sábado, 1 de octubre de 2011

El callejón Diagon

-        Me encantaría director- le contestó- El callejón Diagon 
Harry se despertó temprano aquella mañana. Aunque sabía que ya era de día, mantenía los ojos muy cerrados. «Ha sido un sueño —se dijo con firmeza—. Soñé que un gigante llamado Hagrid vino a decirme que voy a ir a un colegio de magos. Cuando abra los ojos estaré en casa, en mi alacena.»

-        Tan pesimista como su padre- dijeron Sirius, Remus y Frank.

-        ¿James es pesimista?- les preguntó Alice con curiosidad.

-        Se nota que no has compartido cuarto con él en su etapa “Lily no quiere salir conmigo”- le contestó su marido. James negaba con la cabeza para que no continuaran cosa que su hijo vio.

-        Contad más.- les pidió con una sonrisa maliciosa.

-        Bien- dijo Sirius ignorando la mirada suplicante de James.- Su frase mas recurrente era: “Me moriré si Lily no me acepta.”- James se ruborizó y los otros dos reían junto con todo el gran comedor.

-        Te equivocas Canuto- le dijo Remus- más bien era: “Ella lo es todo para mi, es perfecta,” y a partir de aquí no soltaba un monólogo de una hora sobre las virtudes de Lily- James estaba ya rojo como un tomate, el gran comedor al completo reía pero Lily lo miraba con profunda ternura.

-        Y el día que Lily le dijo que saldría antes con el calamar gigante- intervino Frank- se paso una hora diciendo “¿Qué tiene el calamar gigante que yo no tenga?”.

-        ¡Callaos ya!- les gritó James que no podía estar más rojo. Miró de reojo a su esposa esperando encontrarla riendo pero se la encontró con una gran sonrisa y con los ojos húmedos. Se giró para mirarla y ella la beso de tal manera que hizo que muchos soltaran silbidos de admiración, que Snape apartara la mirada y que Remus exclamara:

-        Chicos que hay niños presentes entre ellos vuestro hijo.- Pero este no parecía ser de la opinión de su tío por que le respondió:

-        Déjalos que disfruten que si no no naceré- sus padres se separaron muy rojos y Lily miró suplicante a su profesor favorito para que la sacara del aprieto:

Se produjo un súbito golpeteo. «Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta», pensó Harry con el corazón abrumado. Pero todavía no abrió los ojos. Había sido un sueño tan bonito...

Muchos rodaron los ojos por la negación del niño que vivió en creer en la magia.

Toc. Toc. Toc.
—Está bien —rezongó Harry—. Ya me levanto.
Se incorporó y se le cayó el pesado abrigo negro de Hagrid. La cabaña estaba  iluminada por el sol, la tormenta había pasado, Hagrid estaba dormido en el sofá y había una lechuza golpeando con su pata en la ventana, con un periódico en el pico. Harry se puso de pie, tan feliz como si un gran globo se expandiera en su interior. Fue directamente a la ventana y la abrió. La lechuza bajó en picado y dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó. Entonces la lechuza se posó en el suelo y comenzó  a atacar el abrigo de Hagrid.
—No hagas eso.

-        Págala tonto- le dijo Pansy des de la mesa de Slythering.

-        Mira niñata a mi hijo no lo insultes- le gritó Lily, Pansy se hundió en el asiento- Además no es de extrañar que Harry no supiera que tenía que hacer no sabía nada del mundo mágico. Lo has entendido o te hago un dibujo.- Todo el mundo quedó mudo y Draco intento no pensar en cuantas veces había insultado o atacado a Harry y a sus amigos.

Harry trató de apartar a la lechuza, pero ésta cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo.
— ¡Hagrid! —dijo Harry en voz alta—. Aquí hay una lechuza...
—Págala —gruñó Hagrid desde el sofá.

Hagrid miró a Lily con recelo pero esta solo le sonrió.

—¿Qué?
—Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.
El abrigo de Hagrid parecía hecho de bolsillos, con contenidos de todo tipo: manojos de llaves, proyectiles de metal, bombones de menta, saquitos de té...

-        ¿Por qué no me sorprende?- dijo Fabian girando los ojos.

Finalmente Harry sacó un puñado de monedas de aspecto extraño.
—Dale cinco knuts—dijo soñoliento Hagrid.
¿Knuts?
—Esas pequeñas de bronce.

-        Si que ha subido el precio- se quejó Frank.

-        Esto es prácticamente un robo- corroboró James de acuerdo con Frank.

Harry contó las cinco monedas y la lechuza extendió la pata, para que Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Y salió volando por la ventana abierta.
Hagrid bostezó con fuerza, se sentó y se desperezó.
—Es mejor que nos demos prisa, Harry. Tenemos muchas cosas que hacer hoy. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del colegio. Harry estaba dando la vuelta a las monedas mágicas y observándolas. Acababa de pensar en algo que le hizo sentir que el globo de felicidad en su interior acababa de pincharse.

-        ¿En que pensabas Harry?- le preguntó su padre.

-        Supongo que lo dirá.- contestó él.

—Mm... ¿Hagrid?
— ¿Sí? —dijo Hagrid, que se estaba calzando sus colosales botas.
—Yo no tengo dinero y ya oíste a tío Vernon anoche, no va a pagar para que vaya a aprender magia.

James rompió a reír descontroladamente, cuando por fin se calmó Harry le preguntó:

-        ¿Por qué ríes? Se que tenemos la cámara llena de dinero.- Esto hizo que su padre volviera a reír.

-        Por que, -le respondió su padre- supongo que estas hablando de la cámara con la llave ¿no?- su hijo asintió- Bueno, abajo tenemos cinco cámaras de alta seguridad. Una llena de galeones- enumeró- otra llena de sicklets, dos de Knuts y una de objetos de valor antiguos. Eso sin contar todas las propiedades que tenemos. Supongo que la casa del valle de Góldric, mi preferida, quedó destruida por lo que tenemos treinta-y-tres casas, seis mansiones y tres hoteles.- Harry tardó un poco en reaccionar, estaba en estado de shock.

-        ¿Por qué no lo sabía?- preguntó, Bill tomó la palabra.

-        Gringotts tiene órdenes de no decirte nada hasta los dieciocho e ir llenando la cámara de uso cotidiano hasta entonces.

-        Seguro que lo ordeno Lily- dijo James- la edad de dieciocho es la mayoría de edad muggle y así evita que Harry se gaste demasiado en caprichos. – Ron consiguió salir de su asombro para comentarle a Harry:

-        Y yo pensaba que eras rico- este asintió todavía poco recuperado de la impresión Entonces Draco saltó.

-        No es justo- dijo gritando- ¡esto significaría que es más rico que yo!

-        En tu cara Malfoy- dijo James chocando la mano con Sirius.

-        Esa lengua James.- le reprendió su esposa.

—No te preocupes por eso —dijo Hagrid, poniéndose de pie y golpeándose la cabeza—. ¿No creerás que tus padres no te dejaron nada?
—Pero si su casa fue destruida...
— ¡Ellos no guardaban el oro en la casa, muchacho! No, la primera parada para nosotros es Gringotts. El banco de los magos. Come una salchicha, frías no están mal, y no me negaré a un pedacito de tu pastel de cumpleaños.
— ¿Los magos tienen bancos?

-        Solo uno- dijo Bill hinchándose de orgullo sus hermanos y novia rodaron los ojos.

—Sólo uno. Gringotts. Lo dirigen los gnomos.
Harry dejó caer el pedazo de salchicha que le quedaba.
— ¿Gnomos? Por otra parte, tenía que visitar Gringotts de todos modos. Por Dumbledore. Asuntos de Hogwarts.

-        No Hagrid- le dijo Lily- Harry es tan curioso como James y yo juntos mejor no hagas comentarios de esos.

-        Me hubiese gustado saberlo en aquella época Lily- le dijo el semi-gigante sonriendo.

—Hagrid se irguió con orgullo—. En general, me utiliza para asuntos importantes. Buscarte a ti... sacar cosas de Gringotts... él sabe que puede confiar en mí. ¿Lo tienes todo? Pues vamos.
 Harry siguió a Hagrid fuera de la cabaña. El cielo estaba ya claro y el mar brillaba a la luz del sol. El bote que tío Vernon había alquilado todavía estaba allí, con el fondo lleno de agua después de la tormenta.
— ¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Harry; mirando alrededor, buscando otro bote.
—Volando —dijo Hagrid.

-        Difícil de imaginar- dijo Remus riendo de la imagen de Hagrid en una escoba.

-        Profesor Lupin- le dijo tímidamente Lavander- ¿usted no era más serio?

-        Solo lejos de esos dos- le explicó- son mis amigos de siempre y una influencia nefasta.- Ellos sonrieron.

-        Vamos Lunático si tú nos adoras- le dijeron haciendo que el se uniera a las risas.

-        Pues menudo cambio- le susurro Lavander a Parvati quien asintió sorprendida.

— ¿Volando?
—Sí... pero vamos a regresar en esto. No debo utilizar la magia, ahora que ya te encontré.
Subieron al bote. Harry todavía miraba a Hagrid, tratando de imaginárselo volando.

-        Difícil- murmuró el comedor- muy difícil.

—Sin embargo, me parece una lástima tener que remar —dijo Hagrid, dirigiendo a Harry una mirada de soslayo—. Si yo... apresuro las cosas un poquito, ¿te importaría no mencionarlo en Hogwarts?

-        Hagrid- le reprendió Minerva- No debiste haber hecho más magia.

-        Lo lamento.- le dijo este.

—Por supuesto que no —respondió Harry, deseoso de ver más magia.
Hagrid sacó otra vez el paraguas rosado, dio dos golpes en el borde del bote y salieron a toda velocidad hacia la orilla.
— ¿Por qué tendría que estar uno loco para intentar robar en Gringotts? —preguntó Harry.

-        Por que todo está muy protegido.- dijo Bill- nadie ha logrado sacar nunca algo de Gringotts.

-        No menciones Gringotts delante de Bill- le dijo Ron- es un fanático de ese banco.

—Hechizos... encantamientos —dijo Hagrid

Bill asintió.

, desdoblando su periódico mientras hablaba—... Dicen que hay dragones custodiando las cámaras de máxima seguridad

-        ¿En serio?- preguntó Charlie abriendo mucho los ojos.

-        En mi familia todos están obsesionados por algo- comentó Ron- Papá con los muggles, Mamá en que todo sea perfecto, Bill con Gringotts, Charlie con los dragones, los gemelos con las bromas y Ginny estaba obsesionada contigo por suerte ya se le paso.- Todos se sonrojaron excepto Ginny que dijo.

-        Mi querido hermanito- su dulce voz daba miedo- que yo sepa tú estás obsesionado con Hermione.- Esta y Ron se sonrojaron mientras todos reían.

-        No diga tonterías, pequeña víbora.- le gritó.

-        Ronald Billius Weasley- le gritó su madre.- No le hables así a tu hermana.

-        Si mamá,-respondió de mala gana- ¿podemos seguir leyendo?

  Y además, hay que saber encontrar el camino. Gringotts está a cientos de kilómetros por debajo de Londres, ¿sabes? Muy por debajo del metro. Te morirías de hambre tratando de salir, aunque hubieras podido robar algo.
Harry permaneció sentado pensando en aquello, mientras Hagrid leía su periódico, El Profeta. Harry había aprendido de su tío Vernon que a las personas les gustaba que las dejaran tranquilas cuando hacían eso , pero era muy difícil, porque nunca había tenido tantas preguntas que hacer en su vida.

-        No me hubiese molestado en absoluto Harry.- le aseguró Hagrid.

-        Gracias Hagrid.- le respondió este.

—El Ministerio de Magia está confundiendo las cosas, como de costumbre —murmuró Hagrid, dando la vuelta a la hoja.

-        Nosotros no confundimos las cosas- dijeron Fudge y Umbridge enfadados. El comedor rodó los ojos y Hagrid no se molestó en disculparse.

— ¿Hay un Ministerio de Magia? —preguntó Harry, sin poder contenerse.
—Por supuesto —respondió Hagrid—. Querían que Dumbledore fuera el ministro, claro,

-        No hubiese sido un buen Ministro, Hagrid- dijo el director con tanta contundencia que nadie se atrevió a rebatirlo pero el escepticismo estaba pintado en la cara de todos incluyendo a Fudge y excluyendo a Umbridge.

pero él nunca dejará Hogwarts, así que el viejo Cornelius Fudge consiguió el trabajo. Nunca ha existido nadie tan chapucero

-        Yo no soy un chapucero- le gritó Fudge.

-        Señor Ministro- le dijo Percy con seriedad- llevo trabajando con usted aproximadamente un año así que estoy clasificado para afirmar que sí lo es.- El gran comedor estalló a carcajadas mientras Guideon, Fabian y los gemelos felicitaban a Percy.

-        Cuide su lengua señor Weasley- le dijo el Ministro- o me veré obligado a despedirlo.

-        Por si no se ha dado cuenta cuando he ido con mi familia señor- le dijo Percy fríamente- He dimitido.- Su familia le miró con orgullo a sabiendas de lo importante que era ese puesto para él y Flitwich continuo antes de que se creara un conflicto.

Así que envía lechuzas a Dumbledore cada mañana, pidiendo consejos.

Fudge se ruborizó.

—Pero ¿qué hace un Ministerio de Magia?
—Bueno, su trabajo principal es impedir que los muggles sepan que todavía hay brujas y magos por todo el país.
— ¿Por qué?

El gran comedor rodó los ojos.

— ¿Por qué? Vaya, Harry, todos querrían soluciones mágicas para sus problemas. No, mejor que nos dejen tranquilos.

-        Exactamente- dijo el gran comedor

-        Además no entenderían que no hay soluciones mágicas por todo y acabarían odiándonos pensando que no queremos ayudarles.- Terminó Lia.

En aquel momento, el bote dio un leve golpe contra la pared del muelle. Hagrid dobló su periódico y subieron los escalones de piedra hacia la calle.
Los transeúntes miraban mucho a Hagrid, mientras recorrían el pueblecito camino de la estación, y Harry no se lo podía reprochar: Hagrid no sólo era el doble de alto que cualquiera, sino que señalaba cosas totalmente corrientes, como los parquímetros, diciendo en voz alta:
— ¿Ves eso, Harry? Las cosas que esos muggles inventan, ¿verdad?
 
-        La discreción personificada- ironizaron los merodeadores.

—Hagrid —dijo Harry, jadeando un poco mientras correteaba para seguirlo—, ¿no dijiste que había dragones en Gringotts?
—Bueno, eso dicen —respondió Hagrid —. Me gustaría tener un dragón.

El trío de oro y Charlie se pusieron a reír bajo la mirada asombrada del gran comedor, intranquila de Hagrid e inquisidora de Lily, Molly y Minerva.

— ¿Te gustaría tener uno?
—Quiero uno desde que era niño... Ya estamos. Habían llegado a la estación. Salía un tren para Londres cinco minutos más tarde. Hagrid, que no entendía «el dinero muggle», como lo llamaba, dio las monedas a Harry para que comprara los billetes. La gente los miraba más que nunca en el tren. Hagrid ocupó dos asientos y comenzó a tejer lo que parecía una carpa de circo color amarillo canario.

-        ¿Todavía?- preguntaron los gemelos Prewet, Hagrid se encogió de hombros.

— ¿Todavía tienes la carta, Harry? —preguntó, mientras contaba los puntos.
Harry sacó del bolsillo el sobre de pergamino.
—Bien —dijo Hagrid—. Hay una lista con todo lo que necesitas.
Harry desdobló otra hoja, que no había visto la noche anterior, y leyó:
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
— Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
— Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
— Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
— Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)
LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk.
Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
Teoría mágica, Adalbert Waffling.
Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin
Trimble.
RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.
SE RECUERDA A LOS PADRES QUE ALOS DE PRIMER AÑO NO SE
LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.

-        Estúpida norma- dijeron James, Sus y Sirius enfadados. Varios compañeros de Harry y él mismo rieron por lo bajo.

— ¿Podemos comprar todo esto en Londres? —se preguntó Harry en voz alta.
—Sí, si sabes dónde ir —respondió Hagrid.
Harry no había estado antes en Londres.

Más hechizos llegaron al cuadro sobretodos provinentes de Griffindor.

Aunque Hagrid parecía saber adónde iban, era evidente que no estaba acostumbrado a hacerlo de la forma ordinaria. Se quedó atascado en el torniquete de entrada al metro y se quejó en voz alta porque los asientos eran muy pequeños y los trenes muy lentos.
—No sé cómo los muggles se las arreglan sin magia —comentó, mientras subían por una escalera mecánica estropeada que los condujo a una calle llena de tiendas. Hagrid era tan corpulento que separaba fácilmente a la muchedumbre. Lo único que Harry tenía que hacer era mantenerse detrás de él. Pasaron ante librerías y tiendas de música, ante hamburgueserías y cines

Los sangre-pura ponían cara de no entender nada y algunos preguntaron a los de al lado que significaban esas palabras.

, pero en ningún lado parecía que vendieran varitas mágicas. Era una calle normal, llena de gente normal. ¿De verdad habría cantidades de oro de magos enterradas debajo de ellos? ¿Había allí realmente tiendas que vendían libros de hechizos y escobas?

Muchos asintieron con la cabeza.

¿No sería una broma pesada preparada por los Dursley?

-        Si no tienen imaginación- exclamó James.

Si Harry no hubiera sabido que los Dursley carecían de sentido del humor,

James sonrió a su hijo quién le devolvió la sonrisa.

podría haberlo pensado. Sin embargo, aunque todo lo que le había dicho Hagrid era increíble, Harry no podía dejar de confiar en él.

-        Como cualquiera que lo conoce bien- exclamó Ginny y todos los que respondían a esa descripción asintieron conformes con ella causando la alegría y el sonrojo del aludido.

—Es aquí —dijo Hagrid deteniéndose—. El Caldero Chorreante. Es un lugar famoso. Era un bar diminuto y de aspecto mugriento.

Muchos asintieron.

Si Hagrid no lo hubiera señalado, Harry no lo habría visto. La gente, que pasaba apresurada, ni lo miraba. Sus ojos iban de la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no pudieran ver el Caldero Chorreante. En realidad, Harry tuvo la extraña sensación de que sólo él y Hagrid lo veían.

-        Es algo parecido al encantamiento fidelo- explicó Remus.- salvo que hay muchísimos guarda secretos y que dan su localización a todos los nuevos. ¿Entendieron?

-        Sí profesor- exclamaron todos los alumnos de Hogwarts haciendo que este sonriera y sus amigos le miraran orgullosos.

Antes de que pudiera decirlo, Hagrid lo hizo entrar. Para ser un lugar famoso, estaba muy oscuro y destartalado. Unas ancianas estaban sentadas en un rincón, tomando copitas de jerez. Una de ellas fumaba una larga pipa.  Un hombre pequeño que llevaba un sombrero de copa hablaba con el viejo cantinero, que era completamente calvo y parecía una nuez blanda. se detuvo cuando ellos entraron. Todos parecían conocer a Hagrid. Lo saludaban con la mano y le sonreían, y el cantinero buscó un vaso diciendo:
—¿Lo de siempre, Hagrid?
—No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de Hogwarts —respondió Hagrid, poniendo la mano en el hombro de Harry y obligándole a doblar las rodillas.

Harry bufó y sus amigos rieron por lo bajo mientras Snape le veía asombrado.

—Buen Dios —dijo el cantinero, mirando atentamente a Harry—. ¿Es éste... puede ser...?
El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio. —Válgame Dios —susurró el cantinero—. Harry Potter... todo un honor. Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia Harry y le estrechó la mano, con los ojos llenos de lágrimas.
—Bienvenido, Harry, bienvenido.
Harry no sabía qué decir.

-        ¿Seguro que es el hijo de James?- preguntaron los gemelos Prewet riendo.

-        Ya vale ¿No?- dijo James intentando parecer enfadado- lleváis horas metiéndoos conmigo.

-        Es  broma cariño- le dijo Lily- no te lo tomes tan en serio.

Todos lo miraban. La anciana de la pipa seguía chupando, sin darse cuenta de que se le había apagado. Hagrid estaba radiante.
Entonces se produjo un gran movimiento de sillas y, al minuto siguiente, Harry se encontró estrechando la mano de todos los del Caldero Chorreante

-        Eres extremadamente famoso- le dijo Lia.

-        Sí, famoso por algo que no recuerdo- le contestó- y que se llevó a mis padres. Y por culpa de esta fama no puedo evitar pensar en ello cada cinco minutos.- Algunos alumnos le miraban asombrados (como Snape), otros con algo de culpa (como por ejemplo Collin) mientras que sus amigos mas cercanos y familiares lo hacían con tristeza Ron y Hermione le cogieron las manos..- ¿Podemos proseguir?

—Doris Crockford, Harry. No puedo creer que por fin te haya conocido.
—Estoy orgullosa, Harry, muy orgullosa.
—Siempre quise estrechar tu mano... estoy muy complacido.
—Encantado, Harry, no puedo decirte cuánto. Mi nombre es Diggle, Dedales Diggle.
— ¡Yo lo he visto antes! —dijo Harry, mientras Dedalus Diggle dejaba caer su sombrero a causa de la emoción—. Usted me saludó una vez en una tienda.
— ¡Me recuerda! —gritó Dedalus Diggle, mirando a todos—. ¿Habéis oído eso? ¡Se acuerda de mí!
Harry estrechó manos una y otra vez.  Doris Crockford volvió a repetir el saludo. Un joven pálido se adelantó, muy nervioso. Tenía un tic en el ojo.
— ¡Profesor Quirrell! —dijo Hagrid—. Harry, el profesor Quirrell te dará clases en Hogwarts.

El trío gruñó bajo la mirada preocupada y sorprendida de los demás de la sala.

—P-P-Potter —tartamudeó el profesor Quirrell, apretando la mano de Harry—. Nno pue-e-do decirte l-lo contento que-e estoy de co-conocerte.

-        ¿Cómo pudimos tragarnos su tartamudez?- les preguntó Hermione a sus mejores amigos.

-        Tal vez por que era nuestro primer año y éramos muy jóvenes- aventuró Ron.

-        O tal vez por que Voldemort le daba instrucciones des de su cogote.- Dijo Harry asiendo reír a sus amigos.

— ¿Qué clase de magia enseña usted, profesor Quirrell?
—D-Defensa Contra las Artes O-Oscuras —murmuró el profesor Quirrell, como si no quisiera pensar en ello—. N-no es al-algo que t-tú n-necesites, ¿verdad, P-Potter?

-        Todo el mundo necesita aprender –dijo Remus- y no puede presionar así a un niño. Harry podría  pensar que si no es el primero lo miraran mal.

-        Es que no todos los profesores pueden ser como usted- le dijo Dean.

-        Muchas gracias Dean- le sonrió Remus- y no me hables de usted que me haces sentir todavía más viejo.

-        Vale Remus- respondió Dean.

-        ¡¿Profesor?!- lepreguntó James gritando- Te pasaste al lado oscuro. Perdímos a Lunático, Canuto.- dijo antes de recibir dos cachetes, uno de su amigo y otro de su esposa después de recibirlos optó por callar.

—Soltó una risa nerviosa—. Estás reuniendo el e-equipo, s-supongo. Yo tengo que b-buscar otro l-libro de va-vampiros. —Pareció aterrorizado ante la simple mención.

-        Idiota- murmuraron los merodeadores entre dientes mientras el trío de oro asentía.

Pero los demás, no permitieron que el profesor Quirrell acaparara a Harry. Éste tardó más de diez minutos en despedirse de ellos. Al fin, Hagrid se hizo oír.
—Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos, Harry.

-        Gracias por rescatarme Hagrid.- Le dijo Harry este sonrió como respuesta.

Doris Crockford estrechó la mano de Harry una última vez y Hagrid se lo llevó a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos.
Hagrid miró sonriente a Harry
—Te lo dije, ¿verdad? Te dije que eras famoso. Hasta el profesor Quirrell temblaba al conocerte, aunque te diré que habitualmente tiembla.
— ¿Está siempre tan nervioso?
—Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones, para tener experiencias directas... Dicen que encontró vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera... Y desde entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia asignatura

-        ¿Cómo se puede temer a su propia asignatura?- preguntó Remus.

-        Por eso el fue un desastre de profesor.- dijo Seamus- No como usted quiero decir tú.- Remus sonrió

-        Vaya Lunático, tus alumnos te idolatran- dijo James.

-        Y que esperabas es Lunático- le dijo Sirius. James asintió.

... Ahora ¿adónde vamos, paraguas?
¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Harry era un torbellino

-        Pues todavía quedan las accromántulas, los trols, los gigantes…- rió Ron.

-        Tenía once años- le gritó Harry que ya empezaba a estar mosqueado.

. Hagrid, mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.
—Tres arriba... dos horizontales... —murmuraba—. Correcto. Un paso atrás, Harry
Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas. El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.
—Bienvenido —dijo Hagrid— al callejón Diagon

El gran comedor aplaudió.

Sonrió ante el asombro de Harry Entraron en el pasaje. Harry miró rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared volvía a cerrarse. El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta de la tienda más cercana. «Calderos - Todos los Tamaños - Latón, Cobre, Peltre, Plata - Automáticos - Plegables», decía un rótulo que colgaba sobre ellos.
—Sí, vas a necesitar uno —dijo Hagrid— pero mejor que vayamos primero a conseguir el dinero.
Harry deseó tener ocho ojos más.

-        Como todos los hijos de muggles que van allí por primera vez.- dijo Lily. Todos ellos asintieron.

Movía la cabeza en todas direcciones mientras iban calle arriba, tratando de mirar todo al mismo tiempo: las tiendas, las cosas que estaban fuera y la gente haciendo compras. Una mujer regordeta negaba con la cabeza en la puerta de una droguería cuando ellos pasaron, diciendo: «Hígado de dragón a diecisiete sickles la onza, están locos...».
Un suave ulular llegaba de una tienda oscura que tenía un rótulo que decía: «El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco». Varios chicos de la edad de Harry pegaban la nariz contra un escaparate lleno de escobas. «Mirad —oyó Harry que decía uno—, la nueva Nimbus 2.000, la más veloz.»

-        ¡Tienes que comprarla cueste lo que cueste!- exclamó James y Sirius asintió.- ¿La compraste dime que sí?

-        Me la regalaron papá- le respondió Harry.

-        Aún mejor- le respondió- Recuérdame regalarle una de nuestras mansiones a quién te la compró.- Harry intercambió una mirada fugaz con su profesora preferida.

Algunas tiendas vendían ropa; otras, telescopios y extraños instrumentos de plata que Harry nunca había visto. Escaparates repletos de bazos de murciélagos y ojos de anguilas, tambaleantes montones de libros de encantamientos, plumas y rollos de pergamino, frascos con pociones, globos con mapas de la luna...

-        No te fijes en esas tiendas- le dijo James- ve a la de Quiddich.

—Gringotts —dijo Hagrid.
Habían llegado a un edificio, blanco como la nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tiendas. Delante de las puertas de bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado, había...
—Sí, eso es un gnomo —dijo Hagrid en voz baja, mientras subían por los escalones de piedra blanca. El gnomo era una cabeza más bajo que Harry. Tenía un rostro moreno e inteligente, una barba puntiaguda y, Harry pudo notarlo, dedos y pies muy largos.

Varios rieron pero otros tuvieron un escalofrío, esas criaturas daban miedo y siempre parecían estar tramando algo.

Cuando entraron los saludó. Entonces encontraron otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas.
Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia,
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro.

Bill iba recitando el poema con orgullo mientras sus hermanos soltaban bufidos y su novia lo veía exasperada. Ron miró a Harry como diciendo “Te lo dije”.

—Como te dije, hay que estar loco para intentar robar aquí —dijo Hagrid.

Bill asintió pero no fue el único su novia lo acompaño había trabajado lo suficiente con gnomos para saber que robar allí no era una buena idea.

Dos gnomos los hicieron pasar por las puertas plateadas y se encontraron en un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de gnomos estaban sentados en altos taburetes, detrás de un largo mostrador, escribiendo en grandes libros de cuentas, pesando monedas en balanzas de cobre y examinando piedras preciosas con lentes. Las puertas de salida del vestíbulo eran demasiadas para contarlas, y otros gnomos guiaban a la gente para entrar y salir. Hagrid y Harry se acercaron al mostrador.
—Buenos días —dijo Hagrid a un gnomo desocupado—. Hemos venido a sacar algún dinero de la caja de seguridad del señor Harry Potter.
— ¿Tiene su llave, señor?
—La tengo por aquí —dijo Hagrid, y comenzó a vaciar sus bolsillos sobre el mostrador, desparramando un puñado de galletas de perro

James y Remus miraron a Sirius riendo mientras este se relamía, todos los que conocían el secreto de Sirius se unieron a las risas.

sobre el libro de cuentas del gnomo. Éste frunció la nariz. Harry observó al gnomo que tenía a la derecha, que pesaba unos rubíes tan grandes como carbones brillantes.
—Aquí está —dijo finalmente Hagrid, enseñando una pequeña llave dorada.
El gnomo la examinó de cerca.
—Parece estar todo en orden.
—Y también tengo una carta del profesor Dumbledore —dijo Hagrid, dándose importancia—. Es sobre lo-que-usted-sabe, en la cámara setecientos trece.

-        Hagrid, Harry es hijo de esos dos- le dijo Alice- créeme si te digo que no te conviene despertar su curiosidad.

-        Ahora lo se- le respondió riendo.

El gnomo leyó la carta cuidadosamente.
—Muy bien —dijo, devolviéndosela a Hagrid—. Voy a hacer que alguien los acompañe abajo, a las dos cámaras. ¡Griphook!
Griphook era otro gnomo. Cuando Hagrid guardó todas las galletas de perro en sus bolsillos, él y Harry siguieron a Griphook hacia una de las puertas de salida del vestíbulo.
— ¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara setecientos trece? —preguntó Harry.

Lo que yo dije- dijo Alice.

Y el principio de nuestra aventura- dijo Ron chocando las manos con Harry.

¿Que aventura?- preguntó Molly amenazadoramente.

Es preferible no avanzar detalles señora Weasley- dijo Hermione- el libro lo dirá.

—No te lo puedo decir —dijo misteriosamente Hagrid—. Es algo muy secreto. Un asunto de Hogwarts. Dumbledore me lo confió

Hagrid meneo la cabeza, disgustado consigo mismo pero se calmó al ver que el profesorado le sonreía.

Griphook les abrió la puerta. Harry, que había esperado más mármoles, se sorprendió. Estaban en un estrecho pasillo de piedra, iluminado con antorchas. Se inclinaba hacia abajo y había unos raíles en el suelo. Griphook silbó y un pequeño carro llegó rápidamente por los raíles.

-        Adoro esos carros- dijo James.

-        Yo también papá- dijo Harry contanto de parecerse en algo a su padre.

Subieron (Hagrid con cierta dificultad) y se pusieron en marcha. Al principio fueron rápidamente a través de un laberinto de retorcidos pasillos. Harry trató de recordar, izquierda, derecha, derecha, izquierda, una bifurcación, derecha, izquierda, pero era imposible.

-        ¿Por qué querías recordarlo?- le preguntó Hermione.

-        Curiosidad- dijo Harry encogiéndose de hombros.

-        ¿Por qué no me sorprende?- dijo Ron riendo. Harry fingió enfadarse.

-        La de veces que mi curiosidad nos a hecho descubrir cosas y salir con vida- dijo Harry haciendo que su madre y Molly se miraran preocupadas.

-        Eso no te lo discutimos- dijeron Ron y Hermione rodando los ojos. El resto de los adultos también pusieron expresiones de preocupación.

El veloz carro parecía conocer su camino, porque Griphook no lo dirigía. A Harry le escocían los ojos de las ráfagas de aire frío, pero los mantuvo muy abiertos.

-        Otra vez sacando a relucir su curiosidad- dijo su padre orgulloso. Harryy se infló de orgullo.

En una ocasión, le pareció ver un estallido de fuego al final del pasillo y se dio la vuelta para ver si era un dragón, pero era demasiado tarde. Iban cada vez más abajo, pasando por un lago subterráneo en el que había gruesas estalactitas y estalagmitas saliendo del techo y del suelo.
—Nunca lo he sabido —gritó Harry a Hagrid, para hacerse oír sobre el estruendo del carro—. ¿Cuál es la diferencia entre una estalactita y una estalagmita?

-        ¿En serio tenías que preguntarle eso en ese momento?- dijo Charlie riendo.

-        Intenta no hacer preguntas “mágica” para no molestar a Hagrid y le suelta esa- rió Sus. Harry estaba sonrojado.

—Las estalagmitas tienen una eme —dijo Hagrid—. Y no me hagas preguntas ahora, creo que voy a marearme.

-        Buena respuesta- afirmaron Lee y los gemelos Weasley mientras los Ravenclaw rodaban los ojos.

Su cara se había puesto verde y, cuando el carro por fin se detuvo, ante la pequeña puerta de la pared del pasillo, Hagrid se bajó y tuvo que apoyarse contra la pared, para que dejaran de temblarle las rodillas. Griphook abrió la cerradura de la puerta. Una oleada de humo verde los envolvió. Cuando se aclaró, Harry estaba jadeando. Dentro había montículos de monedas de oro. Montones de monedas de plata. Montañas de pequeños knuts de bronce.

-        ¿Y esa es la sala de uso cotidiano?- preguntó Ron asombrado y con algo de envidia. Harry y su padre asintieron con la cabeza. Mientras todos les miraban anonadados por la fortuna Potter.

—Todo tuyo —dijo Hagrid sonriendo.
Todo de Harry, era increíble. Los Dursley no debían saberlo, o se abrían apoderado de todo en un abrir y cerrar de ojos.

-        Esos no tocaran nuestro dinero te lo aseguro Harry- gruñó su padre.

¿Cuántas veces se habían quejado de lo que les costaba mantener a Harry?

-        ¡¿Mantenerle?!- gritó Lily indignada lanzando un maleficio al cuadro- si ni siquiera le compraban ropa.

Y durante todo aquel tiempo, una pequeña fortuna enterrada debajo de Londres le pertenecía. Hagrid ayudó a Harry a poner una cantidad en una bolsa.
—Las de oro son galeones —explicó—. Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickle, es muy fácil.

-        Exactamente- dijeron todos.

Bueno, esto será suficiente para un curso o dos, dejaremos el resto guardado para ti. —Se volvió hacia Griphook—. Ahora, por favor, la cámara setecientos trece. ¿Y podemos ir un poco más despacio?

-        Una sola velocidad- exclamaron los bromistas y Neville a la vez aunque con tonos distintos.

—Una sola velocidad —contestó Griphook.
Fueron más abajo y a mayor velocidad.

-        Yo creo que lo hacen adrede- dijo Frank que, al igual que a su hijo, esos  carros no le hacían ni pizca de gracia.

El aire se volvió cada vez más frío, mientras doblaban por estrechos recodos. Llegaron entre sacudidas al otro lado de una hondonada subterránea, y Harry se inclinó hacia un lado para ver qué había en el fondo oscuro, pero Hagrid gruñó y lo enderezó, cogiéndolo del cuello. La cámara setecientos trece no tenía cerradura.
—Un paso atrás —dijo Griphook, dándose importancia. Tocó la puerta con uno de sus largos dedos y ésta desapareció—. Si alguien que no sea un gnomo de Gringotts lo intenta, será succionado por la puerta y quedará atrapado —añadió.
 — ¿Cada cuánto tiempo comprueban que no se haya quedado nadie dentro? —quiso saber Harry.

-        En serio Harry ¿No podrías ahorrarte algunas preguntas- le dijo Cho- No todos queremos saberlo.- Lily y Ginny le enviaron una mirada furiosa a Cho que se encogió en su asiento.

-        Lo lamento- dijo Harry.

—Más o menos cada diez años —dijo Griphook, con una sonrisa maligna.

-        Lo que yo te decía- le dijo Cho, Harry iba a disculparse otra vez pero Ginny se le avanzó.

-        No seas pusilánime, la curiosidad de Harry a salvado el mundo mágico más de una vez- Harry le envió una mirada agradecida que acentuó aún mas la expresión de odio de Cho y la de triunfo de Lily.

Algo realmente extraordinario tenía que haber en aquella cámara de máxima seguridad, Harry estaba seguro, y se inclinó anhelante, esperando ver por lo menos joyas fabulosas, pero la primera impresión era que estaba vacía. Entonces vio el sucio paquetito, envuelto en papel marrón, que estaba en el suelo.

-        No imponía mucho- le susurro a sus mejores amigos.

Hagrid lo cogió y lo guardó en las profundidades de su abrigo. A Harry le hubiera gustado conocer su contenido,

-        ¿Y a quién no?- dijo Hannah des de la mesa de Hupelpuff.


pero sabía que era mejor no preguntar.
—Vamos, regresemos en ese carro infernal y no me hables durante el camino; será mejor que mantengas la boca cerrada —dijo Hagrid.
Después de la veloz trayectoria, salieron parpadeando a la luz del sol, fuera de Gringotts. Harry no sabía adónde ir primero con su bolsa llena de dinero. No necesitaba saber cuántos galeones había en una libra, para darse cuenta de que tenía más dinero que nunca, más dinero incluso que el que Dudley tendría jamás.

-        Eso seguro- le dijo su padre.

—Tendrías que comprarte el uniforme —dijo Hagrid, señalando hacia «Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones»

Harry miró a Draco con una sonrisa burlona y él palideció todavía más.

—. Oye, Harry; ¿te importa que me dé una vuelta por el Caldero Chorreante? Detesto los carros de Gringotts. —Todavía parecía mareado, así que Harry entró solo en la tienda de Madame Malkin, sintiéndose algo nervioso. Madame Malkin era una bruja sonriente y regordeta, vestida de color malva.
— ¿Hogwarts, guapo? —dijo, cuando Harry empezó a hablar—. Tengo muchos aquí... En realidad, otro muchacho se está probando ahora.

“Que empiece el espectáculo” pensaron Harry y Draco a la vez pero el primero divertido y el segundo angustiado.

En el fondo de la tienda, un niño de rostro pálido y puntiagudo

Varios rieron y todo el gran salón se giró en dirección a Draco.

-        Mi rostro no es puntiagudo cara-cortada- gritó este.

-        Sí lo es- le respondió Ron.

-        ¿Quién te ha metido en la conversación comadreja?- insultó Draco.

-        Veinte puntos menos por Slythering por sus insultos señor Malfoy- interrumpió la profesora McGonagall.

estaba de pie sobre un escabel, mientras otra bruja le ponía alfileres en la larga túnica negra. Madame Malkin puso a Harry en un escabel al lado del otro, le deslizó por la cabeza una larga túnica y comenzó a marcarle el largo apropiado.
—Hola —dijo el muchacho—. ¿También Hogwarts?
—Sí —respondió Harry.
—Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas —dijo el chico. Tenía voz de aburrido y arrastraba las palabras

Todos reían, excepcionando claro, los Slythering. Draco se estaba ruborizando y no paraba de jurarse a si mismo que se vengaría.

—. Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carrera. No sé por qué los de primer año no pueden tener una propia. Creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera.

-        ¿Así que pensaba meter  una escoba en la escuela señor Malfoy?- le preguntó el director con una sonrisa.

-        Lo lamento- Tuvo que disculparse Draco mientras la mesa de Griffindor reía entre dientes.

Harry recordaba a Dudley

-        No me compares con un muggle- gritó Draco indignado.

-        Pues la verdad- dijo Luna con voz soñadora- es que os parecéis bastante, los dos vivís haciendo lo que dicen vuestros padres, odiando lo que ellos odian sin motivo alguno ni cuestionaros nada y os sentís superiores al resto de las personas a las que intentáis dominar para no sentiros utilizados por vuestros padres. Aún así yo aseguraría que ninguno de los dos sois malas personas del todo.- Todo el mundo miró sorprendido a Luna por la forma completamente sincera con la que había hablado y la manera que tenía de ver a dentro de la gente.

-        Nadie a pedido tú opinión de loca, Lunática- gritó Draco furioso más por que Luna tenía razón que por lo que había dicho. Al minuto siguiente se arrepintió de haberlo dicho. Por los pelos esquivó el hechizo moco-murciélago que le envió Ginny. Tuvo que agacharse para evitar un tarantallegra de Neville pero no pudo evitar que el hechizo de la madre de Luna le diera de llenó. Un espejo apareció delante de Draco y vio que su aspecto, otra vez normal después de que se pasaran los efectos de la broma de los chicos, empezaba a mutar hasta convertirse en una copia exacta de Dudley Dursley, soltó un chillido horrorizado pero la voz no le salió normal sino mucho más ronca.- ¿Qué me has hecho?- le preguntó horrorizado a Lia.

-        Te he convertido en lo que desprecias para que aprendas una lección- le respondió simplemente.- Calculo que cuando comencemos el próximo capitulo ya tendrás tu aspecto normal pero esto te enseñará a no meterte con mi adorable Luna y mucho menos por decir la verdad.

-        No sabias que Lia se dedica a inventar hechizos ¿verdad niñato?- Rió Sirius.- Es la mejor en ese campo, tienes suerte de que es bondadosa por que sino…- dijo y se paso el dedo por el cuello caausando un escalofrío de Draco.

— ¿Tú tienes escoba propia? —continuó el muchacho.
—No —dijo Harry.
— ¿Juegas al menos al quidditch?
—No —dijo de nuevo Harry, preguntándose qué diablos sería el quidditch.

James y Sirius se pusieron pálidos, les costaba respirar y parecía que les iba a dar un ataque.

-        No… no sabía lo que era el Quiddich- James tartamudeaba.- Un Potter que no sabe que es el Quiddich.

-        Que no sepa lo que es el ministerio pase pero el Quiddich- Dijo Sirius.

-        Chicos,- les regañó Lily- Harry no sabía nada del mundo mágico cómo iba a saber del Quiddich.- James y Sirius le miraron como si les hubiese hecho una gran ofensa pero para sorpresa de muchos fue Harry quien respondió:

-        Eso no es excusa mamá- parecía tan horrorizado como su padre y padrino- No puedo creer que viviera sin Quiddich.- Los miembros de su equipo asintieron junto con los dos nombrados, los Prewet y Sus.

-        Hombres- exclamó Lily.

-        ¡Ey!- exclamaron Frank, Neville y Percy. 

—Yo sí. Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa,  y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?

-        Engreído- murmuraron muy fuerte los gemelos Weasley.

—No—dijo Harry, sintiéndose cada vez más tonto.
—Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo sé que seré de Slytherin, porque toda mi familia fue de allí. ¿Te imaginas estar en Hufflepuff? Yo creo que me iría, ¿no te parece?

-        Mucho peor es Slytherin- gruñeron las otras tres casas pero nadie más fuerte que ellos mismos y Neville quién se ganó una sonrisa de Hannah que le hizo sonrojar.

-        Veinte puntos menos para Slytherin- Anunció Spruth indignada.

—Mmm —contestó Harry, deseando poder decir algo más interesante.
— ¡Oye, mira a ese hombre! —dijo súbitamente el chico, señalando hacia la vidriera de delante. Hagrid estaba allí, sonriendo a Harry y señalando dos grandes helados, para que viera por qué no entraba.

-        Gracias- volvieron a decir Harry y su madre haciendo que este se sonrojara.

—Ése es Hagrid —dijo Harry, contento de saber algo que el otro no sabía—. Trabaja en Hogwarts.
—Oh —dijo el muchacho—, he oído hablar de él. Es una especie de sirviente, ¿no?

-        Por supuesto que no- gritó Frank a quién Hagrid le había salvado la vida en una ocasión y a quién consideraba prácticamente un hermano.

—Es el guardabosque —dijo Harry. Cada vez le gustaba menos aquel chico.

-        Como a todos con dos dedos de frente, cachorro- dijo Sirius.

—Sí, claro. He oído decir que es una especie de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en cuando se emborracha. Trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su cama.

Frank, los merodeadores y los gemelos Prewet se levantaron con la varita en alto y apuntando a Draco. Nadie, a excepción de Hagrid, intentó pararles pero de pronto apareció un aullador.

Se prohíbe maldecir a cualquier persona de la sala.

Aún con la prohibición ellos iban a maldecirlo pero Ginny se levantó.

-        Yo me ocupo vosotros no os metáis en líos.- al ver que ellos dudaban añadió- me he criado con seis hermanos creeis que no se defenderme, atacar y/o eludir las normas.

Se sentaron con una sonrisa en los labios mientras Ginny se dirigía a la mesa de Slytherin. Cuando estuvo delante de Draco  levantó la mano y Le pego tal bofetada que se oyó en todo el comedor. Todo el mundo estaba con la boca abierta, cuando Ginny se disponía a volver Crabbe y Goyle se levantaron.

-        Yo de vosotros no lo haría- advirtió Bill que, como todos los demás Weasley, se había levantado. Los dos se sentaron al instante acobardados.

-        Veis- dijo Ginny cuando llegó- decía no maldecir pero en ningún momento hablo de golpear.- se giró otra vez hacía Draco, en su cara de Dursley estaba marcada claramente su mano.- Te aconsejo que no vuelvas a meterte con ningún amigo o familiar mío por que si lo haces está bofetada te parecerá una carícia en comparación con lo que te haré. Y para tu información Hagridd es mejor que tú entonos los aspectos.- Aprovechando que la atención estaba centrada en un Hagrid sonrojado que no paraba de darle las gracias a Ginny, James le comentó a su esposa:

-        Yo la quiero como nuera.- Lily sonrió.

-        Sí, sería perfecta.- La única que oyó el intercambió fue Molly que sonrió orgullosa.

—Yo creo que es estupendo —dijo Harry con frialdad.

-        Yo también- se oyó des de diversos puntos del comedor pero sobretodo des de Griffindor.

—¿Eso crees? —preguntó el chico en tono burlón—. ¿Por qué está aquí contigo? ¿Dónde están tus padres?
—Están muertos —respondió en pocas palabras. No tenía ganas de hablar de ese tema con él.
—Oh, lo siento —dijo el otro, aunque no pareció que le importara—. Pero eran de nuestra clase, ¿no?
—Eran un mago y una bruja, si es eso a lo que te refieres

-        ¿Y que importancia tiene eso?- preguntó James.

-        Es un sangre-pura que esperabas- dijo Sirius con despreció.

-        Tú también eres un sangre-pura, Black.- le recordó Snape.

-        No, yo soy un traidor de sangre y un renegado de la familia Black.- dijo todo orgulloso él causando una mirada de orgullo de parte de sus amigos y Sus.

-        Y un Potter no te olvides.- dijo James, el comedor abrió los ojos sorprendidos por esa afirmación mientras los de Sirius se iluminaban de alegría.

—Realmente creo que no deberían dejar entrar a los otros ¿no te parece? No son como nosotros, no los educaron para conocer nuestras costumbres. Algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que recibieron la carta, ya te imaginarás. Yo creo que debería quedar todo en las familias de antiguos magos.

Todos los hijos de muggle se giraron en dirección a Draco furiosos, a la mayoría les tuvieron que quitar la varita pera que no se saltaran la prhibición pero Lily y Hermione se miraron sonriente.

-        Al igual que no decía nada de no golpear- empezó Lily.

-        Tampoco decía nada de no hacer hechizos.- Terminó Hermione, después apuntó con su varita a la silla de la que salieron esposas y cadenas que ataron al muchacho bien fuerte. Lily también apuntó con la varita a la silla y esta empezó a encabritarse y  a correr por el gran comedor mientras las casas a las que no pertenecía el muchacho reían sin parar sobretodo los hijos de muggles. Después de un cuarto de hora la silla volvió a la normalidad igual que Draco a quién las sacudidas habían hecho que el hechizo de la madre de Luna desapareciera más rápido. Aún así estaba pálido e inconscientemente se agarró fuertemente a la mesa cuando la lectura prosiguió.

Y a propósito, ¿cuál es tu apellido?

-        No es de tú incumbencia ya que mi hijo jamás se relacionará con un chico de tú clase, serpiente- le gritó James. Lily y Sirius asintieron.

Pero antes de que Harry pudiera contestar, Madame Malkin dijo:
—Ya está listo lo tuyo, guapo.
Y Harry, sin lamentar tener que dejar de hablar con el chico, bajó del escabel.
—Bien, te veré en Hogwarts, supongo —dijo el muchacho.

-        Por desgracia- exclamaron bien alto Harry y Draco a la vez que se fulminaban con la mirada.

Harry estaba muy silencioso, mientras comía el helado que Hagrid le había comprado (chocolate y frambuesa con trozos de nueces).

-        Muchísimas gracias- exclamaron Lily y Harry.

-        Por cierto dijeron todos los chicos Weasley.- ¿Cuándo comemos?- Todo él mundo, excepto Sirius que esperaba la respuesta, rodó los ojos.

— ¿Qué sucede? —preguntó Hagrid.
—Nada —mintió Harry. Se detuvieron a comprar pergamino y plumas. Harry se animó un poco cuando encontró un frasco de tinta que cambiaba de color al escribir.
Cuando salieron de la tienda, preguntó:
—Hagrid, ¿qué es el quidditch?

-        El mejor deporte del mundo- exclamaron los Potter, Sirius, algunos Weasley, Lee, los Prewet y los miembros de los equipos de las cuatro casas.

—Vaya, Harry; sigo olvidando lo poco que sabes... ¡No saber qué es el quidditch!

-        Exactamente- dijeron los antes nombrados.

—No me hagas sentir peor —dijo Harry. Le contó a Hagrid lo del chico pálido de la tienda de Madame Malkin.
—... y dijo que la gente de familia de muggles no deberían poder ir...
—Tú no eres de una familia muggle. Si hubiera sabido quién eres...  
Él ha crecido conociendo tu nombre, si sus padres son magos. Ya lo has visto en el Caldero Chorreante. De todos modos, qué sabe él, algunos de los mejores que he conocido eran los únicos con magia en una larga línea de muggles. ¡Mira tu madre! ¡Y mira la hermana que tuvo!

-        Exactamente.- Exclamaron todos menos una casa (no hace falta decir cual). Lily se sonrojó violentamente y le dio, otra vez, las gracias a Hagrid.

—Entonces ¿qué es el quidditch?
—Es nuestro deporte. Deporte de magos. Es... como el fútbol en el mundo muggle,

-        ¿El que?- preguntaron los sangre-sucias.

-        Olvídenlo si no quieren que mi amigo les pegue una charla de hora y media- dijo Seamos señalando a Dean quién se sonrojó, Los compañeros de cuarto de esos dos miraron suplicante así que los sangre-pura se callaron.

todos lo siguen. Se juega en el aire, con escobas, y hay cuatro pelotas... Es difícil explicarte las reglas.

-        Es muy fácil- exclamó Harry secundado por su padre.

— ¿Y qué son Slytherin y Hufflepuff?
—Casas del colegio. Hay cuatro. Todos dicen que en Hufflepuff son todos inútiles, pero...

-        Son los mas leales,- se apresuró a continuar Hagrid- hazte amigo de uno de ellos y darán tu vida por ti, además no les asusta trbajar duro.

-        Tranquilo Hagrid- exclamó Susan- lo habíamos entendido tú hibas a añadir algo.- Todos los hufflepuff miraron orgullosos a su profesor.

—Seguro que yo estaré en Hufflepuff —dijo Harry desanimado.

-        Lo lamento, juzgué sin tener información- se apresuró a decir Harry.

-        Tranquilo- le dijo Hannah con una gran sonrisa que hizo que Neville cerrara los puños y mirara mal a Harry. Claro que de eso solo se percataron sus padres.

—Es mejor Hufflepuff que Slytherin

-        Completamente de acuerdo.- exclamaron todos excepto los Slytherin.

—dijo Hagrid con tono lúgubre—. Las brujas y los magos que se volvieron malos habían estado todos en Slytherin. Quien-tú-sabes fue uno.
— ¿Vol... perdón... Quien-tú-sabes estuvo en Hogwarts?
—Hace muchos años—respondió Hagrid.

Los tres amigos miraron sombrío al libro.

Compraron los libros de Harry en una tienda llamada Flourish y Blotts, en donde los estantes estaban llenos de libros hasta el techo. Había unos grandiosos forrados en piel, otros del tamaño de un sello, con tapas de seda, otros llenos de símbolos raros y unos pocos sin nada impreso en sus páginas. Hasta Dudley, que nunca leía nada, habría deseado tener alguno de aquellos libros. Hagrid casi tuvo que arrastrar a Harry para que dejara Hechizos y contrahechizos (encante a sus amigos y confunda a sus enemigos con las más recientes venganzas: Pérdida de Cabello, Piernas de Mantequilla, Lengua Atada y más, mucho más), del profesor Vindictus Viridian.

-        Buena elección Harry- le felicitó su padrino.

-        ¿Alguien tiene una copia de ese libro?- preguntó James emocionado.

-        Ten- dijo Remus- Como verás la mayoría de bromas ya nos las sabemos pero e añadido algunas pequeñas modificaciones en algunas de ellas.- Y le siguió explicando mientras le enseñaba algunas páginas marcadas. Sirius, Sus, Lee y los dos pares de gemelos se aproximaron también muy pronto. Los tres más jóvenes tenían una expresión de adoración mientras miraban a Remus. Dora también se acercó y comenzó a escuchar atentamente. Poco a poco toda la mesa de Griffindor escuchaba en silencio a Remus y muchos le miraban con admiración.

-        Señor Lupin,- gritó la profesora.- No enseñe a hacer travesuras a mis alumnos. Y pensar que creía que usted era el bueno…

-        Profesora lo lamento pero eso es censura y estamos en un país libre.- le dijo Remus.

-        Luego le dejo un aula pero ahora queremos proseguir con la lectura.- Remus asintió a sus alumnos y cada cual volvió a su sitio.

—Estaba tratando de averiguar cómo hechizar a Dudley

-        Bien hecho cachorro- exclamó Sirius.

-        Digno sucesor de merodeador- le secundó Remus.

-        Pero no necesitas el libro nosotros te enseñaremos a ti y a tus amigos.- McGonagalls se llevó las manos a la cabeza mientras Harry y Ron asentían ilusionados.

—No estoy diciendo que no sea una buena idea, pero no puedes utilizar la magia en el mundo muggle, excepto en circunstancias muy especiales —dijo Hagrid

-        Debería recordar eso señor Potter- le dijo Fudge.

-        Por última vez,- dijo Harry exasperado- Me atacaron dos dementores.

-        Ya, claro, y en segundo fue un elfo doméstico.

-        Pues sí- gritó Harry furioso. La lectura siguió para evitar una pelea.

—. Y de todos modos, no podrías hacer ningún hechizo todavía, necesitarás mucho más estudio antes de llegar a ese nivel. Hagrid tampoco dejó que Harry comprara un sólido caldero de oro (en la lista decía de peltre) pero consiguieron una bonita balanza para pesar los ingredientes de las pociones y un telescopio plegable de cobre. Luego visitaron la droguería, tan fascinante como para hacer olvidar el horrible hedor, una mezcla de huevos pasados y repollo podrido. En el suelo había barriles llenos de una sustancia viscosa y botes con hierbas. Raíces secas y polvos brillantes llenaban las paredes, y manojos de plumas e hileras de colmillos y garras colgaban del techo. Mientras Hagrid preguntaba al hombre que estaba detrás del mostrador por un surtido de ingredientes básicos para pociones, Harry examinaba cuernos de unicornio plateados, a veintiún galeones cada uno, y minúsculos ojos negros y brillantes de escarabajos (cinco knuts la cucharada). Fuera de la droguería, Hagrid miró otra vez la lista de Harry
—Sólo falta la varita... Ah, sí, y todavía no te he buscado un regalo de cumpleaños.

-        Muchisimas gracias Hagrid,- le dijo Lily,- pero no es necesario.

-        Me apetecía Lily- le dijo Hagrid sonriéndole a Harry.

Harry sintió que se ruborizaba.
—No tienes que...

Lily sonrió a su hijo con ternura. Y Molly asintió con la cabeza.

—Sé que no tengo que hacerlo. Te diré qué será, te compraré un animal. No un sapo, los sapos pasaron de moda hace años, se burlarán

Neville se ruborizó y, para su sorpresa su madre también.

-        Pero- dijo Lily- pueden ser muy útiles, ¿verdad Alice?

-        Sí, puede escapársete y mientras los buscas caer en una trampa de los Slytherin- continuó Lia. Alice se  estaba ruborizando al igual que su marido.

-         Y que aparezca el chico que no paras de mirar al comer- terminó Sus- y te ayude a enviar a esos tipos a la enfermería.- Alice  miraba la mesa ruborizada pero Frank le cogió la mano sonriendo aunque también estaba rojo como un tomate. Neville les miró a los dos sonriendo.

... y no me gustan los gatos,

-        ¿Por qué?- saltaron Hermione  y Minerva a la vez.

-        Esto… Les tengo alergia- respondió Hagrid.

-        Ha, entonces es comprensible- dijeron las dos avergonzadas.

hacen estornudar.

Las dos bajaron la cabeza.

Te voy a regalar una lechuza. Todos los chicos quieren tener una lechuza. Son muy útiles, llevan tu correspondencia y todo lo demás.

-        Muchísimas gracias Hagrid,- dijeron Lily y James.

-        Hedwich es genial- afirmó Harry contentísimo con su lechuza.

Veinte minutos más tarde, salieron del Emporio de la Lechuza, que era oscuro y lleno de ojos brillantes, susurros y aleteos. Harry llevaba una gran jaula con una hermosa lechuza blanca, medio dormida, con la cabeza debajo de un ala.

Harry sonrió tiernamente al recordar a su lechuza.

Y no dejó de agradecer el regalo, tartamudeando como el profesor Quirrell.

Algunos rieron pero Ron le dio un golpe por debajo de al mesa y Hermione le murmuró “No te vuelvas a comparar con ese” Harry asintió, tan molesto como sus dos amigos.

—Ni lo menciones —dijo Hagrid con aspereza—. No creo que los Dursley te hagan muchos regalos.

-        Cuentan los calcetines de mi tío como regalo- preguntó Harry. El cuadro se llevó otra oleada de hechizos.- Veo que no.

Ahora nos queda solamente Ollivander, el único lugar donde venden varitas, y tendrás la mejor. Una varita mágica... Eso era lo que Harry realmente había estado esperando.

-        Y quien no,- rió James.

La última tienda era estrecha y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras Mdoradas, se leía: «Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.».  En el polvoriento escaparate, sobre un cojín de desteñido color púrpura, se veía una única varita. Cuando entraron, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. Era un lugar pequeño y vacío, salvo por una silla larguirucha donde Hagrid se sentó a esperar. Harry se sentía algo extraño, como si hubieran entrado en una biblioteca muy estricta. Se tragó una cantidad de preguntas que se le acababan de ocurrir, y en lugar de eso, miró las miles de estrechas cajas, amontonadas cuidadosamente hasta el techo. Por alguna razón, sintió una comezón en la nuca. El polvo y el silencio parecían hacer que le picara por alguna magia secreta.

Algunos (el director, Minerva, Lily, Hermione, Terry, Ron, Ginny…) asintieron mientras que otros (Sirius, Fudge, Dean, Moody…) los miraban incrédulos.

—Buenas tardes —dijo una voz amable.
Harry dio un salto. Hagrid también debió de sobresaltarse porque se oyó un crujido y se levantó rápidamente de la silla. Un anciano estaba ante ellos; sus ojos, grandes y pálidos, brillaban como lunas en la penumbra del local.

-        Son escalofriantes- se quejó Parvati y todo el mundo asintió de acuerdo con ella.

-        Y lo peor es que no parpadea- le dijo su hermana des de Ravenclaw. Todo el  mundo volvió a asentir.

—Hola —dijo Harry con torpeza.
—Ah, sí —dijo el hombre—. Sí, sí, pensaba que iba a verte pronto. Harry Potter. —No era una pregunta—. Tienes los ojos de tu madre. Parece que fue ayer el día en que ella vino aquí, a comprar su primera varita. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.

Flitwich y Lily asintieron a la vez dedicándose una sonrisa.

El señor Ollivander se acercó a Harry. El muchacho deseó que el hombre parpadeara. Aquellos ojos plateados eran un poco lúgubres.

-        ¿Un poco?- preguntó Lavander sorprendida.

—Tu padre, por otra parte, prefirió una varita de caoba. Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderosa y excelente para transformaciones.

-        Ey, que no era lo que se me daba mejor solo por la varita.- se quejó James.

-        Creía que lo que se le daba mejor era ponerse en líos señor Potter.- dijo Minerva.

-        Eso también,- dijo sonriendo- al igual que martirizar a los Slytherin, profesora.

Bueno, he dicho que tu padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.

-        Siempre dice eso pero no se que puede significar- dijo Charlie.

-        Es que pensar nunca a sido tu fuerte hermano- rieron los gemelos ganándose una reprimenda de su madre. Y una felicitación de Guideon, Fabian no iba a criticar a  su ahijado.

El señor Ollivander estaba tan cerca que él y Harry casi estaban nariz contra nariz.
Harry podía ver su reflejo en aquellos ojos velados.
—Y aquí es donde...
El señor Ollivander tocó la luminosa cicatriz de la frente de Harry, con un largo dedo blanco.

-        Que descortés- dijeron indignadas todas las brujas adultas de la sala.

—Lamento decir que yo vendí la varita que hizo eso —dijo amablemente—. Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderosa, y en las manos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo... Negó con la cabeza y entonces, para alivio de Harry, fijó su atención en Hagrid.
— ¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo otra vez... Roble, cuarenta centímetros y medio, flexible... ¿Era así?
—Así era, sí, señor —dijo Hagrid.
—Buena varita. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo expulsaron —dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.
—Eh..., sí, eso hicieron, sí —respondió Hagrid, arrastrando los pies—. Sin embargo, todavía tengo los pedazos —añadió con vivacidad.
—Pero no los utiliza, ¿verdad? —preguntó en tono severo.
—Oh, no, señor —dijo Hagrid rápidamente. Harry se dio cuenta de que sujetaba con fuerza su paraguas rosado.

-        Eso es ilegal- exclamó Fudge indignado.

-        En realidad, señor Ministro,- dijo Percy-cuando alguien es expulsado de Hogwarts se le prohíbe utilizar la varita, no el hecho de hacer magia.

-        La definición de varita- prosiguió Hermione- es: Objeto alargado y delgado hecho exclusivamente de madera y algún material mágico que se utiliza para su corazón.

-        Así que si transformas tú varita en otro objeto- siguió Lily- por ejemplo un paraguas eso deja de ser una varita y por mucho que estés expulsado puedes hacer magia.

-        Por lo que Rubeus- terminó el director.- No estaba infringiendo ninguna ley.- Fudge tenía cara de estar ahogándose y Umbridge se estaba poniéndose roja de furia.

—Mmm —dijo el señor Ollivander, lanzando una mirada inquisidora a Hagrid—. Bueno, ahora, Harry… Déjame ver. —Sacó de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas—. ¿Con qué brazo coges la varita?
—Eh... bien, soy diestro —respondió Harry.
—Extiende tu brazo. Eso es. —Midió a Harry del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza.

-        Odio esa cinta- se quejó Sus.- Es muy molest

Mientras medía, dijo—: Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica, Harry. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.

-        A no ser que lo hayas desarmado tú mismo- terminó Flitwich.

De pronto, Harry se dio cuenta de que la cinta métrica, que en aquel momento le medía entre las fosas nasales, lo hacía sola. El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas.
—Esto ya está —dijo, y la cinta métrica se enrolló en el suelo—. Bien, Harry Prueba ésta. Madera de haya y nervios de corazón de dragón. Veintitrés centímetros. Bonita y flexible. Cógela y agítala.
Harry cogió la varita y (sintiéndose tonto)

-        A todos nos pasa lo mismo- apuntó Remus con una sonrisa.

-        Sobretodo si al agitarla le das sin querer a un frasco de vidrio y lo rompes.- dijo Tonks causando la risa de todos.

la agitó a su alrededor, pero el señor Ollivander se la quitó casi de inmediato.
—Arce y pluma de fénix. Diecisiete centímetros y cuarto. Muy elástica. Prueba...
Harry probó, pero tan pronto como levantó el brazo el señor Ollivander se la quitó.
—No, no... Ésta. Ébano y pelo de unicornio, veintiún centímetros y medio.
Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.
Harry lo intentó. No tenía ni idea de lo que estaba buscando el señor Ollivander. Las varitas ya probadas, que estaban sobre la silla, aumentaban por momentos, pero cuantas más varitas sacaba el señor Ollivander, más contento parecía estar.

-        Reg tuvo que probarse dos docenas y Ollivander saltaba de contento.- explicó Sirius.

-        ¿Quién es Reg?- preguntó Dean.

-        Es… Era mi hermanito- dijo y se le oscureció la cara, James le paso el brazo por los hombros a Sirius conciente de lo mucho que el quería a su hermano y lo que le dolía que se hubiese equivocado de camino.

—Qué cliente tan difícil, ¿no? No te preocupes, encontraremos a tu pareja perfecta por aquí, en algún lado. Me pregunto... sí, por qué no, una combinación poco usual, acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible. Harry tocó la varita. Sintió un súbito calor en los dedos. Levantó la varita sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento, y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes.

-        Los colores de mi casa- dijo Harry con orgullo y sus amigos asintieron.

Hagrid lo vitoreó y aplaudió y el señor Ollivander dijo:
— ¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien... Qué curioso... Realmente qué curioso...
Puso la varita de Harry en su caja y la envolvió en papel de embalar, todavía murmurando: «Curioso... muy curioso».
—Perdón —dijo Harry—. Pero ¿qué es tan curioso?
El señor Ollivander fijó en Harry su mirada pálida.
—Recuerdo cada varita que he vendido, Harry Potter. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en tu varita dio otra pluma, sólo una más. Y realmente es muy curioso que estuvieras destinado a esa varita, cuando fue su hermana la que te hizo esa cicatriz.

-        Bien,- exclamó Lily- eso te dará ventaja.

-        Sí mamá, me la dio- le respondió Harry, al oírlo su madre se puso pálida.

-        ¡¿Qué ya te lo ha dado?!- dijo soltando un gritito histérico.

-        Cuarto libro-se limitó a decir Harry.

Harry tragó, sin poder hablar.
—Sí, veintiocho centímetros. Ajá. Realmente curioso cómo suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdalo... Creo que debemos esperar grandes cosas de ti, Harry Potter... Después de todo, El-que-no-debe-ser-nombrado hizo grandes cosas... Terribles, sí, pero grandiosas.
Harry se estremeció.

-        No lo compares con ese monstruo- dijeron gritando James y Sirius.

No estaba seguro de que el señor Ollivander le gustara mucho.
Pagó siete galeones de oro por su varita y el señor Ollivander los acompañó hasta la puerta de su tienda. Al atardecer, con el sol muy bajo en el cielo, Harry y Hagrid emprendieron su camino otra vez por el callejón Diagon, a través de la pared, y de nuevo por el Caldero Chorreante, ya vacío. Harry no habló mientras salían a la calle y ni siquiera notó la cantidad de gente que se quedaba con la boca abierta al verlos en el metro, cargados con una serie de paquetes de formas raras y con la lechuza dormida en el regazo de Harry. Subieron por la escalera mecánica y entraron en la estación de Paddington. Harry acababa de darse cuenta de dónde estaban cuando Hagrid le golpeó el hombro.
—Tenemos tiempo para que comas algo antes de que salga el tren —dijo.
Le compró una hamburguesa a Harry y se sentaron a comer en unas sillas de plástico. Harry miró a su alrededor. De alguna manera, todo le parecía muy extraño.
— ¿Estás bien, Harry? Te veo muy silencioso —dijo Hagrid. Harry no estaba seguro de poder explicarlo. Había tenido el mejor cumpleaños de su vida y, sin embargo, masticó su hamburguesa, intentando encontrar las palabras.
—Todos creen que soy especial —dijo finalmente—. Toda esa gente del Caldero Chorreante, el profesor Quirrell, el señor Ollivander... Pero yo no sé nada sobre magia. ¿Cómo pueden esperar grandes cosas? Soy famoso y ni siquiera puedo recordar por qué soy famoso. No sé qué sucedió cuando Vol... Perdón, quiero decir, la noche en que mis padres murieron.

A Draco y a Snape les dio un ataque de tos mientras Ron le decía a Harry

-        Pues no se como pero las has hecho ya- Harry sonrió.

-        Las hemos hecho hermano, los tres- le corrigió.

-        Además de que has demostrado ser más que un nombre famoso- le dijo Ginny haciendo que Harry se ruborizara sin saber por que.

-        Me alegro de que no seas como yo,- dijo James riendo- llegas a tener mi ego y el mundo mágico tiene un problema más grande que Voldemort.- Todos los que conocían a James  rieron.

Hagrid se inclinó sobre la mesa. Detrás de la barba enmarañada y las espesas cejas había una sonrisa muy bondadosa.
—No te preocupes, Harry. Aprenderás muy rápido. Todos son principiantes cuando empiezan en Hogwarts. Vas a estar muy bien. Sencillamente sé tú mismo. Sé que es difícil. Has estado lejos y eso siempre es duro. Pero vas a pasarlo muy bien en Hogwarts, yo lo pasé y, en realidad, todavía lo paso.

-        Sobre todo des de que llegasteis vosotros tres.- dijo al trío que se ruborizó.

Hagrid ayudó a Harry a subir al tren que lo llevaría hasta la casa de los Dursley y luego le entregó un sobre.
—Tu billete para Hogwarts —dijo—. El uno de septiembre, en Kings Cross. Está todo en el billete. Cualquier problema con los Dursley y me envías una carta con tu lechuza, ella sabrá encontrarme... Te veré pronto, Harry.
El tren arrancó de la estación. Harry deseaba ver a Hagrid hasta que se perdiera de vista. Se levantó del asiento y apretó la nariz contra la ventanilla, pero parpadeó y Hagrid ya no estaba.

-        No le dijiste como llegar al andén Hagrid- le dijo Lily.

-        Da igual mamá- aseguró Harry- fue lo mejor que pudo haber pasado- terminó sonriendo a los Weasley que le devolvieron la sonrisa algo ruborizados.

-        Un capitulo mas y almorzamos. Profesora Hood quiere leer el siguiente.

-        Claro director.- dijo- El viaje desde el andén nueve y tres cuartos

1 comentario:

  1. "que yo sepa tú estás obsesionado con Hermione" Cuando te pasa te pasas Me rei muchisiimooo

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