una? ¿Por qué no la cogiste del suelo?- preguntaron los gemelos.

-        Todo un Potter, empeñado en coger cosas del aire.- dijeron Remus y Sirius. Los dos Potter asintieron orgullosos.

¡Fuera! ¡FUERA!
Tío Vernon cogió a Harry por la cintura y lo arrojó al recibidor.

-        ¡No te atrevas a tocarlo!- gritaron los merodeadores. Mientras muchos maleficios llegaban al cadro.

Cuando tía Petunia y Dudley salieron corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío Vernon cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo.
Ya está —dijo tío Vernon, tratando de hablar con calma, pero arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote—. Quiero que estéis aquí dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. Coged alguna ropa. ¡Sin discutir!

-        Se ha vuelto completamente loco- dijo Frank pasmado.

-        Yo creía que ya lo estaba- le comentó Sirius.

Parecía tan peligroso, con la mitad de su bigote arrancado, que nadie se atrevió a contradecirlo. Diez minutos después se habían abierto camino a través de las puertas tapiadas y estaban en el coche, avanzando velozmente hacia la autopista. Dudley  lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el vídeo y el ordenador en la bolsa.

-        Por fin le educan un poco- exclamó la señora Weasley.

-        ¿En serio intentó llevarse todo eso?- le preguntó Lily sorprendida. Harry asintió.

-        Además de tonto no tiene sentido común- exclamó Hermione. Todos los que sabían de los objetos muggles asintieron con la cabeza.

Condujeron. Y siguieron avanzando. Ni siquiera tía Petunia se atrevía a preguntarle adónde iban. De vez en cuando, tío Vernon daba la vuelta y conducía un rato en sentido contrario.
Quitárnoslos de encima... perderlos de vista... —murmuraba cada vez que lo hacía.

-        No lo lograrán, cantó el gran comedor al unísono.

No se detuvieron en todo el día para comer o beber. Al llegar la noche Dudley aullaba. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía hambre, se había perdido cinco programas de televisión que quería ver y nunca había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de ordenador.

-        Pobre niño mimado- dijeron los gemelos del pasado.

-        Vale, el niño es adicto a la televisión.- dijo Remus- Eso lo podemos usar en la broma.

-        Cierto y también dejarle sin sena ni almuerzo.- dijo James- Con lo que come por desayunar tendrá suficiente y no pondremos su vida en peligro.

-        Vale y también le robaremos la maquina esa donde estalla los monstruitos- dijo Sirius.

-        Se llama ordenador- le dijo Lily- En serio Sirius dime por que cogiste Muggleología.

-        Porque era la única asignatura que salía en la lista: "Cosas que no hay que hacer para ser un honorable Black"- le respondió este.

Tío Vernon se detuvo finalmente ante un hotel de aspecto lúgubre, en las afueras de una gran ciudad. Dudley y Harry compartieron una habitación con camas gemelas y sábanas húmedas y gastadas. Dudley roncaba,

-        Como cerdo que es…- dijo Sus.

pero Harry permaneció despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las luces de los coches que pasaban  y deseando saber... Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de trigo, tostadas y tomates de lata. Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se acercó a la mesa.
—Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor H. Potter? Tengo como cien de éstas en el mostrador de entrada. Extendió una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde:
Señor H. Potter
Habitación 17
Hotel Railview
Cokeworth

-        Con que perdiéndolos de vista ¿eh?- dijo Sirius- En tu cara Dursley.

-        ¡Sirius Black, ese lenguaje!- le gritó Minerva.

Harry fue a coger la carta, pero tío Vernon le pegó en la mano. La mujer los miró asombrada.

-        Es que esa no es forma de tratar a un niño.- dijo Lia.

Yo las recogeré —dijo tío Vernon, poniéndose de pie rápidamente y siguiéndola.
¿No sería mejor volver a casa, querido? —sugirió tía Petunia tímidamente, unas horas más tarde, pero tío Vernon no pareció oírla. Qué era lo que buscaba exactamente, nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió, miró alrededor, negó con la cabeza, volvió al coche y otra vez lo puso en marcha. Lo mismo sucedió en medio de un campo arado, en mitad de un puente colgante y en la parte más alta de un aparcamiento de coches.
Papá se ha vuelto loco, ¿verdad? —preguntó Dudley a tía Petunia aquella tarde.

-        Por fin dices algo con sentido- exclamó Tonks.

Tío Vernon había aparcado en la costa, los había encerrado y había desaparecido. Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del coche. Dudley gimoteaba.
Es lunes —dijo a su madre—. Mi programa favorito es esta noche. Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor.
Lunes. Eso hizo que Harry se acordara de algo. Si era lunes (y habitualmente se podía confiar en que Dudley supiera el día de la semana, por los programas de la televisión), entonces, al día siguiente, martes, era el cumpleaños número once de Harry.

-        Felicidades- exclamó el gran comedor. Harry iba a decirles que eso ya había pasado pero al ver la felicidad que había en los ojos de su madre optó por decir solo "Gracias".

Claro que sus cumpleaños nunca habían sido exactamente divertidos: el año anterior, por ejemplo, los Dursley le regalaron una percha y un par de calcetines viejos de tío Vernon.

-        Voy a matarlos- exclamó Lily furiosa.- Aunque tenga que ir a Azacban

-        Bueno, al no constar en ningún registro civil des de hace años no te podrán juzgar porque en principio no existes y no puedes hacer nada.- le explicó Percy. Lily sonrió muy perversamente.

-        Señor Weasley- exclamó el señor Fudge- no puede enseñar a la gente a evadir la ley.

-        En principio ella está muerta por lo que no puedo enseñarle nada- le contestó Percy.

-        Ese es mi ahijado- dijo Guideon- saltándose las reglas de manera que no se note.

Sin embargo, no se cumplían once años todos los días.
Tío Vernon regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no contestó a tía Petunia cuando le preguntó qué había comprado.
¡He encontrado el lugar perfecto! —dijo—. ¡Vamos! ¡Todos fuera!
Hacia mucho frío cuando bajaron del coche. Tío Vernon señalaba lo que parecía una gran roca en el mar. Y, encima de ella, se veía la más miserable choza que uno se pudiera imaginar. Una cosa era segura, allí no había televisión.
¡Han anunciado tormenta para esta noche! —anunció alegremente tío Vernon, aplaudiendo—. ¡Y este caballero aceptó gentilmente alquilarnos su bote!
Un viejo desdentado se acercó a ellos, señalando un viejo bote que se balanceaba en el agua grisácea.

-        No puede llevar a niños en un bote cuando se anuncia tormenta.- dijo Alice muy preocupada.
Ya he conseguido algo de comida —dijo tío Vernon—. ¡Así que todos a bordo!
En el bote hacía un frío terrible. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Vernon los condujo hasta la desvencijada casa. El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda. Sólo había dos habitaciones.

-        Vaya, si es un lugar tan adorable como la casa de mis padres.- dijo Sirius con ironía. James le miró con preocupación Sirius se prometió no volver a pisar esa casa y él no era de los que solían romper promesas. Algo muy grave debía haberle pasado, miró a Remus interrogante quién le señalo el libro con la cabeza. Él asintió.

La comida de tío Vernon resultó ser cuatro plátanos y un paquete de patatas fritas para cada uno. Trató de encender el fuego con las bolsas vacías, pero sólo salió humo.
Ahora podríamos utilizar una de esas cartas, ¿no? —dijo alegremente.
Estaba de muy buen humor. Era evidente que creía que nadie se iba a atrever a buscarlos allí, con una tormenta a punto de estallar. En privado, Harry estaba de acuerdo, aunque el pensamiento no lo alegraba.

-        Tan pesimista como James- exclamaron los otros merodeadores y Frank. Los dos aludidos se sonrojaron pero sonreían abiertamente.

Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de las altas olas chocaba contra las paredes de la cabaña y el feroz viento golpeaba contra los vidrios de las ventanas. Tía Petunia encontró unas pocas mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dudley en el sofá. Ella y tío Vernon se acostaron en una cama  cerca de la puerta, y Harry tuvo que contentarse con un trozo de suelo y taparse con la manta más delgada.

-        Entonces dices que si matamos a alguien ahora no podrán juzgarnos ¿verdad?- le preguntó James a Percy este asintió.

-        ¡Suficiente!- chilló Lily- dejadme el pergamino ese.- les gritó. Mientras Lily escribía furiosa Minerva se dirigió a los merodeadores.

-        Recordáis cuando enviaron a Peter a la enfermería cual fue vuestra venganza- les dijo, ellos asintieron.- Con un par de retoques esa broma la podríais incorporar.- Los merodeadores abrieron los ojos como platos.

-        La verdad es que es muy buena idea pero…- empezó James.

-        Se da cuenta de que nos está incitando a hacer una broma- prosiguió Remus.

-        Harry,- dijo solemnemente Sirius- Lograste lo imposible. Has logrado corromper a Minie.- Los tres se echaron a reír mientras la aludida se sonrojaba visiblemente. Luego James le quitó delicadamente el pergamino de las manos de Lily y escribió la broma de Mcgonagalls. Los gemelos echaron un vistazo y se giraron hacia Mcgonagalls, le hicieron una reverencia y volvieron a sentarse. Para ayudar a su compañera Pomfrey siguió:

La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Harry no podía dormir. Se estremecía y daba vueltas, tratando de ponerse cómodo, con el estómago rugiendo de hambre.

Todos gruñían y maldecían el cuadro. Ron pensaba tristemente: Ninguno de nosotros ha pasado nunca hambre y yo, idiota de mi, teniendo envidia de Harry. Ron le puso la mano en el hombro de Harry par que supiera que no estaba solo y este le sonrió agradecido.

Los ronquidos de Dudley quedaron amortiguados por los truenos que estallaron cerca de la medianoche. El reloj luminoso de Dudley, colgando de su gorda muñeca, informó a Harry de que tendría once años en diez minutos. Esperaba acostado a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Dursley se acordarían y preguntándose dónde estaría en aquel momento el escritor de cartas.

-        Volando y ha punto de llegar.- les murmuró Harry a sus amigos.

-        Ya quiero saber como sucedió- le murmuró Ron a Harry.

-        Paciencia, hermano- le contestó.- El cerdo de Dudley pronto volverá a salir.- Y los tres se pusieron a reír sin que nadie entendiera porque e n excepción, claro esta, de Hagrid.

Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza contra las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿qué era aquel ruido tan raro? ¿Las rocas se estaban desplomando en el mar? Un minuto y tendría once años. Treinta segundos... veinte... diez... nueve... tal vez despertara a Dudley, sólo para molestarlo

-        Pensamiento merodeador- le felicitaron estos orgullosamente.

... tres... dos... uno...
BUM.

-        ¿BUM?- preguntaron histéricas Lily y la señora Weasley. Lia y Alice no estaban en mejores condiciones y Sus le cogió la mano fuertemente a Sirius sin darse cuenta, este la apretó y le murmuró "No te preocupes" Sus le sonrió.

Toda la cabaña se estremeció y Harry se enderezó, mirando fijamente a la puerta. Alguien estaba fuera, llamando.

James se relajo visiblemente y los otros dos merodeadores se pusieron a reír.

-        ¿De que ríen?- preguntó Lily.

-        Solo conozco a una persona capazas de llamar así.- le respondió James.

-        El que  está afuera  es, sin duda, Hagrid- completó Sirius para tanquilizar a Sus. Esta le sonrió pero no le dejó ir la mano.

-        ¿Estamos equivocados Hagrid?- le preguntó Remus.

-        No,- respondió este- director me agradaría mucho poder leer el próximo

-        Por supuesto, iba a pedirtelo- le respondió sonriente.

-        Bien- dijo Hagrid con el libro en las manos.- Se titula: El guardián de las llaves.

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