jueves, 24 de octubre de 2013

El diario secretísimo & Cornelius Fudge

He tenido algun que otro problema con el internet así que no he podido subirlos antes, para compensar aquí van dos capítulos. Espero que os gusten.

El diario secretísimo- leyó Minerva antes de que alguien comentara algo que avergonzara a su alumna.

Hermione pasó varias semanas en la enfermería.

Esta hizo una mueca al recordar todo el trabajo atrasado que habían tenido que hacer al salir de allí.

Corrieron rumores sobre su desaparición cuando el resto del colegio regresó a Hogwarts al final de las vacaciones de Navidad,

— A mi me dijeron que te habían raptado por qué siempre responías bien a todo- comentó Patil- Razón por la que no dejé salir a mi hermana de su cuarto durante una semana.- añadió sonriendo hacia la mesa ravenclaw.

porque naturalmente todos creyeron que la habían atacado. Eran tantos los alumnos que se daban una vuelta por la enfermería tratando de echarle la vista encima, que la señora Pomfrey quitó las cortinas de su propia cama y las puso en la de Hermionepara ahorrarle la vergüenza de que la vieran con la cara peluda.

— Muchas gracias- agradeció esta- Fue todo un detalle.

Harry y Ron iban a visitarla todas las noches. Cuando comenzó el nuevo trimestre, le llevaban cada día los deberes.

— Por supuesto- ironizó Sirius- Ser transmutado en gato no es excusa para descuidar los estudios.

— Bueno, si de ti dependiera respirar seria una excusa para no hacer los deberes.- le contestó su novia.

— ¡Pero es que es difícil hacer dos cosas a la vez y no podemos dejar de respirar!- exclamó poniendo voz de niño Sirius.

—Si a mí me hubieran salido bigotes de gato, aprovecharía para descansar —le dijo Ron una noche,

— Este es de los míos.- eexclamó Sirius orgulloso.

— Ya me encargaría yo de que estudiara, no te preocupes.- comentaron a la vez Percy y Hermione.

dejando un montón de libros en la mesita que tenía Hermione junto a la cama.
—No seas tonto, Ron, tengo que mantenerme al día —replicó Hermione rotundamente.

— Bien dicho señorita Granger.- dijo Minerva orgullosa.

Estaba de mucho mejor humor porque ya le había desaparecido el pelo de la cara, y los ojos, poco a poco, recuperaban su habitual color marrón

— Son caoba, no marrón.- protestó Ron.

— Vaya hermanito- se burló George- No sabía que fueras un experto en cuestión de marrones.

— Ni en cuestión de ojos.- añadió Fred sonriendo.

— ¡Venga ya, ambos sabéis que es un experto en cuestión de Hermione no de ojos!- les regañó en broma Bill provocando que Ron adquiriera un color granate subido.

—. ¿Tenéis alguna pista nueva? —añadió en un susurro, para que la señora Pomfrey no pudiera oírla.
—Nada —dijo Harry con tristeza.

Ginny le cogió al mano para reconfortarle y Harry se sonrojó hasta la raíz del pelo.

—Estaba tan convencido de que era Malfoy... —dijo Ron por centésima vez.

— Te equivocaste Weasley…- escupió Draco- Una vez más.

— ¿Qué es eso? —preguntó Harry, señalando algo dorado que sobresalía debajo de la almohada de Hermione.

Varios miraron el libro con interés mientras Hermione se reprimía para no dar cabezasos contra la mesa.

—Nada, una tarjeta para desearme que me ponga bien —dijo Hermione a toda prisa, intentando esconderla,

— ¿De quién?- preguntó Sus moviendo las cejas sugestivamente provocando que Hermione se intentara reducir hasta el tamaño de un ratón.

pero Ron fue más rápido que  ella. La sacó, la abrió y leyó en voz alta:

— Ronald- se exclamó Arthur- ¿Es que no te hemos enseñado nada de modales?

— Lo lamento Hermione.- se disculpó este avergonzado.

A la señorita Granger deseándole que se recupere muy pronto, de su preocupado profesor Gilderoy Lockhart, Caballero de tercera clase de la Orden de Merlín, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista «Corazón de Bruja».

— Fantoche.- refunfuñó Ron.

— Por el amor de Merlín- exclamó Blaine- ¡Si es mas larga su firma que el mensaje!

— ¿Qué esperabas?- preguntó Draco con un suspiro resignado.

Ron miró a Hermione con disgusto.

— ¿Disgusto o celos?- le preguntó Charlie en el oído causando que este se sobresaltara y cayese al suelo.

— ¿Qué le has dicho Charlie?- preguntó Molly intentando ayudar a su avergonzado hijo a levantarse entre las risas de los demás estudiantes.

— Naaaaada.- respondió este alargando la primera a y sonriendo burlón a su hermanito.

— ¿Duermes con esto debajo de la almohada?            

— Teniado 12 años y mi primer flechazo- se intentó defender la chica.

— Mamá me mintió.- rugió en voz muy baja Rose- ¡Ella dijo que papá había sido su primer amor!

— Un flechazo no es amor.- intentó tranquilizarla Allie.

— Científicamente- empezó Scorp- el amor son solo una serie de reacciones químicas en el cerebro…

— ¡Eres tan romántico amigo!- le cortó Al- ¿Eso es lo que le dirás a mi hermana el día que te le declares? Mira Lilu, estar contigo me provoca ciertas reacciones químicas en el cerebro así que creo que deberías aceptar salir conmigo.- se burló imitando, mal la voz del Slytherin.

— No seas imbécil.- le respondió este- Yo la llamo Lils no Lilu.- por desgracia había hablado un podo demasiado alto.

— ¿HA SCORP LE GUSTA MPHMH?- empezó grintando Louis, por suerte Gwen le cubió la boca con la mano aunque no antes de que todos los residentes del gran comedor se giraran hacia ellos.

— Nada de nombres, amigo- le recordó Alex.

— ¿Pero es cierto o no?- preguntó Molls con los ojos muy abiertos.

— La verdad es que era de esperar.- comentó Gwen retirando la mano.

— ¿Me he perdido algo?- preguntó Ginny con una sonrisa.


— Unos 25 años, Ginny- respondieron los del futuro no queriendo dar más información.

— Mini-slytherin está enamorado, mini-slytherin está enamorado.- empezaron a cantar los gemelos Weasley. Blaine se unió a ellos rapidamente.

— Mini-slytherin sabe como convertir ciertas partes de un hombre en humo.- respondió este con veneno y las mejillas rojas. No hace falta decir que los tres callaron instantáneamente.

Pero Hermione no necesitó responder, porque la señora Pomfrey llegó con la medicina de la noche.

— Gracias.- murmuró casi como si pregara la joven gryffindor.

— ¿A que Lockhart es el tío más pelota que has conocido en tu vida? —dijo Ron

— ¿Detecto al monstruo de los dedos verdes?- se burlaron sus tíos.

— Lo único que detectas es la verdad.- respondieron al unísono Blaine y Ron con una misma mueca de fastidio.

a Harry al abandonar la enfermería y empezar a subir hacia la torre de Gryffindor. Snape les había mandado tantos deberes, que a Harry le parecía que no los terminaría antes de llegar al sexto curso.

— De hecho creo que aun estoy haciendo algo de lo que nos mandó entonces.- comentó el muchacho con una mueca.

Precisamente Ron estaba diciendo que tenía que haber preguntado a Hermione cuántas colas de rata había que echar a una poción crecepelo,

— Cuatro.- respondieron con cansancio Snape y Louis- Igual que los fundadores- terminó el Hufflepuff con una sonrisa.

cuando llegó hasta sus oídos un arranque de cólera que provenía del piso superior.
—Es Filch —susurró Harry, y subieron deprisa las escaleras y se detuvieron a escuchar donde no podía verlos.
—Espero que no hayan atacado a nadie más —dijo Ron, alarmado.

— Dudo que eso despertara un ataque de cólera en Ficlh.- comentó Fred.

— De euforia tal vez.- completó su hermano gemelos- peró definitivamente no de cólera.

Se quedaron inmóviles, con la cabeza inclinada hacia la voz de Filch, que parecía completamente histérico.
—... aun más trabajo para mí. ¡Fregar toda la noche, como si no tuviera otra cosa que hacer!

— ¿Tienes otra cosa que hacer?- preguntó inocentemente Collin- Es decir, tu pasatiempos favorito es acariciar a la señora Norris y ella estaba petrificada.- intentó explicar. Filch parecía no saber si echarse a llorar o a gritar.

— Hermano, algo de empatía, por favor- dijo Dennis a su hermano mayor- ¡No hace falta que le recuerdes que es un amargado!- añadió sin ansias de malicia.

— Dios, los hermanos Creevey necesitan madurar urgentemente.- exclamó Seamus.

— Son más adorables así.- respondió Demelza con una dulce sonrisa.

No, ésta es la gota que colma el vaso, me voy a ver a Dumbledore.          
Sus pasos se fueron distanciando, y oyeron un portazo a lo lejos. Asomaron la cabeza por la esquina. Evidentemente, Filch había estado cubriendo su habitual puesto de vigía; se encontraban de nuevo en el punto en que habían atacado a la Señora Norris.

Algunos alumnos le miraon con simpatía, otros con sorna mal disimulada.

Buscaron lo que había motivado los gritos de Filch. Un charco grande de agua cubría la mitad del corredor, y parecía que continuaba saliendo agua de debajo de la puerta de los aseos de Myrtle la Llorona.

— Debe haber vuelto a tratar de suicidarse.- suspiró McGonagall con cansancio.

Ahora que los gritos de Filch habían cesado, podían oír los gemidos de Myrtle resonando a través de las paredes de los aseos.
— ¿Qué le pasará ahora? —preguntó Ron.

— Lo que le ha pasado siempre Ron- lo regañó suavemente su madre- Que no es feliz la pobre niña.

—Vamos a ver —propuso Harry, y levantándose la túnica por encima de los tobillos, se metieron en el charco chapoteando, llegaron a la puerta que exhibía el letrero de «No funciona» y, haciendo caso omiso de la advertencia, como de costumbre,

— Harry- hizo el intentó de regañarlo Lily, pero James estaba sonriendo orgulloso así que solo suspiró con exasperación.

entraron. Myrtle la Llorona estaba llorando, si cabía, con más ganas y más sonoramente que nunca.

Esto despertó la curiosidad de los merodeadores.

— Ella no es de cambiar de hábitos.- comentó Remus con el ceño fruncido.

Parecía estar metida en su retrete habitual. Los aseos estaban a oscuras, porque las velas se habían apagado con la enorme cantidad de agua que había dejado el suelo y las paredes empapados.
— ¿Qué pasa, Myrtle? —inquirió Harry.
— ¿Quién es? —preguntó Myrtle, con tristeza, como haciendo gorgoritos—.
¿Vienes a arrojarme alguna otra cosa?

— ¿Qué sentido tiene arrojarle algo a un fantasma?- preguntó James.

— Solo le atraviesa, no es nada divertido.- asintió Sirius.

Harry fue hacia el retrete y le preguntó:
— ¿Por qué tendría que hacerlo?

— Exacto- asintieron los dos merodeadores aun pensativos, buscándole la gracia al asunto.

—No sé —gritó Myrtle, provocando al salir del retrete una nueva oleada de agua que cayó al suelo ya mojado—. Aquí estoy, intentando sobrellevar mis propios problemas, y todavía hay quien piensa que es divertido arrojarme un libro...

— Misterioso.- murmuró Remus.

— Sí, que sentido del humor tan estraño.- contestó Sirius.

— No se refería exactamente a esto Sirius.- comentó Tonks sonriendo.

— Pues deberías.- intersidió James.

—Pero si alguien te arroja algo, a ti no te puede doler —razonó Harry—. Quiero decir, que simplemente te atravesará, ¿no?

— Exacto.- asintieron Sirius y James.

— ¿Queréis dejar el tema?- preguntó Lily molesta.

— A sus ordenes- exclamaron los dos haciendo un saludo militar.

Acababa de meter la pata. Myrtle se sintió ofendida y chilló:
— ¡Vamos a arrojarle libros a Myrtle, que no puede sentirlo! ¡Diez puntos al que se lo cuele por el estómago! ¡Cincuenta puntos al que le traspase la cabeza!

— Eso sí sería divertido.- el rostro de Sirius se iluminó al encontrar la respuesta.

— Algo cruel, pero hilarante.- afirmó su amigo.

— ¿Qué os ha dicho Lily antes sobre dejar el tema?- preguntó Sus.

— Lo sentimos.- se disculparon los dos a la vez.

¡Bien, ja, ja, ja! ¡Qué juego tan divertido, pues para mí no lo es!
—Pero ¿quién te lo arrojó? —le preguntó Harry.

— Buena pregunta.- comentó Alastor- La mejor, pero la gente no suele tener la respuesta a ella.

—No lo sé... Estaba sentada en el sifón, pensando en la muerte,

— Un apasionante tema.- ironizó Blaine.

— La humanidad ha creado más de 50 religiones distintas para evitarlo.- le contestó Terry.

— Terry, era sarcasmo.- le comentó Theo con una sonrisa haciendo ruborizar a este.

y me dio en la cabeza —dijo Myrtle, mirándoles—. Está ahí, empapado.

La bibliotecaria, Hermione, Rose y Remus arrugaron la nariz con indignación.

Harry y Ron miraron debajo del lavabo, donde señalaba Myrtle. Había allí un libro  pequeño y delgado.

— Si es uno de los libros de mi biblioteca,- empezó madame Pierce- el culpable será fusilado.

— Señorita Pierce…- empezó el director.

— Severamente castigado.- se corrigió esta- Con la ayuda de un garrote vil.- añadió en voz baja solo para ella mientras Filch le lanzaba una mirada de pura adoración.

Tenía las tapas muy gastadas, de color negro, y estaba tan humedecido como el resto de las cosas que había en los lavabos. Harry se acercó para cogerlo, pero Ron lo detuvo con el brazo.

— Bien hecho- le felicitó su padre por su prudencia.

— ¿Qué pasa? —preguntó Harry.
— ¿Estás loco? —dijo Ron—. Podría resultar peligroso.

— ¿Un libro?- preguntó Cormac con una sonrisa- ¿Y que va ha hacer matarlo de aburrimiento?

— De hecho se dio un caso de un libro maldecido que hacía dormir a las personas quienés no volvían ha despertarse- comentó Arthur- Creo que fue en York.

— ¿Peligroso? —dijo Harry, riendo—. Venga, ¿cómo va a resultar peligroso?

— Ves- comentó Harry en un susurro- A mi me hubiese pasado lo mismo.

— Gracias Harry- le sonrió Ginny dándole un beso en la mejilla.

—Te sorprendería saber —dijo Ron, asustado, mirando el librito— que entre los libros que el Ministerio ha confiscado había uno que les quemó los ojos.

Los ojos de Tonks se redujeron como respuesta inconciente de esta a una amenaza mientras esta se horrorizaba.

Me lo ha dicho mi padre. Y todos los que han leído Sonetos del hechicero han hablado en cuartetos y tercetos el resto de su vida.

— Si se tiene paciencia, y talento natural- empezó Fabian.

— Es una consecuencia, de carácter teatral.- terminó Guideon.

— No os atreváis.- rugió Molly.

— Dejales cuartetos hacer, al fin y al cabo, pronto van a perecer.- comentó Arhur cousando la risa de sus hijos.

— Me rindo.- suspiró su esposa- Sóis peores que mis siete niños juntos.

— Eso es porque nosotros somos unos angelitos.- dijeron los siete a la vez.

¡Y una bruja vieja de Bath tenía un libro que no se podía parar nunca de leer!

— ¿Eso no es parte de la escéncia de los libros?- preguntaron los Ravenclaw.

— Si pensando eso os sentís mejor…- contestaron los otros.

Uno tenía que andar por todas partes con el libro delante, intentando hacer las cosas con una sola mano.

— No es tan difícil con un poco de práctica.- comentó Remus.

Y...
—Vale, ya lo he entendido —dijo Harry.

— Interrumpir es grosero, Harry.- le regañó Lily.

El librito seguía en el suelo, empapado y misterioso—.

— Y por supuesto no puedes dejar ningún misterio sin resolver.- comentó Neville con exasperación.

Bueno, pero si no le echamos un vistazo, no lo averiguaremos —dijo y, esquivando a Ron, lo recogió del suelo.

— La curiosidad mató al gato, Potter.- rugió Snape.

Harry vio al instante que se trataba de un diario, y la desvaída fecha de la cubierta le indicó que tenía cincuenta años de antigüedad.

Los ojos de todos se abrieron como platos.

Lo abrió intrigado. En la primera página podía leerse, con tinta emborronada, «T.M. Ryddle».

Alastor hizó un ruido ahogado y miró a Dumbledore.

— ¿Es lo que yo creo que es?- le preguntó.

— Me temo que sí, mi buen amigo.- contestó el director.

— Una pista para los demas.- pidió Kingsley.

Moody solo hizo un sonido ahogado y Dumbledore sonrió crípticamente.

—Espera —dijo Ron, que se había acercado con cuidado y miraba por encima del hombro de Harry—, ese nombre me suena... T.M. Ryddle ganó un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio.

— ¿Y tú cómo sabes eso?- preguntó Hermione con los ojos como platos.

— Me ofendes.- dijo Ron llevándose la mano en el pecho- ya deberías saber que soy una persona de amplios conocimientos.

— ¿Y cómo sabes eso? —preguntó Harry sorprendido.
—Lo sé porque Filch me hizo limpiar su placa unas cincuenta veces cuando nos castigaron

— Para que luego digan que mis castigos no son educativos.- comentó el conserge.

—dijo Ron con resentimiento—. Precisamente fue encima de esta placa donde vomité una babosa.

Se oyeron algunas risas al recordar el incidente.

Si te hubieras pasado una hora limpiando un nombre, tú también te acordarías de él.

— Y acabo de descubrir un método para recordar las contraseñas.- dijo Neville emocionado.

— Creeme amigo, es preferible no entrar nunca más en la sala común.- contestó Ron con una mueca.

Harry separó las páginas humedecidas. Estaban en blanco. No había en ellas el más leve resto de escritura, ni siquiera «cumpleaños de tía Mabel» o «dentista, a las tres y media».

Kingsley se rascó la barbilla pensativo.

— Eso no es normal.- verbalizó Tonks.

—No llegó a escribir nada —dijo Harry, decepcionado.
—Me pregunto por qué querría alguien tirarlo al retrete —dijo Ron con curiosidad.

— El movil, también una pregunta difícil de resolver.- comentó Alastor.

Harry volvió a mirar las tapas del cuaderno y vio impreso el nombre de un quiosco de la calle Vauxhall, en Londres.
—Debió de ser de familia muggle —dijo Harry, especulando—, ya que compró el diario en la calle Vauxhall...

— Los hijos de magos también paseamos por el mundo muggle Potter.- le comentó Hannah- De hecho en esa misma calle hay un librería donde compro la mayoría de libros escritos por muggles que leo.

—Bueno, eso da igual —dijo Ron. Luego añadió en voz muy baja—. Cincuenta puntos si lo pasas por la nariz de Myrtle.

— ¡Ronald!- el grito de su madre se perdió entre las risas.

Harry, sin embargo, se lo guardó en el bolsillo.

— Tengo un mal presentimiento sobre esto.- suspiró Remus.

Hermione salió de la enfermería, sin bigotes, sin cola y sin pelaje, a comienzos de febrero. La primera noche que pasó en la torre de Gryffindor, Harry le enseñó el diario de T.M. Ryddle y le contó la manera en que lo habían encontrado.

— Tardaste en contármelo.- le reprendió su amiga.

— No queria que la enfermera Pomfrey nos escuchara.- se disculpó Harry.

— ¡Aaah, podría tener poderes ocultos! —dijo con entusiasmo Hermione,

— Si los tiene se te pasará el entusiasmo en dos minutos.- comentó Alastor- La mayoría de las veces son dañinso para el que coja el objeto en cuestión sin el permiso de el propietario.

Cogiendo el diario y mirándolo de cerca.
—Si los tiene, los oculta muy bien —repuso Ron—. A lo mejor es tímido.

— Buena esa, hermanito- rieron los gemelso Weasley.

No sé por qué lo guardas, Harry
—Lo que me gustaría saber es por qué alguien intentó tirarlo —dijo Harry—.

— Exacto- dijo Tonks- Que alguien tratara de deshacerse de él es prueba de que algo oculta.

Y también me gustaría saber cómo consiguió Ryddle el Premio por Servicios Especiales.

Hagrid se tensó al recordarlo.

—Por cualquier cosa —dijo Ron—. A lo mejor acumuló treinta matrículas de  honor en Brujería o salvó a un profesor de los tentáculos de un calamar gigante. Quizás asesinó a Myrtle, y todo el mundo lo consideró un gran servicio...

— ¡Eso fue cruel!- le regañó Rose muy molesta.- Myrtle ha pasado por mucho y sí, es insoportable, pero no es necesario desearle algo tan horrible.

— Lo siento.- se disculpó el muchacho.

Pero Harry estaba seguro, por la cara de interés que ponía Hermione, de que ella estaba pensando lo mismo que él.

— Siempre me excluís.- se quejó Ron poniendo un puchero. Harry y Hermione se miraron antes de abrazarlo a la vez haciendo un sándwich de Ron mientras este reía.

— ¿Qué pasa? —dijo Ron, mirando a uno y a otro.
—Bueno, la Cámara de los Secretos se abrió hace cincuenta años, ¿no? — explicó  Harry—. Al menos, eso nos dijo Malfoy.

— Yo no doy información falsa- se quejó este, Astoria levantó una ceja- Al menos, no inconscientemente.

—Sí... —admitió Ron.
—Y este diario tiene cincuenta años —dijo Hermione, golpeándolo, emocionada,  con el dedo.
— ¿Y?

— Hermano, eres realmente brillante.- ironizó Ginny.

— Cállate renacuaja.- le contestó su hermano furioso.

—Venga, Ron, despierta ya —dijo Hermione bruscamente—. Sabemos que la  persona que abrió la cámara la última vez fue expulsada hace cincuenta años. Sabemos que a T.M. Ryddle le dieron un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio. Bueno, ¿y si a Ryddle le dieron el premio por atrapar al heredero de Slytherin?

— O por fingir que lo hacía.- murmuró Harry para si mismo.

En su diario seguramente estará todo explicado: dónde está la cámara, cómo se abre y qué clase de criatura vive en ella. La persona que haya cometido las agresiones en esta ocasión no querría que el diario anduviera por ahí, ¿no?

— Buena hipótesi.- comentó Tonks.

— Aunque ha veces- comentó Rose- No importa lo bonita que sea la teoria ni lo inteligente que sea la persona que la proponga, si los hechos la contradicen es que está mal.

—Es una teoría brillante, Hermione —dijo Ron—, pero tiene un pequeño defecto: que no hay nada escrito en el diario.

— Hay maneras de escribir sin dejar rastro- comentó Frank.

— Y hay maneras de dejar información sin tener que escribir.- añadió su esposa.

Pero Hermione sacó su varita mágica de la bolsa.
— ¡Podría ser tinta invisible! —susurró.

— Demasiado facila.- se quejaron los merodeadores- Eso seria aburrido.

Y dio tres golpecitos al cuaderno, diciendo:
¡Aparecium!

— ¿Sabes que hay un método para hacer que un objeto maldiga o, que se yo, insulte a alguien que aplica ese hechizo?- preguntó Remus- Deberíais ser más cuidadosos.

Pero no ocurrió nada. Impertérrita, volvió a meter la mano en la bolsa y sacó lo que  parecía una goma de borrar de color rojo.
—Es un revelador, lo compré en el callejón Diagon —dijo ella.

— ¿Y lo llevaste encima más de medio año por si las moscas?- preguntó Dean con la boca abierta.

—VIGILANCIA PERMANENTE- rugió Alastor haciéndole dar un bote del espanto.

Frotó con fuerza donde ponía «1 de enero». Siguió sin pasar nada.
—Ya te lo decía yo; no hay nada que encontrar aquí —dijo Ron—. Simplemente, a Ryddle le regalaron un diario por Navidad, pero no se molestó en rellenarlo.

— Y casualmente cincuenta años después apareció en un retrete.- se burló Padma.

Harry no podría haber explicado, ni siquiera a sí mismo, por qué no tiraba a la basura el diario de Ryddle. El caso es que aunque sabía que el diario estaba en blanco, pasaba las páginas atrás y adelante, concentrado en ellas, como si contaran una historia que quisiera acabar de leer.

— Nunca le he visto tan concentrado con un libro con letras en él.- comentó Hermione.

— Paso a paso, Hermione, eso ya fue un gran progreso para el pobre chaval.- le contestó Ron.

Y, aunque estaba seguro de no haber oído antes el nombre de T.M. Ryddle, le parecía que ese nombre le decía algo, como si se tratara de un amigo olvidado de la más remota infancia.

— Amigo tal vez no sería el término.- comentó por lo bajo.

Pero era absurdo: no había tenido amigos antes de llegar a Hogwarts, Dudley se había encargado de eso.

Este bajó la cabeza, avergonzado.

Sin embargo, Harry estaba determinado a averiguar algo más sobre Ryddle, así que al día siguiente, en el recreo, se dirigió a la sala de trofeos para examinar el premio especial de Ryddle, acompañado por una Hermione rebosante de interés y un Ron muy reticente,

Este soltó un bostezo.

que les decía que había visto el premio lo suficiente para recordarlo toda la vida.

— De hecho hay veces que se despierta de una pesadilla diciendo “méritos especials” “babosas” “NOOOOOO”- se burló su hija.

La placa de oro bruñido de Ryddle estaba guardada en un armario esquinero. No decía nada de por qué se lo habían concedido.
—Menos mal —dijo Ron—, porque si lo dijera, la placa sería más grande, y en el día de hoy aún no habría acabado de sacarle brillo.

Varios rieron por la lógica simplista de Ron.

Sin embargo, encontraron el nombre de Ryddle en una vieja Medalla al Mérito Mágico y en una lista de antiguos alumnos que habían recibido el Premio Anual.

— Aburrido.- bostezaron los gemelos Prewett.

—Me recuerda a Percy —dijo Ron, arrugando con disgusto la nariz—: prefecto,
Premio Anual..., supongo que sería el primero de la clase.

— ¿Qué tiene eso de malo?- preguntó este ofendido.

— Nada Perce- le contestó Oliver- A parte del hecho que genera envidia.- añadió fulminando a Ron con la mirada y poniendo al mano protectoramente sobre el hombro de su mejor amigo.

—Lo dices como si fuera algo vergonzoso —señaló Hermione, algo herida.

— Nah, lo que ha dicho Wood, envidia y nada más.- la tranquilizó Ron con una sonrisa.

El sol había vuelto a brillar débilmente sobre Hogwarts. Dentro del castillo, la gente parecía más optimista.

— Es sorprendente lo idiota que es la gente- comentó Snape- Sufren ataques diarios y aun así no pierden la esperanza.

— No creo que idiotas sea la palabra que querías aplicar.- comentó Dumbledore.

— Creame director, sé exactamente lo que quería decir.- le respondió friamente el profesor.

No había vuelto a haber ataques después del cometido contra Justin y Nick Casi Decapitado,

— La calma antes de la tempestad.- susurró Tonks causando un escalofrío en los que la oyeron.

y a la señora Pomfrey le encantó anunciar que las mandrágoras se estaban volviendo taciturnas y reservadas, lo que quería decir que rápidamente dejarían atrás la infancia. Una tarde, Harry oyó que la señora Pomfrey decía a Filch amablemente:
—Cuando se les haya ido el acné, estarán listas para volver a ser trasplantadas. Y entonces, las cortaremos y las coceremos inmediatamente. Dentro de poco tendrá a la Señora Norris con usted otra vez.

Una rara mirada de agradecimiento apareció en el rostro del conserge.

Harry pensaba que tal vez el heredero de Slytherin se había acobardado. Cada vez debía de resultar más arriesgado abrir la Cámara de los Secretos, con el colegio tan alerta y todo el mundo tan receloso.

— Paranoico,- corrigió Ron mirando mal a Ernie- Todo el mundo estaba paranoico.

Tal vez el monstruo, fuera lo que fuera, se disponía a hibernar durante otros cincuenta años.

— Cruzemos los dedos.- suspiraron Alice y Lia.

Ernie Macmillan, de Hufflepuff, no era tan optimista. Seguía convencido de que
Harry era el culpable y que se había delatado en el club de duelo.

— Lo siento Harry.- comentó este.

— Ya te has disculpado unas cincuenta veces Ernie.- le respondió Harry girando los ojos- Y ya te he dicho que está olvidado. Mucha gente lo pensó, tu al menos tuviste el corage de decírmelo a la cara.

Peeves no era precisamente una ayuda, pues iba por los abarrotados corredores saltando y cantando: «¡Oh, Potter, eres un zote, estás podrido...!», pero ahora además interpretando un baile al ritmo de la canción.

— Hay que reconocer que tiene estilo.- comentó Sirius sonriendo.

Gilderoy Lockhart estaba convencido de que era él quien había puesto freno a los ataques.

— Por supuesto- dijo Blaine- Sin quere sonrió al heredero quién todavía está recuperándose del shock.

— No, Zabinni- le corrigió Ron- Lo que pasó es que sus dientes cegaron al monstruo al reflejarse el sol en ellos.

Harry le oyó exponerlo así ante la profesora McGonagall mientras los de Gryffindor marchaban en hilera hacia la clase de Transfiguración.

Esta resopló y los de su lado la oyeron murmurara “Plasta”.

—No creo que volvamos a tener problemas, Minerva —dijo, guiñando un ojo y dándose golpecitos en la nariz con el dedo, con aire de experto—. Creo que esta vez la cámara ha quedado bien cerrada. Los culpables se han dado cuenta de que en cualquier momento yo podía pillarlos y han sido lo bastante sensatos para detenerse ahora, antes de que cayera sobre ellos...

— Pobrecillo- comentó Draco- No hace falta que se tenga tan poco respeto.

— No es que no notaramos que le faltaban unas cuantas visitas al gimnasio.- prosiguió Theo.

— Pero confiabamos en su equilibrio para no quedar ahogadoos por su peso.- terminó Blaine.

Lo que ahora necesita el colegio es una inyección de moral,

— Miedo me da lo uqe pueda querer decir con esto.- comentó Sus.

¡para barrer los recuerdos del trimestre anterior! No te digo nada más, pero creo que sé qué es exactamente lo que...

— Peligro, peligro.- gritaron los Prewett- El sonrisitas ha tenido una idea, se recomienda comprar equipo de primeros auxilios y buscar refugio lejos de Hogwarts.

De nuevo se tocó la nariz en prueba de su buen olfato y se alejó con paso decidido. La idea que tenía Lockhart de una inyección de moral se hizo patente durante el desayuno del día 14 de febrero.

— ¿La fecha es coincidencia?- preguntó Tonks.

— Tristemente no.- respondieron todos.

Harry no había dormido mucho a causa del entrenamiento de quidditch de la noche anterior

— Pero si terminamos temprano.- se quejó Wood.

— Tal vez para ti la una es temprano capitan.- empezó Angelina.

— Pero los demas no vivimos únicamente del Quidditch y las sonrisas de Katie.- prosiguió Alicia haciendo sonrojar a la pareja.

— Razón por la que necesitamos dormir.- terminó Harry.

y llegó al Gran Comedor corriendo,  algo retrasado. Pensó, por un momento, que se había equivocado de puerta.

— ¿Después de tres años?- preguntó Sirius con sorpresa.

Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón. Y, aún peor, del techo de color azul pálido caían confetis en forma de corazones.

— Hay que linchar a ese intento de profesor.- exclamó Sus- Convertir el gran comedor en algo tan hortera, ¡¿como se atréve?!

— Tranquila, hermosa.- le respondió Sirius acariciándole el pelo- Mi ahijado se encargará de él, te lo prometo.- dijo besándole la mejilla.

Harry se fue a la mesa de Gryffindor, en la que estaban Ron, con aire asqueado,

— Comprensible.- dijeron la mayoría de los estudiantes y todos los adultos.

y Hermione, que se reía tontamente.

— Creo que es la primera vez que se le puede aplicar un derivado de “tonta”.- comentó Luna.

— Hay que reconocer que si eres una niña con un flechazo el ambiente que había en el gran comedor te resulta menos patético.- le dijo Ginny intentando que no se notara que miraba a Harry.

—  ¿Qué ocurre? —les preguntó Harry, sentándose y quitándose de encima el confeti.
Ron, que parecía estar demasiado enojado para hablar, señaló la mesa de los profesores.

— ¡Es que… El gran comedor…!- intentó decir el chico.

— Lo comprendemos hermano.- dijeron Bill y Charlie.

Lockhart, que llevaba una túnica de un vivo color rosa que combinaba con la decoración,

Los gemelos Weasley fingieron que estaban vomitando.

reclamaba silencio con las manos. Los profesores que tenía a ambos lados lo miraban estupefactos.

— Evidentemente no pidió permiso para tal atrocidad.- explicó Flitwitch.

Desde su asiento, Harry pudo ver a la profesora McGonagall con un tic en la mejilla.

— ¡Yo no tengo ningún tic!- se quejó esta- Aunque reconozco que estaba reprimiéndome para no lanzarle un cruciatus.

Snape tenía el mismo aspecto que si se hubiera bebido un gran vaso de crecehuesos.

— Lo prefiero,- contestó este rapidamente- Antes el crecehuesos que… ¡Eso!- terminó con asco.

— ¡Feliz día de San Valentín! —gritó Lockhart—. ¡Y quiero también dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas!

— ¡¿Cuarenta y seis personas?!- preguntó Blaine a voz de grito- Yo he recibido solo treinta y ocho tarjetas este año.- se quejó con voz aniñada.

No creo que sea una competición Zabinni.- le respondió con celos Padma- Deberías estar agradecido de que treinta y ochos chicas se hayan tomado el tiempo para escribirte.

— ¿Quién dice que todos eran chicas?- contestó Blaine- A lo mejor también le gusto a algunos chicos. No seas homófoga, Padma.- la regañó en broma.

— Eres imposible.- dijo la chica antes de lanzarle una mirada envenenada.

— ¿Qué he hecho?- preguntó Blaine a sus amigos estos solo negaron con la cabeza expresando exasperación.

Sí, me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos vosotros... ¡y no acaba aquí la cosa!

— Protégelos Merlín.- murmuró James.

Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos de aspecto hosco. Pero no enanos así, tal cual; Lockbart les había puesto alas doradas y además llevaban arpas.

— ¿Cómo se prestaron a tal humillación?- preguntó Bill incrédulo.

— Lockhart hizo que la escular les pagara una cantidad nada menospreciable de dinero.- explicó Dumbledore.

— ¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —sonrió Lockhart—. ¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoos felicitaciones de San Valentín!

— ¿Sabes lo difícil que es hacer clase mientras enanos con alas y tutú te interrumpen con tarjetitas?- preguntó McGonagall.

— Envenena el primero que entra, los demás aprenden a esperar.- le aconsejó Snape con una sonrisa perversa.

¡Y la diversión no acaba aquí! Estoy seguro de que mis colegas querrán compartir el espíritu de este día.

— Por supuesto.- respondieron estos con sarcasmo.

¿Por qué no pedís al profesor Snape que os enseñe a preparar un filtro amoroso?

— Porqué queremos vivir.- respondieron los alumnos con naturalidad.

¡Aunque el profesor Flitwick, el muy pícaro, sabe más sobre encantamientos de ese tipo que ningún otro mago que haya conocido!

— Bueno, mi estatura no me ayudó precisamente cuando era un adolecente y tuve que buscar algo de ayuda en la magia.- explicó- Pero de eso hace muchísimo tiempo.

El profesor Flitwick se tapó la cara con las manos. Snape parecía dispuesto a envenenar a la primera persona que se atreviera a pedirle un filtro amoroso.

— Lo estaba- repuso este- Por suerte no hubo nadie lo suficientemente idiota como para pedirlo.

—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis —le dijo
Ron, cuando abandonaban el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió.

— Eso es un sí, hermanito.- comentó Ginny con una sonrisa burlona.

Los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores, y al final de la tarde, cuando los de Gryffindor subían hacia el aula de Encantamientos, uno de ellos alcanzó a Harry.

— Vaya, mini-cornamenta tiene una admiradora.- se burló Sirius.

— ¡Eh, tú! ¡Harry Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado,

— El pobre se ha pasado el día repartiendo felicitacions de san Valentín llevando alas. – le dijo Lia- ¿Cómo estarías tú?

abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Harry. Ruborizándose al pensar que le iba a ofrecer una felicitación de San Valentín delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaba Ginny Weasley,

— Aaaww, no quiere que su novia se ponga celosa- se burlaron Seamus y Dean.

— No es mi novia.- protestó Harry.

— Aún.- añadió Albus en vos muy baja.

Harry intentó escabullirse. El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y lo alcanzó antes de que diera dos pasos.

— Que delicadeza.- ironizó Molly aunque parecía divertida.

—Tengo un mensaje musical para entregar a Harry Potter en persona —dijo, rasgando el arpa de manera pavorosa.

— Wow- dijo Lily- Tu admiradora se a esforzado de verdad, hijo.

— ¡Aquí no! —dijo Harry enfadado, tratando de escapar.

— No creo que te de muchas opciones.- le dijo Hannah con una sonrisa.

— ¡Párate! —gruñó el enano, aferrando a Harry por la bolsa para detenerlo.
— ¡Suéltame! —gritó Harry, tirando fuerte.
Tanto tiraron que la bolsa se partió en dos.

— Que poco cuidadosos.- le regañó Lily.

Los libros, la varita mágica, el  pergamino y la pluma se desparramaron por el suelo, y la botellita de tinta se rompió encima de todas las demás cosas.

— Menudo desastre.- dijo Neville con simpatía.

Harry intentó recogerlo todo antes de que el enano comenzara a cantar ocasionando un atasco en el corredor.

— Más público, yuhu.- se exclamó Harry con sarcasmo.

— ¿Qué pasa ahí? —Era la voz fría de Draco Malfoy,

— El que faltaba.- dijo James negando con la cabeza.

que hablaba arrastrando las palabras. Harry intentó febrilmente meterlo todo en la bolsa rota, desesperado por alejarse antes de que Malfoy pudiera oír su felicitación musical de San Valentín.

— Vaya, a lo mejor es a Malfoy a wuién no quiere ponder celoso.- se burlaron otra vez Seamus y Dean. Harry y Draco los miraron con una ceja levantada y incredulidad.

— ¿Por qué toda esta conmoción? —dijo otra voz familiar, la de Percy Weasley, que se acercaba.

— Y otro más.- añadió Ginny molesta- La felicitación era solo para que la oyese él.- murmuró en voz baja para ella y Luna-

A la desesperada, Harry intentó escapar corriendo, pero el enano se le echó a las rodillas y lo derribó.

— Deberías haber estado más en forma.- le regañó su excapitán de quidditch.

—Bien —dijo, sentándose sobre los tobillos de Harry—, ésta es tu canción de San Valentín:

Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche
y el pelo negro como una pizarra cuando anochece.
Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,
el héroe que venció al Señor Tenebroso.

— Aawwww.- dijeron a la vez Lily y Molly- Es adorable.- Ginny estaba completamente roja.

Harry habría dado todo el oro de Gringotts por desvanecerse en aquel momento.
Intentando reírse con todos los demás, se levantó, con los pies entumecidos por el peso del enano, mientras Percy Weasley hacía lo que podía para dispersar al montón de chavales, algunos de los cuales estaban llorando de risa.

— Gracias.- le dijo Harry a este.

— Es mi trabajo.- respondió este con una sonrisa.

— ¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo —decía, empujando a algunos de los más pequeños—. Tú también, Malfoy.
Harry vio que Malfoy se agachaba y cogía algo, y con una mirada burlona se lo enseñaba a Crabbe y Goyle. Harry comprendió que lo que había recogido era el diario de Ryddle.

— Por supuesto que sí.- dijo Lily con astío.

— ¡Devuélveme eso! —le dijo Harry en voz baja.
— ¿Qué habrá escrito aquí Potter? —dijo Malfoy, que obviamente no había visto la  fecha en la cubierta y pensaba que era el diario del propio Harry.

— Idiota.- se burló Cormac ganándose una mirada envenenada de Scorp.

Los espectadores se quedaron en silencio. Ginny miraba alternativamente a Harry y al diario, aterrorizada.

La mayoría de gente no le dio importancia a la frase pero Harry entrelazó sus dedos con los de Ginny por debajo de la mesa.

—Devuélvelo, Malfoy —dijo Percy con severidad.

— Gracias de nuevo.- dijo Harry sonriéndole.

—Cuando le haya echado un vistazo —dijo Malfoy, burlándose de Harry.
Percy dijo:
—Como prefecto del colegio...
Pero Harry estaba fuera de sus casillas. Sacó su varita mágica y gritó:
¡Expelliarmus!

— Ese es mi hijo.- dijo James encantado mientras le alborotaba aun mas el pelo.

Y tal como Snape había desarmado a Lockhart, así Malfoy vio que el diario se le escapaba a Malfoy de las manos y salía volando. Ron, sonriendo, lo atrapó.

— Buen trabajo en equipo.- dijo Hermione con una sonrisa.

— ¡Harry! —dijo Percy en voz alta—. No se puede hacer magia en los pasillos.
¡Tendré que informar de esto!

— No lo hizo.- le regañó McGonagall.

— ¿Me olvidé?- medio preguntó medio se disculpó el prefecto.

Pero Harry no se preocupó. Le había ganado una a Malfoy, y eso bien valía cinco puntos de Gryffindor.

— Ese es el espíritu- ironizaron todos sus compañeros de casa.

Malfoy estaba furioso, y cuando Ginny pasó por su lado para entrar en el aula, le gritó despechado:
— ¡Me parece que a Potter no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín!

— Idiota.- rugieron todos los Weasley.

— Con lo dulce que fue la felicitación.- arruló Molly acariciando el pelo de su hija.

Ginny se tapé la cara con las manos y entró en clase corriendo. Dando un gruñido, Ron sacó también su varita mágica,

— Dale su merecido.- le animaron sus hermanos mirando protectoramente a Ginny.

pero Harry se la quitó de un tirón. Ron no tenía necesidad de pasarse la clase de Encantamientos vomitando babosas.

— Eso hubiese sido desafortunado.- asintió este.

Harry no se dio cuenta de que algo raro había ocurrido en el diario de Ryddle hasta que llegaron a la clase del profesor Flitwick. Todos los demás libros estaban empapados de tinta roja. El diario, sin embargo, estaba tan limpio como antes de que la botellita de tinta se hubiera roto.

— Cierto, eso no es algo muy normal.- comentó Kingsley.

Intentó hacérselo ver a Ron, pero éste volvía a tener problemas con su varita mágica: de la punta salían pompas de color púrpura, y él no prestaba atención a nada más.

— Debiste habernos escrito Ron.- le regañó su madre- Fue un miráculo que pasaras de curso con la varita así.

Aquella noche, Harry fue el primero de su dormitorio en irse a dormir. En parte fue porque no creía poder soportar a Fred y George cantando: «Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche» una vez más,

— Eso ofende Harry.- dijo George.

— Nuestra voz es muy melodiosa.- añadió Fred- Todo el mundo quiere oírnos cantar indefinidamente.

y en parte, porque quería examinar de nuevo el diario de Ryddle, y sabía que Ron opinaba que eso era una pérdida de tiempo. Se sentó en la cama y hojeó las páginas en blanco; ninguna tenía la más ligera mancha de tinta roja. Luego sacó una nueva botellita de tinta del cajón de la mesita, mojó en ella su pluma y dejó caer una gota en la primera página del diario.

Ginny suspiró con pesar al saber lo que venía.

La tinta brilló intensamente sobre el papel durante un segundo y luego, como si la hubieran absorbido desde el interior de la página, se desvaneció.

— Magia negra.- murmuró Arthur tenebrosamente.

Emocionado, Harry mojó de nuevo la pluma y escribió:
«Mi nombre es Harry Potter.»

— Claro que sí- dijo Lily exasperada- Dale tu nombre completo a un objeto misterioso y repleto de magia. Eso sí es una buena idea.

Las palabras brillaron un instante en la página y desaparecieron también sin dejar huella. Entonces ocurrió algo.

James cogió fuertemente la mano de su esposa.

Rezumando de la página, en la misma tinta que había utilizado él, aparecieron unas palabras que Harry no había escrito:
«Hola, Harry Potter. Mi nombre es Tom Ryddle. ¿Cómo ha llegado a tus manos mi diario?»

— Esto da escalofríos.- murmuró Lia.

— Lo que da es una idea muy buena para una broma.- contestaron Fred y George.

Estas palabras también se desvanecieron, pero no antes de que Harry  comenzara de nuevo a escribir:
«Alguien intentó tirarlo por el retrete.»

— Directo al grano.- rió Sirius.

— No deberías seguirle el juego, Harry.- le aconsejó Remus preocupado.

Aguardó con impaciencia la respuesta de Ryddle.
«Menos mal que registré mis memorias en algo más duradero que la tinta. Siempre  supe que habría gente que no querría que mi diario fuera leído.»

— ¿Detecto algo de egocentrismo mesclado con paranoia?- preguntó Sirius burlón.

« ¿Qué quieres decir?», escribió Harry, emborronando la página debido a los nervios.
«Quiero decir que este diario da fe de cosas horribles; cosas que fueron ocultadas; cosas que sucedieron en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.»

— La cámara de los secretos.- susurraron todos.

«Es donde estoy yo ahora», escribió Harry apresuradamente. «Estoy en Hogwarts, y también suceden cosas horribles. ¿Sabes algo sobre la Cámara de los Secretos?»
El corazón le latía violentamente. La réplica de Ryddle no se hizo esperar, pero la letra se volvió menos clara, como si tuviera prisa por consignar todo cuanto sabía.
« ¡Por supuesto que sé algo sobre la Cámara de los Secretos!

— ¿Cómo te atreves a preguntarlo?- completaron los Prewett ofendidos.

En mi época, nos  decían que era sólo una leyenda, que no existía realmente. Pero no era cierto. Cuando yo estaba en quinto, la cámara se abrió y el monstruo atacó a varios estudiantes y mató a uno. Yo atrapé a la persona que había abierto la cámara, y lo expulsaron.

— ¿Si atrapo a la persona porqué dejó escrito el diario?- preguntó Lily con desconfianza.

Pero el director, el profesor Dippet, avergonzado de que hubiera sucedido tal cosa en Hogwarts, me prohibió decir la verdad.

— El daño que puede llegar a hacer el ego.- suspiró Charlie mirando de reojo al ministro.

Inventaron la historia de que la muchacha había muerto en un espantoso accidente. A mí me entregaron por mi actuación un trofeo muy bonito y muy brillante, con unas palabras grabadas,

— No te gustaría tanto si hubieses tenido que limpiarlo 50 veces.- le advirtió Ron.

y me recomendaron que mantuviera la boca cerrada. Pero yo sabía que podía volver a ocurrir. El monstruo sobrevivió, y el que pudo liberarlo no fue encarcelado.»

— ¿No se encarceló?- preguntó Lily atónita.

— No hubo pruebas suficientes.- le contestó Hagrid antes que otra persona pudiese abrir la boca.

En su precipitación por escribir, Harry casi vuelca la botellita de la tinta.
«Ha vuelto a suceder. Ha habido tres ataques y nadie parece saber quién está detrás. ¿Quién fue en aquella ocasión?»

— Harry, no tiene porqué responderte la verdad.- le advirtió Alice dulcemente.- La gente miente y ese diario fue hechizado por una persona.

«Te lo puedo mostrar, si quieres», contestó Ryddle. «No necesitas leer mis palabras. Podrás ver dentro de mi memoria lo que ocurrió la noche en que lo capturé.»

— Eso será difícil de no creer.-dijo Frank preocupado.

— Pero la gente puede elegir mostrarte unos u otros recuerdos, sacado de contexto no siempre dice lo mismo que en este.- advirtió Tonks.

Harry dudó, y la pluma se detuvo encima del diario. ¿Qué quería decir Ryddle? ¿Cómo podía alguien introducirse en la memoria de otro? Miró asustado la puerta del dormitorio; iba oscureciendo. Cuando retornó la vista al diario, vio que aparecían unas palabras nuevas:
«Deja que te lo enseñe.»

— No me gusta su insistencia.- comentó James.

— Mejor que le digas NO.- aconsejó Lily.

Harry meditó durante una fracción de segundo, y luego escribió una sola palabra:
«Vale.»

— Error.- dijeron todos los aurores a la vez.

Las páginas del diario comenzaron a pasar, como si estuviera soplando un fuerte  viento, y se detuvieron a mediados del mes de junio. Con la boca abierta, Harry vio que el pequeño cuadrado asignado al día 13 de junio se convertía en algo parecido a una minúscula pantalla de televisión.

Dudley sonrió con alegría.

Las manos le temblaban ligeramente. Levantó el cuaderno para acercar uno de sus ojos a la ventanita, y antes de que comprendiera lo que sucedía, se estaba inclinando hacia delante. La ventana se ensanchaba, y sintió que su cuerpo dejaba la cama y era absorbido por la abertura de la página en un remolino de colores y sombras.

— Ay Merlín.- murmuró Molly.

Notó que pisaba tierra firme y se quedó temblando, mientras las formas borrosas que lo rodeaban se iban definiendo rápidamente. Enseguida se dio cuenta de dónde estaba. Aquella sala circular con los retratos de gente dormida era el despacho de Dumbledore, pero no era Dumbledore quien estaba sentado detrás del escritorio.

— El director Dippet- explicó Dumbledore.

Un mago de aspecto delicado, con muchas arrugas y calvo, excepto por algunos pelos blancos, leía una carta a la luz de una vela. Harry no había visto nunca a aquel hombre.
—Lo siento —dijo con voz trémula—. No quería molestarle...
Pero el mago no levantó la vista.

— No te oye.- le dijeron todos los que conocían la sensación de entrar en un pensadero.

Siguió leyendo, frunciendo el entrecejo levemente. Harry se acercó más al escritorio y balbució:
— ¿Me-me voy?
El mago siguió sin prestarle atención. Ni siquiera parecía que le hubiera oído. Pensando que tal vez estuviera sordo, Harry levantó la voz.

— Eso es de mala educación.- le regañó Lily molesta.

—Lamento molestarle, me iré ahora mismo —dijo casi a gritos.
Con un suspiro, el mago dobló la carta, se levantó, pasó por delante de Harry sin mirarlo y fue hasta la ventana a descorrer las cortinas.
El cielo, al otro lado de la ventana, estaba de un color rojo rubí; parecía el atardecer. El mago volvió al escritorio, se sentó y, mirando a la puerta, se puso a juguetear con los pulgares.

— No estaba ya en su mejor momento.-comentó el actual director.

Harry contempló el despacho. No estaba Fawkes, el fénix, ni los artilugios metálicos que hacían ruiditos. Aquello era Hogwarts tal como debía ser en los tiempos de Ryddle, y aquel mago desconocido tenía que ser el director de entonces, no Dumbledore, y él, Harry, era una especie de fantasma, completamente invisible para la gente de hacía cincuenta años.

— No eres tan tonto como pareces.- comentó la abuela de Neville haciendo que este exclamara un “abuela”.

Llamaron a la puerta.
—Entre —dijo el viejo mago con una voz débil.
Un muchacho de unos dieciséis años entró quitándose el sombrero puntiagudo. En el pecho le brillaba una insignia plateada de prefecto. Era mucho más alto que Harry pero tenía, como él, el pelo de un negro azabache.
—Ah, Ryddle —dijo el director.
— ¿Quería verme, profesor Dippet? —preguntó Ryddle. Parecía azorado.
—Siéntese —indicó Dippet—. Acabo de leer la carta que me envió.

— ¿Le envió una carta?- preguntó James- Pero si viven los dos en el mismo castillo.

— ¡Ah! —exclamó Ryddle, y se sentó, cogiéndose las manos fuertemente.
—Muchacho —dijo Dippet con aire bondadoso—, me temo que no puedo permitirle quedarse en el colegio durante el verano.

— Eso es casi tierno.- comentó Susan- Que le guste tanto el colegio como para querer quedarse cuando está vacío.

Supongo que querrá ir a casa para pasar las vacaciones...
—No —respondió Ryddle enseguida—, preferiría quedarme en Hogwarts a regresar a ese..., a ese...
—Según creo, pasa las vacaciones en un orfanato muggle, ¿verdad? —preguntó Dippet con curiosidad.

— Pobrecillo.- dijo Lavander con pena.

—Sí, señor —respondió Ryddle, ruborizándose ligeramente.
— ¿Es usted de familia muggle?
—A medias, señor —respondió Ryddle—. De padre muggle y de madre bruja.

Alastor abrió mucho los ojos mientras Snape apretaba los dientes.

— Será hipócrita.- rugieron los dos en voz baja.

— ¿Y tanto uno como otro están...?
—Mi madre murió nada más nacer yo, señor. En el orfanato me dijeron que había vivido sólo lo suficiente para ponerme nombre: Tom por mi padre, y Sorvolo por mi abuelo.

— ¿Sorvolo?- preguntó James con incredulidad.

— A ese debían pegarle en la escuela.- añadió Sirius.- Menudo nombrecito.

Dippet chasqueó la lengua en señal de compasión.
—La cuestión es, Tom —suspiró—, que se podría haber hecho con usted una  excepción, pero en las actuales circunstancias...
— ¿Se refiere a los ataques, señor? —dijo Ryddle,

— No, se refiere a la enfermedad de la señora del carrito.- ironizó Blaine.

y a Harry el corazón le dio un brinco. Se acercó, porque no quería perderse ni una sílaba de lo que allí se dijera.
—Exactamente —dijo el director—. Muchacho, tiene que darse cuenta de lo irresponsable que sería que yo le permitiera quedarse en el castillo al término del trimestre. Especialmente después de la tragedia..., la muerte de esa pobre muchacha...Usted estará muchísimo más seguro en el orfanato. De hecho, el Ministerio de Magia se está planteando cerrar el colegio.

— Es gracioso- comentó Dean molesto- Cada vez que hay algun problema en Hogwarts en vez de tratar de arreglarlo intentan cerrar la escuela.

— Es verdad.- rugió Seamus- No nos mandásteis ningún auror cuando se abrió la cámara y cuando un fugitivo peligroso- Sirius hizo una mueca- se dejó ver por el colegio lo único que hicisteis fue llenarlo de dementotes.

— Sois una panda de incompetentes.- resumió Ginny.- En especial usted, Ministro.

No creo que vayamos a poder localizar al..., descubrir el origen de todos estos sucesos tan desagradables...
Ryddle abrió más los ojos.
—Señor, si esa persona fuera capturada... Si todo terminara...

— Sabe algo.- dijo Remus entrecerrando los ojos.

— ¿Qué quiere decir? —preguntó Dippet, soltando un gallo. Se incorporó en el asiento—. ¿Ryddle, sabe usted algo sobre esas agresiones?
—No, señor —respondió Ryddle con presteza.

— Claro que no.- rieron los merodeadores.

Pero Harry estaba seguro de que aquel «no» era del mismo tipo que el que él mismo había dado a Dumbledore. Dippet volvió a hundirse en el asiento, ligeramente decepcionado.

— Que tipo tan estúpido.- susurró Tonks molesta.

—Puede irse, Tom.
Ryddle se levantó del asiento y salió de la habitación pisando fuerte. Harry fue tras él. Bajaron por la escalera de caracol que se movía sola, y salieron al corredor, que ya iba quedando en penumbra, junto a la gárgola. Ryddle se detuvo y Harry hizo lo mismo, mirándolo. Le pareció que Ryddley estaba concentrado: se mordía los labios y tenía la frente fruncida.

— Parece que está tomando una decisión muy importante.- comentó Kingsley.

Luego, como si hubiera tomado una decisión repentina, salió precipitadamente, y Harry lo siguió en silencio. No vieron a nadie hasta llegar al vestíbulo, cuando un mago de gran estatura, con el cabello largo y ondulado de color castaño rojizo y con barba, llamó a Ryddle desde la escalera de mármol.
— ¿Qué hace paseando por aquí tan tarde, Tom?
Harry miró sorprendido al mago. No era otro que Dumbledore, con cincuenta años  menos.

— ¿Tenía el pelo castaño rojizo?- preguntaron los alumnos con la boca abierta.

— No pensaríais que nací con el pelo blanco.- contestó el director haciéndolos sonrojar.

—Tenía que ver al director, señor —respondió Ryddle.
—Bien, pues váyase enseguida a la cama —le dijo Dumbledore, dirigiéndole a Ryddle la misma mirada penetrante que Harry conocía tan bien—. Es mejor no andar  por los pasillos durante estos días, desde que...

— Nunca es buena idea andar solo por los pasillos de Hogwarts.- dijo Luna- Hay muchos narggles esperando para emboscarte.

Suspiró hondo, dio las buenas noches a Ryddle y se marchó con paso decidido.
Ryddle esperó que se fuera y a continuación, con rapidez, tomó el camino de las escaleras de piedra que bajaban a las mazmorras, seguido por Harry.  Pero, para su decepción, Ryddle no lo condujo a un pasadizo oculto ni a un túnel secreto, sino a la misma mazmorra en que Snape les daba clase.

Muchos contuvieron un escalofrío.

Como las antorchas no estaban encendidas y Ryddle había cerrado casi completamente la puerta, lo único que Harry veía era a Ryddle, que, inmóvil tras la puerta, vigilaba el corredor que había al otro lado.

— Definitivamente sabe más de lo que dice.- comentó Kingsley apretando los labios.

A Harry le pareció que permanecían allí al menos una hora. Seguía viendo únicamente la figura de Ryddle en la puerta, mirando por la rendija, aguardando inmóvil. Y cuando Harry dejó de sentirse expectante y tenso, y empezaron a entrarle ganas de volver al presente, oyó que se movía alga al otro lado de la puerta.

— Mamá, allí soy inmaterial, nada puede pasarme.- le tranquilizó el chico.

Alguien caminaba por el corredor sigilosamente. Quienquiera que fuese, pasó ante la mazmorra en la que estaban ocultos él y Ryddle. Éste, silencioso como una sombra, cruzó la puerta y lo siguió, con Harry detrás, que se ponía de puntillas, sin recordar que no le podían oír.

— Nunca está de más algo de práctica.- dijo James con una sonrisa.

Persiguieron los pasos del desconocido durante unos cinco minutos, cuando de improviso Ryddle se detuvo, inclinando la cabeza hacia el lugar del que provenían unos ruidos. Harry oyó el chirrido de una puerta y luego a alguien que hablaba en un ronco susurro.
—Vamos..., te voy a sacar de aquí ahora..., a la caja...

— El monstruo.- exclamó Parvati emocionada.

Algo le resultaba conocido en aquella voz.

Hagrid perdió el color en el rostro.

De repente, Ryddle dobló la esquina de un salto. Harry lo siguió y pudo ver la silueta de un muchacho alto como un gigante que estaba en cuclillas delante de una puerta abierta, junto a una caja muy grande.

Solo Albus y algunos aurores habían hecho la conección y miraban a Hagrid de reojo.

—Hola, Rubeus —dijo Ryddle con voz seria.

— ¿Rubeus?- preguntó Padma a Terry mirando al semi gigante.

— Podría ser una coincidencia.- le tranquilizó este.

El muchacho cerró la puerta de golpe y se levantó.
— ¿Qué haces aquí, Tom?

— ¿Nombres própios?- preguntó Lily alzando una ceja- A lo mejor son íntimos.

— No, no lo eran.- contestó Albus a la defensiva.

Ryddle se le acercó.
—Todo ha terminado —dijo—. Voy a tener que entregarte, Rubeus. Dicen que cerrarán Hogwarts si los ataques no cesan.

— ¿Ha sabido quién era todo el tiempo?- preguntó Tonks escandalizada.

— ¿Cómo es que no le ha denunciado antes?- preguntó Lia frunciendo el ceño.

— A lo mejor simpatiza con las ideas o realmente son muy amigos.- aventuró Frank.

— ¿Que vas a...?
—No creo que quisieras matar a nadie. Pero los monstruos no son buenas mascotas. Me imagino que lo dejaste salir para que le diera el aire y...

— Dímelo a mi.- exclamó Charlie.

— ¡No ha matado a nadie! —interrumpió el muchachote, retrocediendo contra la puerta cerrada. Harry oía unos curiosos chasquidos y crujidos procedentes del otro lado de la puerta.

— No me da el perfil de heredero de slytherin.- comentó Theo mirando el libro con sospecha.

—Vamos, Rubeus —dijo Ryddle, acercándose aún más—. Los padres de la chica muerta llegarán mañana. Lo menos que puede hacer Hogwarts es asegurarse de que lo que mató a su hija sea sacrificado...
— ¡No fue él! —gritó el muchacho. Su voz resonaba en el oscuro corredor—. ¡No sería capaz! ¡Nunca!

— Realmente no parece el tipo de persona que va dejando pintadas en las paredes amenazando a hijos de muggles.- comentó Michael.

—Hazte a un lado —dijo Ryddle, sacando su varita mágica.
Su conjuro iluminó el corredor con un resplandor repentino. La puerta que había detrás del muchacho se abrió con tal fuerza que golpeó contra el muro que había enfrente. Por el hueco salió algo que hizo a Harry proferir un grito que nadie sino él pudo oír.

Lily y Molly se cogieron las manos.

Un cuerpo grande, peludo, casi a ras de suelo, y una maraña de patas negras, varios ojos resplandecientes y unas pinzas afiladas como navajas...

Ron tembló ligeramente hasta que Hermione le puso dulcemente la mano en el hombro.

Ryddle levantó de nuevo la varita, pero fue demasiado tarde. El monstruo lo derribó al escabullirse, enfilando a toda velocidad por el corredor y perdiéndose de vista. Ryddle se incorporó, buscando la varita. Consiguió cogerla, pero el muchachón se lanzó sobre él, se la arrancó de las manos y lo tiró de espaldas contra el suelo, al tiempo que gritaba: ¡NOOOOOOOO!

— Realmente quiere a ese monstruo.- dijo Lavander enternecida.

Todo empezó a dar vueltas y la oscuridad se hizo completa. Harry sintió que caía y aterrizó de golpe con los brazos y las piernas extendidos sobre su cama en el dormitorio de Gryffindor, y con el diario de Ryddle abierto sobre el abdomen.

— ¿Soy el único al que no le cuadra mucho ese recuerdo con las evidencias que tenemos?- preguntó Kingsley frunciendo el ceño.

Antes de que pudiera recuperar el aliento, se abrió la puerta del dormitorio y entró Ron.
— ¡Estás aquí! —dijo.
Harry se sentó. Estaba sudoroso y temblaba.
— ¿Qué pasa? —dijo Ron, preocupado.
—Fue Hagrid, Ron. Hagrid abrió la Cámara de los Secretos hace cincuenta años.

Varios soltaron un ruido ahogado mientras se giraron hacia el semigigante.

— Yo no fui.- dijo este rápidamente- Y Aragog no mató a nadie.

— ¿Por eso te expulsaron?- preguntó Frank.

— Sí- respondió el director- pero fue sumamente injusto. ¿Ministro, le gustaria leer el siguiente?

Cornelius Fudge- leyó con incredulidad este.

Harry, Ron y Hermione siempre habían sabido que Hagrid sentía una desgraciada afición por las criaturas grandes y monstruosas.

Eso causó un par de risas que aliviaron el ambiente.

Durante el curso anterior en Hogwarts había intentado criar un dragón en su pequeña cabaña de madera, y pasaría mucho tiempo antes de que pudieran olvidar al perro gigante de tres cabezas al que había puesto por nombre Fluffy.

— Pero ninguno de ellos mató a un alumno.- recordó Harry sonriendo al semi gigante.

Harry estaba seguro de que si, de niño, Hagrid se enteró de que había un monstruo oculto en algún lugar del castillo, hizo lo imposible por echarle un vistazo.

— Por supuesto- dijo este- de hecho intente encontrar al monstruo de la cámara pero no pude hacerlo.- explicó.

Seguro que le parecía inhumano haber tenido encerrado al monstruo tanto tiempo

— Es que no es muy agradable pasar más de mil años en un sótano.- rugió Albus.

y debía de pensar que el pobre tenía derecho a estirar un poco sus numerosas piernas.

— Aragog no era el monstruo.- repitió el semi gigante.

Podía imaginarse perfectamente a Hagrid, con trece años, intentando ponerle un collar y una correa.

— Se me hubiese comido si lo hubiese intentado,- dijo Hagrid- Tiene dignidad.

Pero también estaba seguro de que él nunca había tenido intención de matar a nadie.

— Nunca.- repitieron todos los que le conocían de verdad.

Harry casi habría preferido no haber averiguado el funcionamiento del diario de
Ryddle.

— La ignorancia es la felicidad de lo idiotas.- murmuró Padma molesta.

Ron y Hermione le pedían constantemente que les contase una y otra vez todo lo que había visto, hasta que se cansaba de tanto hablar y de las largas conversaciones que seguían a su relato y que no conducían a ninguna parte.

— Bueno es que Hagrid es… Hagrid- dijo Ron.

— Es familia- intervino Hermione- Hay que estar seguros.

—A lo mejor Ryddle se equivocó de culpable —decía Hermione—. A lo mejor el que atacaba a la gente era otro monstruo...

— Exacto- dijo Rubeus encantado de que alguien lo comprendiera.

— ¿Cuántos monstruos crees que puede albergar este castillo? —le preguntó
Ron, aburrido.

— En primero teníamos a Fluffy, el calamar gigante y Norberto que sepamos.- dijo Harry contando- Y no quiero ni enumerar los del año pasado que por cierto ¡incluían una esfinge!- exclamó.

— De acuerdo- dijo Ron- De acuerdo, había olvidado que Hogwarts no es una escuela normal.

—Ya sabíamos que a Hagrid lo habían expulsado —dijo Harry, apenado—. Y supongo que entonces los ataques cesaron. Si no hubiera sido así, a Ryddle no le habrían dado ningún premio.

— Bueno, pudo ser utilizado como chivo espiratorio por el verdadero culpable.- dijo Tonks con lógica.

Ron intentó verlo de otro modo.
—Ryddle me recuerda a Percy. Pero ¿por qué tuvo que delatar a Hagrid?

— ¿Porqué estaba muriendo gente?- respondió su hermano mayor indignado.- Y deja de compararme con Ryddle.

 — Creeme hermano, Riddle no es nada parecido a ti.- respondió Ron con voz funesta.

—El monstruo había matado a una persona, Ron —contestó Hermione.
—Y Ryddle habría tenido que volver al orfanato muggle si hubieran cerrado Hogwarts —dijo Harry—. No lo culpo por querer quedarse aquí.

Petunia y Dudley miraron la mesa con atención.

Ron se mordió un labio y luego vaciló al decir:
—Tú te encontraste a Hagrid en el callejón Knockturn, ¿verdad, Harry?
—Dijo que había ido a comprar un repelente contra las babosas carnívoras —dijo Harry con presteza.

— Y era cierto.- se defendió este indignado.

Se quedaron en silencio. Tras una pausa prolongada, Hermione tuvo una idea elemental.
— ¿Por qué no vamos y le preguntamos a Hagrid?

— Así él os podrá explicar lo equivocados que estáis.- dijo Frank rotundamente.

—Sería una visita muy cortés —dijo Ron—. Hola, Hagrid, dinos, ¿has estado  últimamente dejando en libertad por el castillo a una cosa furiosa y peluda?

— Tu sarcasmo me mata hermanito.- dijo Fred mientras George asentía entre carcajadas.

Al final, decidieron no decir nada a Hagrid si no había otro ataque, y como los días se sucedieron sin siquiera un susurro de la voz que no salía de ningún sitio, albergaban la esperanza de no tener que hablar con él sobre el motivo de su expulsión.

— Que tiernos- murmuró Molly despeinando a su hijos.

Ya habían pasado casi cuatro meses desde que petrificaron a Justin y a Nick Casi Decapitado, y parecía que todo el mundo creía que el agresor, quienquiera que fuese, se había retirado, afortunadamente.

— Ilusos de nosotros.- suspiraron todos a la vez.

Peeves se había cansado por fin de su canción ¡Oh, Potter, eres un zote!; Ernie Macmillan, un día, en la clase de Herbología, le pidió cortésmente a Harry que le pasara un cubo de hongos saltarines,

— ¡Que gran progreso!- ironizó Susan haciendo que su amigo se sonrojara.

y en marzo algunas mandrágoras montaron una escandalosa fiesta en el Invernadero 3. Esto puso muy contenta a la profesora Sprout.

— A mi madre no le pone contenta cuando James Sirius organiza una fiesta loca.- se quejó Albus con un puchero.

— Tu madre no pretende cortar a tu hermano en trocitos y hacer una poción con él cuando llegue a la edad adulta.

—En cuanto empiecen a querer cambiarse unas a las macetas de otras, sabremos que han alcanzado la madurez —dijo a Harry—. Entonces podremos revivir a esos pobrecillos de la enfermería.

— Los hábitos de las mandrágoras son decididamente interesantes.- comentó Dudley.

— Yo podría explicarte algo sobre ellas si quieres.- ofreció Neville y Dudley le respondió con una sonrisa.

Durante las vacaciones de Semana Santa, los de segundo tuvieron algo nuevo en que pensar. Había llegado el momento de elegir optativas para el curso siguiente, decisión que al menos Hermione se tomó muy en serio.

— Es muy importante.- exclamó esta a la defensiva.

—Podría afectar a todo nuestro futuro —dijo a Harry y Ron, mientras repasaban minuciosamente la lista de las nuevas materias, señalándolas.
—Lo único que quiero es no tener Pociones —dijo Harry.

— Esa es obligatoria.- se quejaron todos los demás.

—Imposible —dijo Ron con tristeza—. Seguiremos con todas las materias que  tenemos ahora. Si no, yo me libraría de Defensa Contra las Artes Oscuras.

— Creía que era tu favorita.- dijo Rose.

— Lo es pero con Lockhart era una perdida de tiempo.- contestó este.

— ¡Pero si ésa es muy importante! —dijo Hermione, sorprendida.
—No tal como la imparte Lockhart —repuso Ron—. Lo único que me ha enseñado es que no hay que dejar sueltos a los duendecillos.

— Bueno, es una lección importante.- se burló Remus.

Neville Longbottom había recibido carta de todos los magos y brujas de su familia, y cada uno le aconsejaba materias distintas.

— Les dije a esa panda de idiotas que no te abrumaran.- se quejó Augusta.

—Abuela tu me mandaste dos cartas diciendome exactamente que asignaturas debía coger y porque.- le recordó Neville.

— Pero yo soy tu abuela.- le recordó esta.

Confundido y preocupado, se sentó a leer la lista de las materias y les preguntaba a todos si pensaban que Aritmancia era más difícil que Adivinación Antigua.

— Definitivamente.- respondieron todos los que habían congido aritmancia.

Dean Thomas, que, como Harry, se había criado con muggles, terminó cerrando los ojos y apuntando a la lista con la varita mágica, y escogió las materias que había tocado al azar.

— Buen método.- se burló Seamus.

Hermione no siguió el consejo de nadie y las escogió todas.

— Está más chiflada que Remus y Lily.- se exclamó James.

— Ellos como mínimo no cogieron adivinació.- recordó Sirius.

Harry sonrió tristemente al imaginar lo que habrían dicho tío Vernon y tía Petunia si les consultara sobre su futuro de mago. Pero alguien lo ayudó: Percy Weasley se desvivía por hacerle partícipe de su experiencia.

— Bien hecho hijo.- le felicitó Arthur.

— Percy, ese año me ayudaste muchísimo y no recuerdo hacerte dado las gracias ni una sola vez.- empezó Harry- Lo siento.

— Mientras seas el mejor amigo de mi hermano pequeño serás mi hermano honorífico lo cual implica que te abrumo con consejos que no has pedido y que no agradeces.- le respondió este con una sonrisa.

—Depende de adónde quieras llegar, Harry —le dijo—. Nunca es demasiado pronto para pensar en el futuro,

— Este a los tres años me pidió que le apuntara a clases de oratoria por que “shaber hablad bien esh importante pada un político, papa”- imitó Arthur haciendo sonrojar a su hijo.

así que yo te recomendaría Adivinación. La gente dice que los estudios muggles son la salida más fácil, pero personalmente creo que los magos deberíamos tener completos conocimientos de la comunidad no mágica, especialmente si queremos trabajar en estrecho contacto con ellos.

Arthur sonrió con tanto orgullo que parecía estar a punto de explotar lo cual hizo que Percy se sintiera algo incómodo.

Mira a mi padre, tiene que tratar todo el tiempo con muggles. A mi hermano Charlie siempre le gustó el trabajo al aire libre, así que escogió Cuidado de Criaturas Mágicas. Escoge aquello para lo que valgas, Harry.

— Gran consejo.- apuntó James.

Pero lo único que a Harry le parecía que se le daba realmente bien era el quidditch.

— Y solo hay clases de vuelo en primero- dijo Oliver con tristeza.

— Desgraciadamente- apuntaron Alex y Gwen con un suspiro.

Terminó eligiendo las mismas optativas que Ron, pensando que si era muy malo en ellas, al menos contaría con alguien que podría ayudarle.

— Creo que al final me ayudaste más tu a mi que al revés.- comentó este.

— No, al final Hermione nos ayudó más que nadie.- le recordó Harry.

A Gryffindor le tocaba jugar el siguiente partido de quidditch contra Hufflepuff. Wood los machacaba con entrenamientos en equipo cada noche después de cenar,

— Y cada mañana antes de desayunar.- recordaron los demás integrantes del equipo.

de forma que Harry no tenía tiempo para nada más que para el quidditch y para hacer los deberes.

— Al menos al ser la estrella del equipo te daba tiempo para hacer los deberes.- dijo Angelina.

— Yo tenía que elegir entre los deberes y dormir.- le explicó Alicia.

Sin embargo, los entrenamientos iban mejor, y la noche anterior al partido del sábado se fue a la cama pensando que Gryffindor nunca había tenido más posibilidades de ganar la copa.

— Pero en su primer año tampoco y perdieron.- redordó Remus.

— Cállate.- le gritaron sus dos mejores amigos.

Pero su alegría no duró mucho. Al final de las escaleras que conducían al dormitorio se encontró con Neville Longbottom, que lo miraba desesperado.
—Harry, no sé quién lo hizo. Yo me lo encontré...

— ¿El qué?- preguntó Frank asustado.

Mirando a Harry aterrorizado, Neville abrió la puerta. El contenido del baúl de Harry estaba esparcido por todas partes. Su capa estaba en el suelo, rasgada. Le habían levantado las sábanas y las mantas de la cama, y habían sacado el cajón de la mesita y el contenido estaba desparramado sobre el colchón.

— Tal vez exageré.- reconocio Ginny en un susurro.

Harry fue hacia la cama, pisando algunas páginas sueltas de Recorridos con los trols. No podía creer lo que había sucedido. En el momento en que Neville y él hacían la cama, entraron Ron, Dean y Seamus.
Dean gritó:
— ¿Qué ha sucedido, Harry?

— Eso quería yo saber.- contestó este.

—No tengo ni idea —contestó. Ron examinaba la túnica de Harry. Habían dado la vuelta a todos los bolsillos.
—Alguien ha estado buscando algo

— Brillante deducción- se mofaron los gemelos.

—dijo Ron—. ¿Qué te falta?

— Buena pregunta- le felicitó Arthur- Hay que ser práctico.

Harry empezó a coger sus cosas y a dejarlas en el baúl. Hasta que hubo separado el último libro de Lockhart, no se dio cuenta de qué era lo que faltaba.
—Se han llevado el diario de Ryddle —dijo a Ron en voz baja.

— Por supuesto.- suspiró Tonks.

— ¿Qué?
Harry señaló con la cabeza hacia la puerta del dormitorio, y Ron lo siguió. Bajaron corriendo hasta la sala común de Gryffindor, que estaba medio vacía, y encontraron a Hermione, sentada, sola, leyendo un libro titulado La adivinación antigua al alcance de todos.

— Nunca es pronto para empezar a prepararse- se defendió esta.

A Hermione la noticia la dejó aterrorizada.
—Pero... sólo puede haber sido alguien de Gryffindor. Nadie más conoce la contraseña.

— Pequeña- empezó Sirius- Si yo he entrado en todas las salas comunes de Hogwarts, alguien que lo conoce lo suficientemente bien como para encontrar la cámara no hubiera tenido ningun problema en entrar.

—En efecto —confirmó Harry.
Despertaron al día siguiente con un sol intenso y una brisa ligera y refrescante.
— ¡Perfectas condiciones para jugar al quidditch! —dijo Wood emocionado a los de la mesa de Gryffindor, llevando los platos con los huevos revueltos—. ¡Harry, levanta el ánimo, necesitas un buen desayuno!

— Dios, tu y el quidditch.- dijo Katie negando con la cabeza divertida.

Harry había estado observando la mesa abarrotada de Gryffindor, preguntándose si tendría delante de las narices al nuevo poseedor del diario de Ryddle. Hermione lo intentaba convencer de que notificara el robo, pero a Harry no le gustaba la idea. Tendría que contar todo lo referente al diario a algún profesor,

— Cosa que deberías haber hecho antes.- le dijo Lily molesta.

¿y cuánta gente sabía por qué habían expulsado a Hagrid hacía cincuenta años?

— Oh- entendió su madre- Intentabas proteger a Hagrid.- una sonrisa enternecida apareció en sus labios.

No quería ser él quien lo sacara de nuevo a la luz.

— No hubiese cambiado mucho las cosas.- comentó Hagrid.

Al abandonar el Gran Comedor con Ron y Hermione para ir a recoger su equipo de quidditch, otro motivo de preocupación se añadió a la creciente lista de Harry. Acababa de poner los pies en la escalera de mármol cuando oyó de nuevo aquella voz:
—Matar esta vez... Déjame desgarrar... Despedazar...

— Y ppor supuesto que tenía que ser antes de un partido.- dijo Oliver furioso.

Harry dio un grito, y Ron y Hermione se separaron de él asustados.
— ¡La voz! —dijo Harry, mirando a un lado—. Acabo de oírla de nuevo, ¿vosotros no?

— Eso de que no podáis oírla es cada vez más raro.- dijo Tonks.

— ¿A lo mejor Harry es esquizofrénico y el heredero a la vez?- preguntó Luna inocentemente.

Ron, con los ojos muy abiertos, negó con la cabeza. Hermione, sin embargo, se llevó una mano a la frente.
— ¡Harry, creo que acabo de comprender algo! ¡Tengo que ir a la biblioteca!

— Por supuesto.- dijeron Harry y Ron girando los ojos al unísono.

Y se fue corriendo por las escaleras.
— ¿Qué habrá comprendido? —dijo Harry distraídamente, mirando alrededor, intentando averiguar de dónde podía provenir la voz.

— Porqué habí macarrones para comer.- le respondió esta con sarcasmo.

—Muchas más cosas que yo —respondió Ron, negando con la cabeza.

— Gran respuesta.- sonrió Charlie.

—Pero ¿por qué habrá tenido que irse a la biblioteca?
—Porque eso es lo que Hermione hace siempre —contestó Ron, encogiéndose de hombros—. Cuando le entra alguna duda, ¡a la biblioteca!

— Allí hay mucha información.- se defendió la chica.

Harry se quedó indeciso, intentando volver a captar la voz, pero los alumnos empezaron a salir del Gran Comedor hablando alto, hacia la puerta principal. Iban al campo de quidditch.
—Será mejor que te muevas —dijo Ron—. Son casi las once..., el partido.

— Qué por supuesto es más importante que evitar un ataque.- ironizó Allie.

— Por supuesto.- secundaron Scorp y Albus sin captar el sarcasmo.

Harry subió a la carrera la torre de Gryffindor, cogió su Nimbus 2.000 y se mezcló con la gente que se dirigía hacia el campo de juego. Pero su mente se había quedado en el castillo,

— No puedes jugar estando desconcentrado.- rugió Oliver muy molesto.

donde sonaba la voz que no salía de ningún sitio, y mientras se ponía su túnica de juego en los vestuarios, su único consuelo era saber que todos estaban allí para ver el partido. Los equipos saltaron al campo de juego en medio del clamor del público. Oliver Wood despegó para hacer un vuelo de calentamiento alrededor de los postes, y la señora Hooch sacó las bolas. Los de Hufflepuff, que jugaban de color amarillo canario, se habían reunido para repasar la táctica en el último minuto.

— Trabajando hasta el último minuto.- dijo orgullosamente Smith.

Harry acababa de montarse en la escoba cuando la profesora McGonagall llegó corriendo al campo, llevando consigo un megáfono de color púrpura.

— ¿Por que me da mala espina?- preguntó Sirius.

—El partido acaba de ser suspendido —gritó por el megáfono la profesora, dirigiéndose al estadio abarrotado. Hubo gritos y silbidos. Oliver Wood, con aspecto desolado, aterrizó y fue corriendo a donde estaba la profesora McGonagall sin desmontar de la escoba.

— Parecía que le hubiesen suspendido las navidades.- se burló Fred.

— Y el aniversario.- añadió George.

— Y las vacaciones de Pascua.- prosiguió Angelina.

— Y los fines de semana.- terminó Alicia.

— ¡Pero profesora! —gritó—. Tenemos que jugar... la Copa... Gryffindor...

— Pobre- se compadeció Katie  besándole en los labios con suavidad.

La profesora McGonagall no le hizo caso y continuó gritando por el megáfono:
—Todos los estudiantes tienen que volver a sus respectivas salas comunes, donde les informarán los jefes de sus casas. ¡Id lo más deprisa que podáis, por favor!

— Ha habido otro ataque.- anunció Remus con el rostro pálido.

Luego bajó el megáfono e hizo una seña a Harry para que se acercara.
—Potter, creo que será mejor que vengas conmigo.

— ¿Todavía siguen con eso?- preguntó Lily indignada- ¡Mi hijo no ha hecho nada malo!

— No era eso Lily, te lo aseguro.- dijo la profesora.

Preguntándose por qué sospecharía de él en aquella ocasión, Harry vio que Ron se separaba de la multitud descontenta y se unía a ellos corriendo para volver al castillo.

— Siempre juntos.- sonrió el pelirrojo.

Para sorpresa de Harry, la profesora McGonagall no se opuso.  
—Sí, quizá sea mejor que tú también vengas, Weasley.

— ¡¿Y ahora encima acusan también a mi niño?!- Molly se sumó a la indignación de Lily.

Algunos de los estudiantes que había a su alrededor rezongaban por la suspensión del partido y otros parecían preocupados. Harry y Ron siguieron a la profesora McGonagall y, al llegar al castillo,  subieron con ella la escalera de mármol. Pero esta vez no se dirigían a ningún despacho.
—Esto os resultará un poco sorprendente —dijo la profesora McGonagall con voz  amable cuando se acercaban a la enfermería—. Ha habido otro ataque... Un ataque doble.

— ¿Doble?- preguntó Lia con la garganta seca.

A Harry le dio un brinco el corazón. La profesora McGonagall abrió la puerta y entraron en la enfermería. La señora Pomfrey atendía a una muchacha de quinto curso con el pelo largo y rizado. Harry reconoció en ella a la chica de Ravenclaw a la que por error habían preguntado cómo se iba a la sala común de Slytherin.

— Lo siento.- dijo Oliver pasando la mano por los hombros de Percy.

— ¿Tú novia?- le preguntó Charlie con simpatía.

— En ese tiempo lo era.- afirmó el chico algo decaído.

— Puede ser doloroso de pasar por eso otra vez, aunque solo sea escuchandolo- le animó su hermano- Pero recuerda que todo eso ya pasó y que ella está bien ahora.

Y en la cama de al lado estaba...
— ¡Hermione! —gimió Ron.

— ¡No!- Sirius se quedó sin aliento.

— Pobrecilla- dijo Molly abrazándola con todas sus fuerzas.

Hermione yacía completamente inmóvil, con los ojos abiertos y vidriosos.
—Las encontraron junto a la biblioteca —dijo la profesora McGonagall—.

— Mira que separarte de los chicos aun sabiendo que había ese monstruo suelto.- la regañó cariñosamente la mujer todavía abrazándola.

Supongo que no podéis explicarlo. Esto estaba en el suelo, junto a ellas...
Levantó un pequeño espejo redondo.

— Interesante, muy interesante.- comentó Alastor acariciándose la barbilla.

Harry y Ron negaron con la cabeza, mirando a Hermione.
—Os acompañaré a la torre de Gryffindor —dijo con seriedad la profesora
McGonagall—. De cualquier manera, tengo que hablar a los estudiantes.

— Esto no puede ser bueno.- dijo James preocupado.

—Todos los alumnos estarán de vuelta en sus respectivas salas comunes a las seis en punto de la tarde.

— ¿Y que pasa con los entrenamientos de quidditch?- preguntó Alex.

— Que se suspenden.- le respondió su hermana con dolor.

Ningún alumno podrá dejar los dormitorios después de esa hora.

— Por favor, los ataques se dieron en todos los momentos del día, esa norma es completamente estúpida.- se quejó Sus.

Un profesor os acompañará siempre al aula.

— Esto empieza a parecerse más a una prisión que a una escuela.- refunfuñó Remus.

Ningún alumno podrá entrar en los servicios sin ir acompañado por un profesor.

— No hubiesemos sobrevivido dos días con esas normas Canuto.- dijo James.

— Desde luego que no Cornamenta.- respondió este.

Se posponen todos los partidos y entrenamientos de quidditch. No habrá más actividades extraescolares.

— ¿Porqué no me matáis ya de paso?- preguntó Oliver que parecía estar en agonía.

Los alumnos de Gryffindor, que abarrotaban la sala común, escuchaban en silencio a la profesora McGonagall, quien al final enrolló el pergamino que había estado leyendo y dijo con la voz entrecortada por la impresión:
—No necesito añadir que rara vez me he sentido tan consternada. Es probable que se cierre el colegio si no se captura al agresor.

— NO, por favor, no.- pidió Lia en un susurro.

Si alguno de vosotros sabe de alguien que pueda tener una pista, le ruego que lo diga.

— Y esa es vuestra señal para explicárselo todo, chicos.- les dijo Arthur.

La profesora salió por el agujero del retrato con cierta torpeza, e inmediatamente los alumnos de Gryffindor rompieron el silencio.
—Han caído dos de Gryffindor, sin contar al fantasma, que también es de Gryffindor, uno de Ravenclaw y otro de Hufflepuff —dijo Lee Jordan, el amigo de los gemelos Weasley, contando con los dedos—. ¿No se ha dado cuenta ningún profesor de que los de Slytherin parecen estar a salvo?

— También es cierto que estadísticamente no hay muchos hijos de muggle en Slytherin.- puntualizó Theo.

¿No es evidente que todo esto proviene de Slytherin?

— Nosotros no tuvimos nada que ver.- se defendió Daphne.

El heredero de Slytherin, el monstruo de Slytherin... ¿Por qué no expulsan a todos los de Slytherin?

— Eso sería sumamente injusto, son inocentes si no todos, la mayoría, y tienen el mismo derecho que tú a asistir a esta escuela.- gruñó Padma.

— Realmente este comentario es muy segregador, sobretodo para un Gryffindor que grita estar a favor de la integración de todo el mundo.- le dijo Terry muy fríamente.

—preguntó con fiereza. Hubo alumnos que asintieron y se oyeron algunos aplausos aislados.
Percy Weasley estaba sentado en una silla, detrás de Lee, pero por una vez no parecía interesado en exponer sus puntos de vista.

— Vaya, si que estabas afectado- dijo Bill sin sorna y con mucha preocupación.

Estaba pálido y parecía ausente.

— Perce.- murmuró Molly acariciándole el pelo.

—Percy está asustado —dijo George a Harry en voz baja—. Esa chica de Ravenclaw.., Penélope Clearwater..., es prefecta. Supongo que Percy creía que el monstruo no se atrevería a atacar a un prefecto.

— No era miedo.- dijo Percy indignado.

— Ahora lo sé- dijo George- Pero como lo mantuvisteis en secreto tuve que tratar de adivinar como es que estabas tan afectado.

Pero Harry sólo escuchaba a medias. No parecía poder olvidar la imagen de Hermione, inmóvil sobre la cama de la enfermería, como esculpida en piedra. Y si no pillaban pronto al culpable, él tendría que pasar el resto de su vida con los Dursley.

— Te vendrías a vivir conmigo.- declaró Ron con fuerza.

— A partir de ahora las cosas canviaran en casa, Harry- dijo Petunia- Y si quieres que alguien venga a visitarte durante el verano solo pídelo.

Tom Ryddle había delatado a Hagrid ante la perspectiva del orfanato muggle si se cerraba el colegio. Harry entendía perfectamente cómo se había sentido.  

— O creía que lo hacía.- murmuró el muchacho.

— ¿Qué vamos a hacer? —preguntó Ron a Harry al oído—. ¿Crees que sospechan  de Hagrid?

— No, a todos se les ha olvidado que fue el acusado de la última vez.- ironizó Scorpius.

—Tenemos que ir a hablar con él —dijo Harry, decidido—. No creo que esta vez sea él, pero si fue el que lo liberó la última vez, también sabrá llegar hasta la Cámara de los Secretos, y algo es algo.

— Nunca he estado en esa maldita cámara.- dijo el semi gigante empezando a cabrearse.

—Pero McGonagall nos ha dicho que tenemos que permanecer en nuestras torres cuando no estemos en clase...

— ¿Y desde cuando la obedecéis?- preguntó Hermione.

—Creo —dijo Harry, en voz todavía más baja— que ha llegado ya el momento de volver a sacar la vieja capa de mi padre.

— Medio año, mi capa a pasado medio año en un baúl.- murmuró James molesto.

Harry sólo había heredado una cosa de su padre: una capa larga y plateada para hacerse invisible. Era su única posibilidad para salir a hurtadillas del colegio y visitar a Hagrid sin que nadie se enterara. Fueron a la cama a la hora habitual, esperaron a que Neville, Dean y Seamus hubieran dejado de hablar sobre la Cámara de los Secretos y se durmieran, y entonces se levantaron, volvieron a vestirse y se cubrieron con la capa.

— A merodear se ha dicho- exclamaron encantados Sirius y James.

El recorrido por los corredores oscuros del castillo no fue en absoluto agradable. Harry, que ya en ocasiones anteriores había caminado por allí de noche, no lo había visto nunca, después de la puesta del sol, tan lleno de gente: profesores, prefectos y fantasmas circulaban por los corredores en parejas, buscando cualquier detalle sospechoso.

— Como materia invisible.- refunfuñó Snape mirándoles mal.

Como, a pesar de llevar la capa invisible, hacían el mismo ruido de siempre, hubo un instante especialmente tenso cuando Ron se dio un golpe en un dedo del pie, y estaban muy cerca del lugar en que Snape montaba guardia.

— Por supuesto.- dijeron los gemelos Weasley- Que no se cuestionara la suerte que tienen.

Afortunadamente, Snape estornudó en el momento preciso en que Ron gritó.

— Tenéis un ángel de la guardia muy poderoso.- murmuró Lily soltando un suspiro.

Cuando finalmente alcanzaron la puerta principal de roble y la abrieron con cuidado, suspiraron aliviados. Era una noche clara y estrellada. Avanzaron con rapidez guiándose por la luz de las ventanas de la cabaña de Hagrid, y no se desprendieron de la capa hasta que hubieron llegado ante la puerta.

— Bien hecho.- les felicitó Remus.

Unos segundos después de llamar, Hagrid les abrió. Les apuntaba con una ballesta, y Fang, el perro jabalinero, ladraba furiosamente detrás de él.

— Menudo recibimiento.- ironizó Blaine.

— ¡Ah! —dijo, bajando el arma y mirándolos—. ¿Qué hacéis aquí los dos?

— Preguntarte direcciones hacia la cámara de los secretos.- le respondió Luna.

— ¿Para qué es eso? —preguntó Harry, señalando la ballesta al entrar.
—Nada, nada... —susurró Hagrid—. Estaba esperando... No importa... Sentaos, prepararé té.
Parecía que apenas sabía lo que hacía. Casi apagó el fuego al derramar agua de la  tetera metálica, y luego rompió la de cerámica de puros nervios al golpearla con la mano.

— Pobrecillo.- murmuró Lavander- Tienen miedo de que lo vuelvan a acusar.

— ¿Estás bien, Hagrid? —dijo Harry—. ¿Has oído lo de Hermione?
— ¡Ah, sí, claro que lo he oído! —dijo Hagrid con la voz entrecortada.

— Padrino.- murmuró Al preocupado.

Miró por la ventana, nervioso. Les sirvió sendas jarritas llenas sólo de agua hirviendo (se le había olvidado poner las bolsitas de té).

— Lo siento.- murmuró en voz muy baja este.

Cuando les estaba poniendo en un plato un trozo de pastel de frutas, aporrearon la puerta.  Se le cayó el pastel.

— Al menos Fang debió ponerse muy contento.- comentó Frank.

Harry y Ron intercambiaron miradas de pánico, se echaron encima la capa para hacerse invisibles y se retiraron a un rincón oculto. Tras asegurarse de que no se les veía, Hagrid cogió la ballesta y fue otra vez a abrir la puerta.
—Buenas noches, Hagrid.
Era Dumbledore. Entró, muy serio,

— Mala señal.- susuraron todos los alumnos mirando al eternamente sonriente director.

seguido por otro individuo de aspecto muy raro.

— Mi aspecto no es raro.- rugió el Ministro interrumpiendo su lectura.

El desconocido era un hombre bajo y corpulento, con el pelo gris alborotado y expresión nerviosa. Llevaba una extraña combinación de ropas: traje de raya diplomática, corbata roja, capa negra larga y botas púrpura acabadas en punta.

— ¿Qué tiene eso de raro?- preguntó este mientras Draco y Blaine lo miraban casi ofendidos.

Sujetaba  bajo el brazo un sombrero hongo verde lima.
— ¡Es el jefe de mi padre! —musitó Ron—. ¡Cornelius Fudge, el ministro de Magia!

— Lo sabíamos.- respondieron los del gran comedor.

Harry dio un codazo a Ron para que se callara. Hagrid estaba pálido y sudoroso. Se dejó caer abatido en una de las sillas y miró a Dumbledore y luego a Cornelius Fudge.
— ¡Feo asunto, Hagrid! —dijo Fudge, telegráficamente—. Muy feo. He tenido que venir. Cuatro ataques contra hijos de muggles. El Ministerio tiene que intervenir.

— Sería la primera vez.- gruñeron los alumnos- Al menos, la primera vez que lo hacne competentemente.- terminó Neville.

—Yo nunca... —dijo Hagrid, mirando implorante a Dumbledore—. Usted sabe que yo nunca, profesor Dumbledore, señor...

— Lo sé, Hagrid.- sonrió afablemente este- Y siento muchísimo no haber podido hacer nada para evitarlo.

— Ha hecho más por mi que nadie más, director.- contestó el guardabosques.

—Quiero que quede claro, Cornelius, que Hagrid cuenta con mi plena confianza  —dijo Dumbledore, mirando a Fudge con el entrecejo fruncido.

— Dasa tu plena confianza demasiado rápidamente Dumbledore- le regañó Alastor- No va por ti, Hagrid.- añadió al ver que estaba ofendiendo al semigigante. Su ojo mágico no se apartaba de Snape.

—Mira, Albus —dijo Fudge, incómodo—. Hagrid tiene antecedentes. El Ministerio tiene que hacer algo... El consejo escolar se ha puesto en contacto...

— Os presionan y necesitais un chivo expiatorio.- resumió Ginny indignada.

—Aun así, Cornelius, insisto en que echar a Hagrid no va a solucionar nada —dijo Dumbledore. Los ojos azules le brillaban de una manera que Harry no había visto nunca.

— Era impotencia Harry- dijo Dumbledore- No hay nada más doloroso que no poder proteger a los tuyos.

—Míralo desde mi punto de vista —dijo Fudge, cogiendo el sombrero y haciéndolo girar entre las manos—. Me están presionando. Tengo que acreditar que hacemos algo.

—  Dios es usted tan hipócrita que da asco.- dijo Al sacando la varita.

— Albus Potter detente ahora.- le ordenó Hagrid- Todos sabemos lo patético que es no hace falta hechizarle y eso te metería en un lío.

— Te ha salvado mi padrino.- le comentó amenazadoramente Al a Fudge guardando su varita.

Si se demuestra que no fue Hagrid, regresará y no habrá más que decir.

— ¿Ni siquiera un “siento haberte arruinado otra parte de tu vida al no saber aguantar la presión ni resolver los problemas que se me presentan”?- preguntó Luna con inocencia.

Pero tengo que llevármelo. Tengo que hacerlo. Si no, no estaría cumpliendo con mi deber...

— Tu deber no te importa en absoluto.- rugió Percy rojo de rabia.

— ¿Llevarme? —dijo Hagrid, temblando—. ¿Llevarme adónde?
—Sólo por poco tiempo —dijo Fudge, evitando los ojos de Hagrid—. No se trata de un castigo,

— Eso está claro, no se le puede castigar si no ha hecho nada malo.- rugió Scorpius.

Hagrid, sino más bien de una precaución. Si atrapamos al culpable, a usted se le dejará salir con una disculpa en toda regla.

— Claro, eso lo soluciona todo.- ironizó Harry.

— ¿No será a Azkaban? —preguntó Hagrid con voz ronca.

— No pueden.- dijo James con la voz rota- No pueden llevarlo a Azcaban siendo inocente.- Sirius rompió a reír, pero era una risa sin vida y espantosa.

Antes de que Fudge pudiera responder, llamaron con fuerza a la puerta. Abrió Dumbledore. Ahora fue Harry quien recibió un codazo en las costillas,  porque había dejado escapar un grito ahogado bien audible. El señor Lucius Malfoy entró en la cabaña de Hagrid con paso decidido, envuelto  en una capa de viaje negra y con una gélida sonrisa de satisfacción.

— Esto tiene que ser peor que malo.- susurró Arthur.

Fang se puso a aullar.

— Pero listo.- sonrió Scorp.

— ¡Ah, ya está aquí, Fudge! —dijo complacido al entrar—. Bien, bien...
— ¿Qué hace usted aquí? —le dijo Hagrid furioso—. ¡Salga de mi casa!

— Buena reacción.- le felicitaron los merodeadores.

—Créame, buen hombre, que no me produce ningún placer entrar en esta... ¿la ha llamado casa? —repuso Lucius Malfoy contemplando la cabaña con desprecio—.

— Estúpido elitista snob.- refunfuñó Molly.

Simplemente, he ido al colegio y me han dicho que el director estaba aquí.
— ¿Y qué es lo que quiere de mí, exactamente, Lucius? —dijo Dumbledore.

— Nada bueno.- suspiró Draco con algo de vergüenza.

Hablaba cortésmente, pero aún tenía los ojos azules llenos de furia.
—Es lamentable, Dumbledore —dijo perezosamente el señor Malfoy, sacando un rollo de pergamino—, pero el consejo escolar ha pensado que es hora de que usted abandone.

— ¡¿Qué?!- Alice, Lia y Frank soltaron un grito a la vez.

— No pueden, no pueden hacer eso.- exclamó Augusta- Mi nieto, no pueden dejarle desprotegido.

— Desgraciadamente podían Augustaa.- contestó McGonagall.

Aquí traigo una orden de cese, y aquí están las doce firmas.

— ¿Cuántas eran falcificadas?- preguntó Tonks.

Me temo que este asunto se le ha escapado de las manos. ¿Cuántos ataques ha habido ya? Otros dos esta tarde, ¿no es cierto? A este ritmo, no quedarán en Hogwarts alumnos de familia muggle, y todos sabemos el gran perjuicio que ello supondría para el colegio.

— Hipócrita pretencioso.- los dientes de James y Sirius rechinaban sonoramente.

— ¿Qué? ¡Vaya, Lucius! —dijo Fudge, alarmado—, Dumbledore cesado... No, no..., lo último que querría, precisamente ahora...

— Pero si no es completamente idiota.- exclamó un muy sorprendido Ernie.

—El nombramiento y el cese del director son competencia del consejo escolar, Fudge —dijo con suavidad el señor Malfoy—. Y como Dumbledore no ha logrado detener las agresiones...
—Pero, Lucius, si Dumbledore no ha logrado detenerlas —dijo Fudge, que tenía el labio superior empapado en sudor—, ¿quién va a poder?

— Nadie, por eso echa a  Dumbledore, para dejarle el camino libre al heredero.- explicó Draco.

—Ya se verá —respondió el señor Malfoy con una desagradable sonrisa—. Pero como los doce hemos votado...
Hagrid se levantó de un salto, y su enredada cabellera negra rozó el techo.
— ¿Y a cuántos ha tenido que amenazar y chantajear para que accedieran, eh, Malfoy? —preguntó.

— Todos.- respondió Dumbledore con una sonrisa orgullosa.

—Muchacho, muchacho, por Dios, este temperamento suyo le dará un disgusto un día de éstos —dijo Malfoy—.

— O te lo dará a ti Malfoy.- contestó el semi gigante cerrando los puños.

Me permito aconsejarle que no grite de esta manera a los carceleros de Azkaban. No creo que se lo tomen a bien.

—  ¡Cabrón!- se le escapó a Percy.

— ¡Percival!- respondió su madre horrorizada- Entiendo el sentimiento pero eso no te da el derecho de usar esas palabras.

— ¡Puede quitar a Dumbledore! —chilló Hagrid, y Fang, el perro jabalinero, se encogió y gimoteó en su cesta—. ¡Lléveselo, y los alumnos de familia muggle no tendrán ni una oportunidad! ¡Y habrá más asesinatos!

— Exactamente lo que quiere.- dijo Draco con la voz muerta.

—Cálmate, Hagrid —le dijo bruscamente Dumbledore. Luego se dirigió a Lucius Malfoy—. Si el consejo escolar quiere mi renuncia, Lucius, me iré.
—Pero... —tartamudeó Fudge.
— ¡No! —gimió Hagrid.

... junto con todos los demás miembros del gran comedor.

Dumbledore no había apartado sus vivos ojos azules de los ojos fríos y grises de  Malfoy.
—Sin embargo —dijo Dumbledore, hablando muy claro y despacio, para que todos entendieran cada una de sus palabras—, sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel.

— No entiendo esa frase.- murmuró Denis.

— Yo tampoco.- le recomfortó su hermano mayor.

Y Hogwarts siempre ayudará al que lo pida.

— Siempre y cuando ese alguien sea de gryffindor.- añadió en voz baja un indignado Theo.

Durante un instante, Harry estuvo convencido de que Dumbledore les había guiñado un ojo, mirando hacia el rincón donde Ron y él estaban ocultos.

— Puede que oyese algunos ruidos provenientes de esa dirección y juntara 2 y 2.- reconoció el director.

—Admirables sentimientos —dijo Malfoy, haciendo una inclinación—. Todos echaremos de menos su personalísima forma de dirigir el centro, Albus, y sólo espero que su sucesor consiga evitar los... asesinatos.

— No hay persona más falsa en toda la faz de la tierra.- gruñó Scorpius.

Se dirigió con paso decidido a la puerta de la cabaña, la abrió, saludó a Dumbledore con una inclinación y le indicó que saliera. Fudge esperaba, sin dejar de manosear su sombrero,

— ¿Con nerviosismo o con miedo?- preguntó Susan, Fudge no se dignó a contestar.

a que Hagrid pasara delante, pero Hagrid no se movió, sino que respiró hondo y dijo pausadamente:
—Si alguien quisiera desentrañar este embrollo, lo único que tendría que hacer es seguir a las arañas.

— Y a usted no se le ocurrió seguir ese consejo.- apuntó Arthur mirando a Fudge.

— El ministerio tiene cosas más importantes que hacer que perseguir insectos.- dijo este con arrogancia.

— Sí, como por ejemplo encerrar a personas inocentes y humillar a un niño solo por tener más corage que todos vosotros juntos.- puntualizó Sirius.

Ellas lo conducirían. Eso es todo lo que tengo que decir. —Fudge lo miró extrañado—. De acuerdo, ya voy —añadió, poniéndose el abrigo de piel de topo.
Cuando estaba a punto de seguir a Fudge por la puerta, se detuvo y dijo en voz alta—: Y alguien tendrá que darle de comer a Fang mientras estoy fuera.

— No sabíamos la frecuencia con la que lo alimentabas así que le dimos comida dos veces al día.- explicó Ron.

La puerta se cerró de un golpe y Ron se quitó la capa invisible.
—En menudo embrollo estamos metidos —dijo con voz ronca—. Sin Dumbledore. Podrían cerrar el colegio esta misma noche. Sin él, habrá un ataque cada día.

— Que optimista eres, Ron.- sonrió Hermione.

Fang se puso a aullar, arañando la puerta.

— El pobre extraña a su amo.- suspiraron Parvati y Lavander.

— Yo leo el siguiente- dijo Hagrid- Aragog