sábado, 16 de junio de 2012

El sauce boxeador


— Claro- respondió este cogiendo el libro-El sauce boxeador- La extrañeza recorrió su rostro.

—Un segundo- dijo James- ¿Chicos acaso soy el único que sabe que día es hoy?

— Que va, estamos en Martes- dijo Sirius convencido.

— No Sirius estamos en domingo, domingo 27 de… Junio- dijo Remus- No puedo creer que se me haya olvidado.

— ¿Que se te ha olvidado?- preguntó Tonks.

— Hoy es el cumpleaños de una amiga nuestra- dijo el licántropo con una sonrisa.

— ¿Alguien de nuestra promoción en Hogwarts?- preguntó Lily.

— No, el de una muggle llamada Èlia- dijo James con una sonrisa.

¿Supongo que esa muggle no sabrá nada de la magia verdad?- gruñó la profesora de Transfiguración.

— Define saber- dijo Remus intentando esquivar la pregunta.

— Eso es una violación de la ley- rugió Cornelius Fudge.

— Nos prometió no decir nada- se defendió James

— Explicádnoslo todo desde el principio- pidió Sus.

— Bueno,- empezó Remus- Estábamos probando la moto de Sirius y ella nos pilló pero en lugar de asustarse nos preguntó si podía probarla también.

— Yo, como persona responsable que soy- dijo Sirius- Iba a desmemorizarla pero apareció por allí mi prima su obsesión de matarme para limpiar el árbol generológico y eso… Estaba conjurando un avada cuando esa chica le rompió la nariz, por lo visto practica algo llamado Katare o así.

— Karate, Sirius, karate- dijo con frustración Remus- Es decir que va a clases donde le enseñan como golpear y que no debe hacerlo si la situación no lo pide a gritos.  El caso es que después de eso no tuvimos voluntad para desmemorizarla.

— A partir de allí nos hicimos muy amigos- dijo James- Es una chica muy graciosa y lista, si hubiese ido a Hogwarts la hubiésemos reclutado para nuestro grupo.

— Siempre ha querido conocer Hogwarts- dijo Remus- ¿La podéis traer?- pidió suplicante a los cerebritos.

— No- dijeron estos rotundamente.

— Solo cinco minutos- pidió Sirius.

— Por fa- dijo James.

— Vale- afirmó Allie.- Al fin y al cabo merece un premio por romperle la nariz a esa bruja.

— Bien-  dijeron los merodeadores contentísimos.

Allie movió la varita y apareció una hermosa chica de ojos marrones y pelo negro, liso y largo hasta los hombros que miraba a su alrededor algo extrañada.

— ¡Chicos!- exclamó encantada cuando los vio.

— Feliz cumpleaños- le respondieron ellos.

— Esto… esto es Hogwarts- dijo la chica dando vueltas sobre si misma para mirarlo todo- Es incluso mejor de lo que me habíais dicho.

Es una pena que solo puedas quedarte cinco minutos- suspiró James.

— Sirius, Remus- dijo la chica- ¿Os habéis tomado alguna poción rara?- preguntó- estáis muy viejos.

— Es que estamos en la época de mi hijo- dijo James- ¿Increíble verdad?

— ¿Entonces terminas con Lily?- preguntó ilusionada- Es ella ¿verdad?- dijo señalando, efectivamente, a Lily- Y ella debe de ser Sus, Sirius no para de hablar de ti.- le contó.-

— Sí, terminé con Lily, sí, es ella, sí esa es Sus y sí, Sirius no para de hablar de ella- dijo James divertido.

— ¿Me enseñáis un hipogrifo?- pidió la chica.

— Lo haríamos pero no se de donde sacar uno- dijo Remus.

Y sí- Sirius silbó una extraña melodía y Buckbeak apareció volando por una de las ventanas del lugar.

—Increíble- repitió la chica e hizo una reverencia que el animal no tardó en devolverle por lo que se acercó a acariciar sus alas.- ¿Me dejáis ayudaros con una broma para Quejicus?- pidió está vez pero por desgracia para los merodeadores y suerte para Snape desapareció en ese momento.

— Lo siento- dijo Allie- Pero ya habían pasado los cinco minutos. Igualmente es una chica muy maja.



Bueno, eso era un regalito de cumpleaños para mi hermanita pequeña que hoy cumple los trece, abajo está el capitulo. Siento haberme tardado tanto en actualizar, tuve un blocaje de inspiración.



— Claro- respondió este cogiendo el libro-El sauce boxeador- La extrañeza recorrió su rostro.



Los merodeadores se miraron con complicidad mientras una mueca de odio apareció en la cara de Snape.



El final del verano llegó más rápido de lo que Harry habría querido.



—Te comprendo- suspiró Dudley con pesar.



Estaba deseando volver a Hogwarts,



— Como todos- dijo Padma mientras los demás asentían.



pero por otro lado, el mes que había pasado en La Madriguera había sido el más feliz de su vida.



Arthur y Molly parecían muy complacidos, además de orgullosos. Ron y Harry se dedicaron una luminosa sonrisa.



Le resultaba difícil no sentir envidia de Ron cuando pensaba en los Dursley y en la bienvenida que le darían cuando volviera a Privet Drive.



— Lo lamento Ron- se disculpó el muchacho avergonzado.



— No creo que tengas que disculparte- contestó con una sonrisa- sobretodo después del numerito que monté el año pasado- dijo mientras su rostro se oscurecía.



— Ya olvídalo Ron- murmuraron Harry y Hermine- Ya te has disculpado como cien veces.- Terminó Harry.



La última noche, la señora Weasley hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa



— No hables de la comida de mamá sin dejarnos probarla- se quejaron todos los Weasley.



— Ni en Hogwarts se come tan bien como en la Madriguera- comentó Rose con la boca hecha agua solo por el recuerdo.



que incluía todos los manjares favoritos de Harry y que terminó con un suculento pudín de melaza. Fred y George redondearon la noche con una exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron la cocina con chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos media hora.



Varios sonrieron divertidos.



— Lástima que no está Umbridge- les dijo Lee- le hubiese encantado esta parte.



— No la necesitamos- le contestó George.



— No mientras Filch esté con nosotros- terminó Fred. El susodicho miraba a los gemelos con una mueca de odio infinito mientras agarraba su escoba con fuerza como si les quisiera golpear.



— ¡Deja de mirar a mis niños como si los quisieras matar!- rugió la señora Weasley y a Filch se le cayó la escoba de las manos provocando las risas de los alumnos.



Después de esto, llegó el momento de tomar una última taza de chocolate caliente e ir a la cama. A la mañana siguiente, les llevó mucho rato ponerse en marcha.



— ¿Mucho rato?- preguntó Ginny- Si ese día fuimos muy rápido.



— Cierto.- corroboró Ron- Y luego solo tuvimos que volver dos veces.



Se levantaron con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada,



Varios soltaron risitas burlonas entre ellos Ron.



— ¿Te acuerdas de lo que dijeron  los gemelos cuando chocaron?- les preguntó el pelirrojo a Harry y a Ginny.



— En nombre de Merlín, ¿Quién rayos a puesto un maldito espejo en esta escalera?- imitó la muchacha para el regocijo de todos y sonrojo de los gemelos.



y el señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.



Los chicos rieron junto con el señor Weasley aunque este enseguida se calló pues su mujer lo estaba regañando por despistado.



A Harry no le entraba en la cabeza que ocho personas, seis baúles grandes, dos lechuzas y una rata pudieran caber en un pequeño Ford Anglia.



— Es que es físicamente imposible- murmuró Petunia.



— Físicamente tal vez- respondió Lily con una sonrisa divertida.



Claro que no había contado con las prestaciones especiales que le había añadido el señor Weasley.



— ¿De que prestaciones está hablando Arthur, cariño?- preguntó demasiado dulcemente la señora Weasley.



— Puede que del hecho que vuele- disimuló el hombre.



— Pobre Arthur- le dijo Fabian a Guideon.- La que le va a caer.



— Se lo tiene merecido, mira que ser tan insensato como para casarse con nuestra gritona hermana- contestó Guideon con una sonrisa. Claro que ninguno contaba con que Molly les oiría.



— Sí, pobrecito- dijo con una falsa sonrisa- Sobretodo porqué soy tan gritona que al estar regañando a la gente no tengo tiempo de preparar vuestra comida NUNCA JAMÁS- terminó con un grito.



— Pero tú eres la mejor cocinera del mundo- se lamentó Guideon.



— Queridísima hermanita- dijo Fabian- Ha sido Guideon quién te ha llamado, en contra de mis pensamientos, gritona así que mi comida si la prepararás ¿verdad?- preguntó esperanzado. La mirada de su hermana le dio a entender que era mejor que se callara.



—No le digas a Molly ni media palabra —susurró a Harry



— Uuuuhhhhhhh- murmuraron todos al ver como esta miraba a su marido que se hacía el despistado.



al abrir el maletero y enseñarle cómo lo había ensanchado mágicamente para que pudieran caber los baúles con toda facilidad.



— ¡Arthur Weasley!- el grito de Molly resonó por todo el gran comedor.



— ¿Si? Molly cariño- dijo el hombre asustadísimo.



— ¿Cómo se te ocurrió hechizar el coche?- gritó Molly- ¡Es ilegal! Además…



— Pero abu,- intervino Molls- Así es mucho más práctico y podéis ir cómodamente. Es cierto que debería habértelo dicho pero tampoco hizo algo tan malo.



— Y por eso Molls es la preferida de vuestro abuelo- le susurró Gwen a Louis mientras observaba como Molly se calmaba y Arthur sonreía.



— Es más bien porqué es idéntica a la abuela- le rebatió Louis en el oído aprovechando para acercarse un poco a ella mientras Alex los miraba con el ceño algo fruncido.



— ¿Estás bien capitán?- preguntó Al- Tienes la misma cara que pones cuando no puedes despertar a James para que vaya al entrenamiento.



— Tranquilo Al- le respondió en susurros el chico- Solo que es frustrante no poder golpear a uno de los pretendientes de mi hermanita solo porque es mi mejor amigo- comentó.



— Dímelo a mi…- empezó Al- Un segundo, ¿estás diciendo que a Louis le gusta la capitana?



— Usa los ojos Al- dijo Alex girando los ojos- Y eso que los buscadores suelen ser observadores.



Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros, y dijo:

—Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad?



— Lo que tú digas Arthur- dijo Molly aún enfadada.



—Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque—. Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?



— Quién lo diría, realmente- siguió la señora Weasley echando humo por las orejas.



El señor Weasley arrancó el coche y salieron del patio. Harry se volvió para echar una última mirada a la casa. Apenas le había dado tiempo a preguntarse cuándo volvería a verla, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster.



— ¡Dijiste que te habías dejado el libro de Historia de la Magia!- rugió Molly enfadada.



— Técnicamente eso era correcto- dijo George asustado- Porqué guardo el libro en la caja de bengalas.



— Conmigo no te hagas el listillo George Weasley- rugió la mujer- No puedo creer que volviésemos a por esas cosas tendrá que disculparme profesora- dijo mirando a Minerva.- Y ¿Cómo se te ocurre engañarme así? ¿Pero tú crees que soy estúpida? Y lo peor es que habrías acertado de no ser por el libro. Ah, y eso me recuerda… ¡Percival, Frederik y Ronald Weasley y Harry Potter!- gritó sobresaltando a los cuatro niños- ¿A ninguno se le ocurrió decirme nada? Es comprensible de Fred pero no me lo esperaba de vosotros dos- señaló a Harry y a Ron que estaban encogiéndose en el asiento- Y mucho menos de ti Percy te tenía por alguien mucho más sensato- Percy dirigió la vista a la mesa sumamente avergonzado.- Ahora vamos a continuar con el libro pero luego os espera una buena regañiga ¿entendido?- preguntó se oyó un murmullo de aceptación- ¿ENTENDIDO?- grito la mujer.



— Sí mamá / señora Weasley- respondieron los niños asustados en voz alta.



Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse  en el corral para que Fred pudiera entrar a coger su escoba.



— ¡Weasley!- el rugido de Oliver se oyó en todo el gran comedor.



— ¿Si capitán?- preguntó el tembloroso.



— La escoba es lo primero que tienes que coger siempre- aseveró el guardián- Un jugador no puede olvidarla nunca, ¿cómo pensabas jugar al Quidditch sin ella? En el próximo entrenamiento darás cinco vueltas de castigo.



— Entendido capitán- contestó Fred con una sumisión que dejó de piedra a Molly y a Minerva.



Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario



— Ojalá lo hubiésemos dejado- murmuró Harry frustrado.



— Tranquilo- le contestó en susurros Ginny que era la única que lo había oído- En realidad gracias a esa experiencia me volví más fuerte y segura de mi misma así que no todo fue malo.



—Pero pasaste por un infierno- le contradijo Harry- Desearía haber podido evitarlo.



— Harry, deberías dejar de cargar en tus hombros responsabilidades que no son tuyas- le dijo con dulzura la Weasley mientras le acariciaba tímidamente la mano- Tú no pudiste hacer nada.



 y tuvieron que retroceder otra vez. Cuando Ginny subió al coche, después de recoger el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.

El señor Weasley miró primero su reloj y luego a su mujer.

—Molly, querida...

—No, Arthur.

—Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta...

—He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día.



— Aburrida- murmuraron los merodeadores haciendo morros.



Llegaron a Kings Cross a las once menos cuarto. El señor Weasley cruzó la calle a  toda pastilla para hacerse con unos carritos para cargar los baúles, y entraron todos corriendo en la estación. Harry ya había cogido el expreso de Hogwarts el año anterior.



— No me digas- ironizó Blaise.



La dificultad estaba en llegar al andén nueve y tres cuartos, que no era visible para los  ojos de los muggles. Lo que había que hacer era atravesar caminando la gruesa barrera que separaba el andén nueve del diez. No era doloroso, pero había que hacerlo con cuidado para que ningún muggle notara la desaparición.



— Bah- dijo Sus- Si lo ven piensan que se lo han imaginado.



—Percy primero —dijo la señora Weasley, mirando con inquietud el reloj que había en lo alto, que indicaba que sólo tenían cinco minutos para desaparecer disimuladamente a través de la barrera.



— Pues debéis apuraros- puntualizó Luna.



Percy avanzó deprisa y desapareció. A continuación fue el señor Weasley. Lo siguieron Fred y George.

—Yo pasaré con Ginny, y vosotros dos nos seguís



— Aún no comprendo que no entendisteis de esa frase- refunfuñó Molly en voz baja.



—dijo la señora Weasley a Harry y Ron, cogiendo a Ginny de la mano y  empezando a caminar. En un abrir y cerrar de ojos ya no estaban.

—Vamos juntos, sólo nos queda un minuto —dijo Ron a Harry.



— Gracias a Merlín fuimos juntos- dijo Ron- Si no te hubieses quedado solo en el andén.



Harry se aseguró de que la jaula de Hedwig estuviera bien sujeta encima del baúl, y empujó el carrito contra la barrera. No le daba miedo; era mucho más seguro que usar los polvos flu. Se inclinaron sobre la barra de sus carritos y se encaminaron con determinación hacia la barrera, cogiendo velocidad. A un metro de la barrera, empezaron a correr y...

¡PATAPUM!



— Vamos Remus- dijo James con una sonrisa- No bromees.



— No estoy bromeando.- le aseguró el licántropo.



— Es imposible que se estrellaran- dijo Sirius con suficiencia- ¡Auch!- Remus le había tirado, con mucha puntería, el libro a la cabeza.



— Léelo tú- le retó- Si es que sabes…



— Claro que sé leer- dijo un ofendido Sirius- Vaya, no mentía- dijo con incredulidad.



— Ahora que lo has aclarado ¿puedo continuar?- pidió Remus como respuesta Sirius le arrojó el libro con mala intención pero con un movimiento de varita este aterrizó suavemente en las manos del oji-miel.



Los dos carritos chocaron contra la barrera y rebotaron. El baúl de Ron saltó y se estrelló contra el suelo con gran estruendo, Harry se cayó y la jaula de Hedwig, al dar en el suelo, rebotó y salió rodando, con la lechuza dentro dando unos terribles chillidos.



— Pobrecilla- murmuró Lavander mientras Parvati asentía.



Todo el mundo los miraba, y un guardia que había allí cerca les gritó:

— ¿Qué demonios estáis haciendo?

—He perdido el control del carrito —dijo Harry entre jadeos, sujetándose las  costillas mientras se levantaba. Ron salió corriendo detrás de la jaula de Hedwig, que estaba provocando tal escena que la multitud hacía comentarios sobre la crueldad con los animales.



— Estoy de acuerdo con la multitud- dijo Pavarti mirando mal a Harry y a Ron.



— ¿Por qué no hemos podido pasar? —preguntó Harry a Ron.

—Ni idea.

Ron miró furioso a su alrededor. Una docena de curiosos todavía los estaban mirando.



— Cotillas- murmuró Rose con desprecio.



—Vamos a perder el tren —se quejó—. No comprendo por qué se nos ha cerrado el paso.

Harry miró el reloj gigante de la estación y sintió náuseas en el estómago. Diez  segundos..., nueve segundos... Avanzó con el carrito, con cuidado, hasta que llegó a la barrera, y empujó a continuación con todas sus fuerzas. La barrera permaneció allí, infranqueable.



— Ay, ay- murmuró burlesco Draco haciendo que Scorp girara los ojos.



Tres segundos..., dos segundos..., un segundo...

—Ha partido —dijo Ron, atónito—. El tren ya ha partido. ¿Qué pasará si mis padres no pueden volver a recogernos? ¿Tienes algo de dinero muggle?

Harry soltó una risa irónica.

—Hace seis años que los Dursley no me dan la paga semanal.



— Me sorprende que te dieran paga alguna vez- murmuró Lily mirando mal a su hermana que bajo la cabeza avergonzada.



Ron pegó la cabeza a la fría barrera.

No oigo nada —dijo preocupado—. ¿Qué vamos a hacer? No sé cuánto tardarán mis padres en volver por nosotros.



— De hecho no sabía ni si podrían volver- comentó Ron.



Echaron un vistazo a la estación. La gente todavía los miraba, principalmente a causa de los alaridos incesantes de Hedwig.

—A lo mejor tendríamos que ir al coche y esperar allí —dijo Harry—. Estamos llamando demasiado la aten...

— ¡Harry! —dijo Ron, con los ojos refulgentes—. ¡El coche!



Los ojos de los merodeadores se iluminaron como faros.



— Gran idea sobrinito- comentaron con orgullo los Prewett.



— ¿Qué idea?- preguntó perdido Dudley.



— Ya verás- le dijo Sus con una gran sonrisa- Ya veras.



— ¿Qué pasa con él?

— ¡Podemos llegar a Hogwarts volando!



— Hazle caso- suplicó James con una sonrisa orgullosa- Demuestra que eres hijo de un merodeador.



— James estás castigado- rugió Lily- No incites a nuestro hijo a romper las normas y Harry, como le hagas caso tú también.



— Sabíamos que la idea había sido de nuestro hermanito- se iban pavoneando los gemelos Weasley sin prestar atención al regaño que hacía Lily a James.



Ron estaba entre orgulloso entre asustado mientras veía las miradas de admiración de los alumnos y las amenazantes de los profesores y de su madre.



—Pero yo creía...

—Estamos en un apuro, ¿verdad? Y tenemos que llegar al colegio, ¿verdad? E  incluso a los magos menores de edad se les permite hacer uso de la magia si se trata de una verdadera emergencia, sección decimonovena



— Dieciochena- corrigió Molly- Pero en el tercer parágrafo pone que la situación debe de ser de vida o muerte, ser victima de alguna amenaza o proteger la vida de  alguien que en ese momento no pueda protegerse.



Todos se giraron hacia ella asombrados.



 ¿Qué?- preguntó- ¿Soy la única que se a leído las leyes?



— Sip, probablemente- dijo Percy con orgullo, orgullo que ni intentó disimular.



o algo así de la Restricción sobre Chismes...

El pánico que sentía Harry se convirtió de repente en emoción.



— Entiendo la sensación- dijo Remus con una sonrisa nostálgica.



— Mi hijo es un merodeador en esencia- dijo James sacando pecho.



—Sí, pero tenemos que limarlo un poco para que salga definitivamente a la superficie- dijo Sirius con una sonrisa encantadora- ¿A qué sí?- preguntó logrando unos ladridos de asentimiento del pequeño Reggie.



— ¡Sirius!- exclamó Lily horrorizada- Has logrado corromper a un cachorrito.



— Que orgullosa estoy de ti- dijo Sus con una sonrisa traviesa besando a su novio.



— Sirius y yo corrompimos a Remus- dijo James sacando pecho- Lo que significa que corromperíamos a cualquiera.



— Me ayudarás a que no se acerquen a ninguno de mis niños ¿verdad?- le dijo Molly a Lily asustada.



— Si tú me ayudas a que no se acerquen a Harry- le contestó Lily.



— Trato hecho- respondió la mujer.



— ¿Sabes hacerlo volar?

—Por supuesto —dijo Ron, dirigiendo su carrito hacia la salida—. Venga, vamos, si nos damos prisa podremos seguir al expreso de Hogwarts.

Y abriéndose paso a través de la multitud de muggles curiosos, salieron de la estación y regresaron a la calle lateral donde habían aparcado el viejo Ford Anglia. Ron abrió el gran maletero con unos golpes de varita mágica.



— ¡Ronald!- se lamentó su madre.



— Estamos orgullosos- dijeron los gemelos Weasley limpiándose una ¿falsa? lágrima de orgullo.



Metieron dentro los baúles, dejaron a Hedwig en el asiento de atrás y se acomodaron delante.

—Comprueba que no nos ve nadie —le pidió Ron, arrancando el coche con otro golpe de varita. Harry sacó la cabeza por la ventanilla; el tráfico retumbaba por la avenida que tenían delante, pero su calle estaba despejada.

—Vía libre —dijo Harry.

Ron pulsó un diminuto botón plateado que había en el salpicadero y el coche desapareció con ellos. Harry notaba el asiento vibrar debajo de él, oía el motor, sentía sus propias manos en las rodillas y las gafas en la nariz, pero, a juzgar por lo que veía, se había convertido en un par de ojos que flotaban a un metro del suelo en una lúgubre calle llena de coches aparcados.



— Ay Harry- se quejó Hannah - Tus pensamientos son algo espeluznantes.  El día que me encuentre dos pares de ojos flotando a un metro del suelo de una calle solitaria echaré a correr y no pararé hasta que esté en Osaka como mínimo.



— No tendrías que hacerlo ya que yo te defendería con mi vida.- le susurró Neville haciéndola sonrojar.



— ¡En marcha! —dijo a su lado la voz de Ron.

Fue como si el pavimento y los sucios edificios que había a cada lado empezaran a caer y se perdieran de vista al ascender el coche; al cabo de unos segundos, tenían todo Londres bajo sus pies, impresionante y neblinoso.



— Sip- dijo Scorp- La primera impresiona bastante.



— Y tú lo sabes porqué...- le incitó a continuar su madre.



— ¿Cómo iba él a saberlo?- preguntó Al algo pálido.



— Cierto no es que cada uno de ellos tenga una moto que puede volar y volverse invisible, entre otras cosas- intervino Molly divertida.



— Ni que las usen para escaparse de vez en cuanto de Hogwarts- añadió Louis.



— No lo sabía mamá- dijo Scorp con aplomo- Solo comenté lo que suponía. Ah, y chicos- dijo mirando al rubio y a la pelirroja- O necesitáis más clases de cómo mentir o queréis meterme en un aprieto, teniendo en cuenta que yo os he enseñado a mentir y que soy un maestro excepcionalmente bueno.



— Y modesto- se metieron los gemelos Wood.



— Creo que es la segunda opción- prosiguió Scorp- Así que ¿Se puede saber que os he hecho?



— Nada- dijeron Molly y Louis a la vez- Solo que es divertido verte pálido y asustado en lugar de frío y calculador como siempre- terminó Louis con una sonrisa.



Entonces se oyó un ligero estallido y reaparecieron el coche, Ron y Harry.



— Ay dios- murmuró Lia llevandose las manos a la cabeza.- Vosotros dos no podríais tener peor suerte ni si un grupo de narggles os echaran una maldición- gruñó haciendo que Hermione girara los ojos.



— No se mamá- dijo Luna- Las maldiciones de los narggles son muy poderosas.



— ¡Vaya! —dijo Ron, pulsando el botón del accionador de invisibilidad—. Se ha  estropeado.



— Y nosotros sin notarlo- ironizó Blaise de mal humor ya que una muchacha de la casa azul todavía no le había mirado en lo que llevaban de capítulo.



Los dos se pusieron a darle golpes. El coche desapareció, pero luego empezó a aparecer y desaparecer de forma intermitente.



— Vaya, algo que los muggles consideraran completamente normal- comentó Draco con sarcasmo.



— ¡Agárrate! —gritó Ron, y apretó el acelerador. Como una bala, penetraron en las nubes algodonosas y todo se volvió neblinoso y gris.



— Buena idea- dijo Hermione con aprobación haciendo que Ron sacara pecho satisfecho.



— ¿Y ahora qué? —preguntó Harry, pestañeando ante la masa compacta de nubes  que los rodeaba por todos lados.

—Tendríamos que ver el tren para saber qué dirección seguir —dijo Ron.



— Exacto- dijo Rose con el mismo tono que había empleado su madre antes haciendo que su padre se ruborizara un poco.



—Vuelve a descender, rápido.

Descendieron por debajo de las nubes, y se asomaron mirando hacia abajo con los ojos entornados.

— ¡Ya lo veo! —gritó Harry—. ¡Todo recto, por allí!

El expreso de Hogwarts corría debajo de ellos, parecido a una serpiente roja.



— Ah- los Slytherin y los Gryffindor tuvieron un escalofrío al mismo tiempo mientras fulminaban a Harry con la mirada.



— Serpiente y rojo no combinan- dijo Sirius regañando a su ahijado.



— Por primera vez dices algo sensato Black- le apoyó Snape con incredulidad.



—Derecho hacia el norte —dijo Ron, comprobando el indicador del salpicadero—.  Bueno, tendremos que comprobarlo cada media hora más o menos. Agárrate. —Y volvieron a internarse en las nubes. Un minuto después, salían al resplandor de la luz solar. Aquél era un mundo diferente. Las ruedas del coche rozaban el océano de esponjosas nubes y el cielo era una extensión inacabable de color azul intenso bajo un cegador sol blanco.



Parvati y Lavander suspiraron.



— Que romántico sería tener una cita en un lugar como ese- murmuró Lavander mientras su amiga volvía a suspirar.



—Ahora sólo tenemos que preocuparnos de los aviones —dijo Ron.



— ¿Aviones?- preguntó Blaise sorprendido- ¿Qué son?



— Pájaros de hierro pilotados por muggles que utilizan para viajes largos- le dijo Padma al momento.



Se miraron el uno al otro y rieron. Tardaron mucho en poder parar de reír.



— Pues si que tenéis fácil la risa niños- dijeron los gemelos Prewett negando con la cabeza.



Era como si hubieran entrado en un sueño maravilloso. Aquélla, pensó Harry, era seguramente la manera ideal de viajar: pasando copos de nubes que parecían de nieve, en un coche inundado de luz solar cálida y luminosa, con una gran bolsa de caramelos en la guantera e imaginando las caras de envidia que pondrían Fred y George



— ¡Oye!- se quejaron ellos- Nosotros no os envidiamos ni por un segundo- terminó Fred cruzándose de brazos ofendido.



cuando aterrizaran con suavidad en la amplia explanada de césped delante del castillo de Hogwarts.



— ¿Con suavidad?- preguntó Ron incrédulo.



— ¿En el césped?- preguntó a la vez y con el mismo tono Harry.



Comprobaban regularmente el rumbo del tren a medida que avanzaban hacia el norte, y cada vez que bajaban por debajo de las nubes veían un paisaje diferente. Londres quedó atrás enseguida y fue reemplazado por campos verdes  que dieron paso a brezales de color púrpura, a aldeas con diminutas iglesias en miniatura y a una gran ciudad animada por coches que parecían hormigas de variados colores.



— La próxima vez me lleváis- les ordenaron a la vez Ginny y Hermione para la incredulidad de los profesores.



— Cla… claro- respondieron los chicos con miedo al ver la determinación de las chicas.



— Ya me encargaré yo de que no haya una próxima vez- refunfuñó por lo bajo Minerva.



Sin embargo, después de varias horas sin sobresaltos, Harry tenía que admitir que parte de la diversión se había esfumado.



— Sip- dijo Sus- Leerlo ya empieza a ser aburrido.



— Con su suerte tal vez se encuentren con una avioneta o un paracaidista- dijo Sirius con los ojos brillantes de emoción. Los dos se llevaron un golpe en la nuca cortesía de Lily.



— No gaféis a mi niño más de lo que ya está- rugió enfadada.



Los caramelos les habían dado una sed tremenda y no tenían nada que beber. Harry y Ron se habían despojado de sus jerséis, pero al primero se le pegaba la camiseta al respaldo del asiento y a cada momento las gafas le resbalaban hasta la punta de la nariz empapada de sudor.



Una mueca de asco apareció en el rostro de Cho y de Romilda.



Había dejado de maravillarse con las sorprendentes formas de las nubes y se acordaba todo el tiempo del tren que circulaba miles de metros más abajo, donde se podía comprar zumo de calabaza muy frío del carrito que llevaba una bruja gordita.



— Esa amable mujer- suspiraron todos los Weasley a la vez.



¿Por qué motivo no habrían podido entrar en el andén nueve y tres cuartos?



— Eso me pregunto yo- intervino Alastor para sorpresa de muchos- Se necesita una magia muy poderosa y extraña.



—No puede quedar muy lejos ya, ¿verdad? —dijo Ron, con la voz ronca, horas más tarde cuando el sol se hundía en el lecho de nubes, tiñéndolas de un rosa intenso—.



Varias chicas suspiraron y Blaise tomó nota mental de pedirle a Theo que le ayudara a hacer volar uno de esos cacharros mientras miraba de reojo a Padma.



¿Listo para otra comprobación del tren?

Éste continuaba debajo de ellos, abriéndose camino por una montaña coronada de nieve. Se veía mucho más oscuro bajo el dosel de nubes.  Ron apretó el acelerador y volvieron a ascender, pero al hacerlo, el motor empezó a chirriar.



— Ay no- murmuraron Lily y Molly a la vez.



Harry y Ron se intercambiaron miradas nerviosas.

—Seguramente es porque está cansado —dijo Ron—, nunca había hecho un viaje tan largo...



— ¿Estamos hablando de un coche o de un caballo?- preguntó con sarcasmo Cormac- Las máquinas no se cansan.



— Te equivocas- dijo Scorp- Las máquinas si se cansan cuando las usas durante demasiado tiempo seguido, además, cuando hechizas un objeto le das un poco de vida, muy poca, ya que tu magia es parte de tu esencia vital y se la estás transfiriendo.



— Coff coff cerebrito coff coff- tosió Louis.



— Al menos Scorp no está loco por culpa de los gases de pociones estúpidas que el mismo ha creado- gruñeron Al y Rose a la vez.



— Las pociones de Louis no son estúpidas- les contestó furiosa Gwen.



— Sí Gweny, ya sabemos que Louis te gusta- respondió “comprensivamente” Allie.



El color al que el rostro de Gwen y Louis llegó fue una sorpresa para todos los del gran comedor. Oliver y Alex fruncieron el ceño a la vez mientras los otros de la tercera intentaban contener la risa fallando estrepitosamente.



— Pues si mis pociones son estúpidas no dejaré que las uséis más- dijo Louis al recuperarse ignorando una parte de la conversación.



— ¿No os preocupa?- preguntó en voz baja Harry al ver que los cerebritos indiferentes.



— Va de farol- respondieron los cuatro a la vez con seguridad infinita.



Y ambos hicieron como que no se daban cuenta de que el chirrido se hacía más intenso al tiempo que el cielo se oscurecía.



— Ese fue un comportamiento muy infantil, inmaduro e imprudente- rugió Alastor enojado.



— Lo sentimos- respondieron a la vez.



— Vamos Alastor- dijo Albus- Tenían doce años.



Las estrellas iban apareciendo en el firmamento. Se hacía de noche. Harry volvió a ponerse el jersey, tratando de no dar importancia al hecho de que los limpiaparabrisas se movían despacio, como en protesta.



— Ok eso se está poniendo raro- comentó Cormac- Es como si tuviera vida de verdad.



— ¿Y yo porqué me he molestado ha explicárselo?- preguntó frustrado Scorp.



— Déjalo hijo- dijo Draco- No le entraría a la cabeza ni a golpes.



—Ya queda poco —dijo Ron, dirigiéndose más al coche que a Harry—, ya queda muy poco —repitió, dando unas palmadas en el salpicadero con aire preocupado.



— Muy poquito- repitió el muchacho perdido en sus recuerdos.



Cuando, un poco más adelante, volvieron a descender por debajo de las nubes, tuvieron que aguzar la vista en busca de algo que pudieran reconocer.

— ¡Allí! —gritó Harry de forma que Ron y Hedwig dieron un bote—. ¡Allí delante mismo!

En lo alto del acantilado que se elevaba sobre el lago, las numerosas torres y atalayas del castillo de Hogwarts se recortaban contra el oscuro horizonte.



— Gracias a Merlín- suspiró Molly con visible alivio.



— Y a todos los demás magos poderosos- le apoyó Lily más relajada.



Pero el coche había empezado a dar sacudidas y a perder velocidad.



— Creo que hablasteis antes de tiempo- comentó Alice mientras las dos mujeres palidecían mortalmente.



— ¡Vamos! —dijo Ron para animar al coche, dando una ligera sacudida al volante—. ¡Venga, que ya llegamos!

El motor chirria.ba. Del capó empezaron a salir delgados chorros de vapor.



— Ay dios- murmuró Petunia pálida.



Harry se  agarró muy fuerte al asiento cuando se orientaron hacia el lago.



— Claro- dijo Draco- Porqué si cae el coche el asiento se va a quedar en el mismo sitio



El coche osciló de manera preocupante. Mirando por la ventanilla, Harry vio la superficie calma, negra y cristalina del agua, un par de kilómetros por debajo de ellos.



— Creo que a partir de los 20 metros caer en el agua hace tanto daño como caer en tierra- comentó Terry.



— Gracias, necesitábamos saber eso- dijo Ginny mordazmente.



Ron aferraba con tanta fuerza el volante, que se le ponían blancos los nudillos de las manos. El coche volvió a tambalearse.

— ¡Vamos! —dijo Ron.

Sobrevolaban el lago. El castillo estaba justo delante de ellos. Ron apretó el pedal a fondo.



— Mala idea- susurró Arthur.



Oyeron un estruendo metálico, seguido de un chisporroteo, y el motor se paró completamente.



— Tenías razón- le dijo Frank a Arthur.



— Sí, pero eso no me alegra en absoluto- contestó el hombre.



— ¡Oh! —exclamó Ron, en medio del silencio.

El morro del coche se inclinó irremediablemente hacia abajo. Caían, cada vez más rápido, directos contra el sólido muro del castillo.



— Ayúdales Merlín- murmuró Bill mirando a su hermanito con preocupación.



— ¡Noooooo! —gritó Ron, girando el volante; esquivaron el muro por unos centímetros



Varios soltaron un suspiro de alivio.



cuando el coche viró describiendo un pronunciado arco y planeó sobre los invernaderos y luego sobre la huerta



Neville, Allie y Sprouth se miraron con preocupación y fulminaron a los dos chicos con la mirada advirtiéndoles de lo que les pasaría si caían sobre sus plantas.



y el oscuro césped, perdiendo altura sin cesar.



Alice se cubrió los ojos con las manos como si quisiera evitar ver esa escena, Lily y Molly tal vez hubiesen seguido su ejemplo de haber podido moverse pero el miedo las tenía rígidas.



Ron soltó el volante y se sacó del bolsillo de atrás la varita mágica.



Ron compuso una mueca de tristeza y Hermione le tomó la mano con comprensión.



— ¡ALTO! ¡ALTO! —gritó, dando unos golpes en el salpicadero y el parabrisas, pero todavía estaban cayendo en picado, y el suelo se precipitaba contra ellos...

— ¡CUIDADO CON EL ÁRBOL! —gritó Harry, cogiendo el volante, pero era demasiado tarde.

¡¡PAF!!



Arthur y James pegaron un bote completamente sincronizados ya que Remus alzó la voz al decir esa onomatopeya.



Con gran estruendo, chocaron contra el grueso tronco del árbol y se dieron un gran batacazo en el suelo. Del abollado capó salió más humo; Hedwig daba chillidos de terror;



— Pobrecilla- suspiró Lavander.



— Harry y Ron han estado tu a punto de morir y te compadeces ¿de la lechuza?- preguntó Hermione completamente sorprendida y enfadada.



Ha Harry le había salido un doloroso chichón del tamaño de una bola de golf en la cabeza, al golpearse contra el parabrisas;



— Mi pobre niño- murmuró Lily.



— De pobre nada- dijo la señora Pomfrey enojada- Tuvo mucha suerte, pudo haber muerto por el impacto.- rugió mirando a su alumno.



y, a su lado, Ron emitía un gemido ahogado de desesperación.



Al instante tenía a su madre abrazada, la mano de su padre en el hombro y las miradas preocupadas de sus hermanos encima.



— Estoy bien- les tranquilizó como pudo.



— ¿Estás bien? —le preguntó Harry inmediatamente.



— Sí- respondió Ron aun con la intensión de tranquilizar a sus padres.



— ¡Mi varita mágica! —dijo Ron con voz temblorosa—. ¡Mira mi varita!

Se había partido prácticamente en dos pedazos, y la punta oscilaba, sujeta sólo por  unas pocas astillas.



— Agradece que no fuera su cuello- graznó enojada la enfermera.



Harry abrió la boca para decir que estaba seguro de que podrían recomponerla en el  colegio,



— Lo dudo mucho- comentó Dumbledore- Son pocas las ocasiones en las que se puede reparar una varita.



pero no llegó a decir nada. En aquel mismo momento, algo golpeó contra su lado del coche con la fuerza de un toro que les embistiera



— ¿Cómo?- preguntó Neville confuso. Se escuchó un jadeo, Remus había perdido todo el color de su rostro.



— ¿Qué sucede Lunático?- preguntó Sirius asustado.



— El capítulo se llama el sauce golpeador- contestó el licántropo asustado.



Todos los ocupantes del gran comedor quedaron paralizados un minuto, después algunos palidecieron y otros miraron a Harry y a Ron con compasión, empatía, miedo…y burla.



— ¿Crees que es momento para sonreír papá?- preguntó con voz helada Scorp.



— No sonreía- se defendió este infantilmente cubriéndose la boca con la mano.



— ¿Estás seguro de que ese es tu padre?- le preguntó Al a Scorp.



— Sí, no parece el mismo Draco Malfoy astuto y divertido que nosotros conocemos- intervino Rose.



— Sí, por desgracia estoy seguro- les contestó Scorp mientras Allie le apretó la mano para darle ánimos.



y arrojó a Harry sobre Ron, al mismo tiempo que el techo del coche recibía otro golpe igualmente fuerte.

— ¿Qué ha pasado?

Ron ahogó un grito al mirar por el parabrisas, y Harry sacó la cabeza por la ventanilla en el preciso momento en que una rama, gruesa como una serpiente pitón,



— Buena comparación- dijo Blaise mientras los slytherin sonreían con malicia.



golpeaba en el coche destrozándolo. El árbol contra el que habían chocado les atacaba.



— ¿Cuántas especies de plantas hay que golpeen a las personas?- preguntó Alicia exasperada.



— Cuatro- respondieron a la vez Neville y Allie- Y están todas en peligro de extinción- terminó Neville.



— Y con razón- gruñó Augusta enfadada- No se yo que ventaja tiene tener una de esas cosas en el colegio.- La cara de Remus era una máscara de culpa infinita.



  Tiene muchas ventajas Augusta- respondió el director con tranquilidad- Muchas más que inconvenientes.



El tronco se había inclinado casi el doble de lo que estaba antes, y azotaba con sus nudosas ramas pesadas como el plomo cada centímetro del coche que tenía a su alcance.



— No suena muy agradable- comentó Daphne con tranquilidad.



— ¡Aaaaag! —gritó Ron, cuando una rama retorcida golpeó en su puerta produciendo otra gran abolladura; el parabrisas tembló entonces bajo una lluvia de golpes de ramitas, y una rama gruesa como un ariete aporreó con tal furia el techo, que pareció que éste se hundía.



— Salid de allí- ordenó Minerva perdiendo la calma.



— ¡Escapemos! —gritó Ron,



— Buena idea- le apoyaron los gemelos Weasley asintiendo fervientemente con la cabeza.



empujando la puerta con toda su fuerza, pero inmediatamente el salvaje latigazo de otra rama lo arrojó hacia atrás, contra el regazo de Harry.



— No si al final va a resultar que esos dos sienten lo mismo que sus primogénitos- bromeó Scorp en voz baja ganándose una mala mirada de Al y una peligrosísima mirada fulminante de Rose.



— ¡Estamos perdidos! —gimió, viendo combarse el techo.

De repente el suelo del coche comenzó a vibrar: el motor se ponía de nuevo en funcionamiento.



Lily soltó todo el aire de sus pulmones en un suspiro de alivio y Molly se destensó un poco.



— ¡Marcha atrás! —gritó Harry, y el coche salió disparado. El árbol aún trataba de golpearles, y pudieron oír crujir sus raíces cuando, en un intento de arremeter contra el coche que escapaba, casi se arranca del suelo.



— Por poco- murmuró Percy.



—Por poco —dijo Ron jadeando—. ¡Así se hace, coche!

El coche, sin embargo, había agotado sus fuerzas. Con dos golpes secos, las puertas se abrieron y Harry sintió que su asiento se inclinaba hacia un lado y de pronto se encontró sentado en el húmedo césped.



— Te hecho- dijo James con incredulidad divertida- El propio coche te echo de el mismo- repitió antes de soltar una carcajada que era más de alivio que de cualquier otra cosa.



Unos ruidos sordos le indicaron que el coche estaba expulsando el equipaje del maletero; la jaula de Hedwig salió volando por los aires y se abrió de golpe, y la lechuza salió emitiendo un fuerte chillido de enojo y voló apresuradamente y sin parar en dirección al castillo.



— Tratas muy mal a ese pobre animal Harry- le regañó Parvati enojadísima.



— Lo lamento- se disculpó rápidamente el chico con miedo al ver el ceño fruncido de la muchacha.



A continuación, el coche, abollado y echando humo, se perdió en la oscuridad, emitiendo un ruido sordo y con las luces de atrás encendidas como en un gesto de enfado.



— Tiene todo el derecho del mundo en enfadarse- comentó Dudley.



— ¡Vuelve! —le gritó Ron, blandiendo la varita rota—. ¡Mi padre me matará!



— ¿Papá?- preguntó Charlie.



— Mejor preocúpate de mamá- prosiguió Bill.



— Mejor huye del país por mamá- le corrigió Percy.



— Con que yo soy la mala ¿eh chicos?- preguntó con voz aflautada la mujer- Pues entonces estás castigados.



Pero el coche desapareció de la vista con un último bufido del tubo de escape.

— ¿Es posible que tengamos esta suerte? —preguntó Ron



— Sí, llevo mucho preguntándome eso- comentó Hermione.



embargado por la tristeza mientras se inclinaba para recoger a Scabbers, la rata—. De todos los árboles con los que podíamos haber chocado, tuvimos que dar contra el único que devuelve los golpes.



— Sí, realmente es mala suerte- suspiró Lily con frustración.



Se volvió para mirar el viejo árbol, que todavía agitaba sus ramas pavorosamente.

—Vamos —dijo Harry, cansado—. Lo mejor que podemos hacer es ir al colegio.



— Sí- asintieron Molly, Lily, Molls y Minerva con la misma mirada homicida y el mismo tono regañón.



No era la llegada triunfal que habían imaginado.



— No, no lo era- dijeron los gemelos Weasley con rencorosa y malsana satisfacción.



Con el cuerpo agarrotado, frío y magullado, cada uno cogió su baúl por la anilla del extremo, y los arrastraron por la ladera cubierta de césped, hacia arriba, donde les esperaban las inmensas puertas de roble de la entrada principal.

—Me parece que ya ha comenzado el banquete —dijo Ron,



— Weasley hasta la médula- dijeron los gemelos Prewett meneando la cabeza.



dejando su baúl al principio de los escalones y acercándose sigilosamente para echar un vistazo a través de una ventana iluminada—. ¡Eh, Harry, ven a ver esto... es la Selección!



— Mi selección- dejo claro Ginny con una sonrisa.



Harry se acercó a toda prisa, y juntos contemplaron el Gran Comedor.



— Cotillas- murmuró Sirius divertido.



Sobre cuatro mesas abarrotadas de gente, se mantenían en el aire innumerables velas, haciendo brillar los platos y las copas. Encima de las cabezas, el techo encantado que siempre reflejaba el cielo exterior estaba cuajado de estrellas. A través de la confusión de los sombreros negros y puntiagudos de Hogwarts, Harry vio una larga hilera de alumnos de primer curso que, con caras asustadas, iban entrando en el comedor.



— No estábamos asustados- rugieron a la vez todos los que hacían cuatro.



Ginny estaba entre ellos; era fácil de distinguir por el color intenso de su pelo, que revelaba su pertenencia a la familia Weasley.



— Si que la buscaste rápido- dejó caer como si nada Hermione haciendo sonrojar a Harry y a Ginny.



Mientras tanto, la profesora McGonagall, una bruja con gafas y con el pelo recogido en un apretado moño, ponía el famoso Sombrero Seleccionador de Hogwarts sobre un taburete, delante de los recién llegados. Cada año, este sombrero viejo, remendado, raído y sucio, distribuía a los nuevos estudiantes en cada una de las cuatro casas de Hogwarts: Gryffindor,



Bailes excéntricos (cortesía de los gemelos Prewett y los merodeadores)  y fuegos artificiales (cortesía de los gemelos Weasley y Lee Jordan) aparecieron en la mesa de los leones para la incredulidad del resto y los chicos de cuarto de esa casa fueron aplaudidos.



Hufflepuff,



Ellos fueron más normales y solo aplaudieron y vitorearon a los tejones de cuarto.



Ravenclaw



Nadie se esperaba que cien águilas de fuego alzaran el vuelo desde esa mesa y que explotaran haciendo aparecer los nombres de los alumnos que se integraron ese año.



y Slytherin.



Los Slytherin no iban a ser menos por lo que todos alzaron las varitas a la vez y de ellas salió un hilo plateado que escribió, en letra elegante y sinuosa, el nombre de las serpientes que entraron ese año.



Harry se acordaba bien de cuando se lo había puesto, un año antes, y había esperado muy quieto la decisión que el sombrero pronunció en voz alta en su oído. Durante unos escasos y horribles segundos, había temido que lo fuera a destinar a Slytherin, la casa que había dado más magos y brujas tenebrosos que ninguna otra,



— Que por cierto- dijo Padma desde Ravenclaw con el ceño fruncido- También es la casa que ha dado más ministros y altos cargos del ministerio.



— Gracias- le dijo Blaise con una brillante sonrisa que hizo que la chica se sonrojara y que muchas la miraran celosas.



pero había acabado en Gryffindor, con Ron, Hermione y el resto de los Weasley. En el último trimestre, Harry y Ron habían contribuido a que Gryffindor ganara el

campeonato de las casas, venciendo a Slytherin por primera vez en siete años.



— No me lo recuerdes- suplicó la transformista preferida de los leones.



Habían llamado a un chaval muy pequeño, de pelo castaño, para que se pusiera el sombrero.



Colin se removió en el asiento con emoción.



— Podría ser yo hermanito- le dijo completamente ilusionado a Denis.



— Tú o uno de los cincuenta y tres castaños enanos que hay en tu promoción- le contestó divertido sin lograr deshinchar a su hermano.



Harry desvió la mirada hacia el profesor Dumbledore, el director, que se hallaba contemplando la Selección desde la mesa de los profesores, con su larga barba plateada y sus gafas de media luna brillando a la luz de las velas. Varios asientos más allá, Harry vio a Gilderoy Lockhart,



Ron gruñó audiblemente ganándose miradas de odio de la gran parte de la población femenina.



vestido con una túnica color aguamarina.



— Que resaltaba sus ojos- suspiró Romilda atolondradamente.



Y al final estaba Hagrid, grande y peludo, apurando su copa.

—Espera... —dijo Harry a Ron en voz baja—. Hay una silla vacía en la mesa de los  profesores. ¿Dónde está Snape?



  ¿Y eso que más da?- preguntó James.



— Mientras no  esté aquí- le apoyó Sirius.



Severus Snape era el profesor que menos le gustaba a Harry.



— Y a mi- se oyó en varios puntos de la mesa de los leones.



Y Harry resultó ser el alumno que menos le gustaba a Snape, que daba clase de Pociones y era cruel, sarcástico y sentía aversión por todos los alumnos que no fueran de Slytherin, la casa a la que pertenecía.



— Creo que voy a ruborizarme- murmuró el profesor con sarcasmo.



— ¡A lo mejor está enfermo! —dijo Ron, esperanzado.



— Con suerte de peste draconiana- puntualizó Sirius.



— ¡Quizá se haya ido —dijo Harry—, porque tampoco esta vez ha conseguido el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras!



— Ojalá- suspiró James.



—O quizá lo han echado —dijo Ron con entusiasmo—. Como todo el mundo lo odia...



— Eso podría ser- dijeron a la vez los dos merodeadores.



— Al,- murmuró Louis- Tu nacimiento no fue premeditado ¿cierto?- preguntó con sorna.



— Idiota- le contestó el muchacho golpeándole en la nuca.



—O tal vez —dijo una voz glacial detrás de ellos— quiera averiguar por qué no  habéis llegado vosotros dos en el tren escolar.



— Glups- todos los del gran comedor tragaron ruidosamente a la vez.



Harry se dio media vuelta. Allí estaba Severus Snape, con su túnica negra ondeando a la fría brisa. Era un hombre delgado de piel cetrina, nariz ganchuda y pelo negro y grasiento que le llegaba hasta los hombros,



— Que no ha conocido el champú en años- comentó James con desprecio.



y en aquel momento sonreía de tal modo que Ron y Harry comprendieron inmediatamente que se habían metido en un buen lío.



— Snape sonriendo- Neville tuvo un escalofrío.



— No puedo imaginarme nada más espeluznante.- afirmó Hannah.



—Seguidme —dijo Snape.

Sin atreverse a mirarse el uno al otro, Harry y Ron siguieron a Snape escaleras arriba hasta el gran vestíbulo iluminado con antorchas, donde las palabras producían eco. Un delicioso olor de comida flotaba en el Gran Comedor, pero Snape los alejó de la calidez y la luz y los condujo abajo por la estrecha escalera de piedra que llevaba a las mazmorras.



— A las serpientes les gustan los sitios oscuros y húmedos.- comentó Sirius haciendo sonreír a Harry.



— ¡Adentro! —dijo, abriendo una puerta que se encontraba a mitad del frío corredor, y señalando su interior. Entraron temblando en el despacho de Snape.



Directo a las fauces del lobo- comentó Lee con voz lúgubre.



— A las de la serpiente- le corrigió Leanne.



Los sombríos muros estaban cubiertos por estantes con grandes tarros de cristal, dentro de los cuales flotaban cosas verdaderamente asquerosas, cuyo nombre en aquel momento a Harry no le interesaba en absoluto. La chimenea estaba apagada y vacía.



— Que acogedor- ironizó Tonks con una mueca de asco en el rostro.



Snape cerró la puerta y se volvió hacia ellos.



— Huid- murmuró Neville.



— No podrán- dijo Hannah- Porqué crees que Snape a cerrado la puerta.



—Así que —dijo con voz melosa— el tren no es un medio de transporte digno para el famoso Harry Potter y su fiel compañero Weasley.



— Pues ya que lo preguntas- dijo James- No, no lo era.



— Mi ahijado y Ron se merecen algo mejor, igual que Hermione, el resto de los Weasley, Neville y Luna- Afirmó Luna.



Queríais hacer una llegada a lo grande, ¿eh, muchachos?



  Y eso me recuerda…- dijo Remus moviendo la varita, un cojín golpeó en toda la cara de James.



— ¿Que te he hecho Lunático?- preguntó sorprendido el hombre.



— Cuéntaselo Canuto- dijo Remus.



— James, james, james- empezó el animago meneando la cabeza- ¿Ya te has olvidado de mi preciosa moto?



— Esa en la que estuvimos trabajando todo un verano para hacer nuestra entrada espectacular en nuestro último curso de Hogwarts- le aclaró Remus.



— Esa que tú despreciaste por qué querías quedar bien con la prefecta perfecta- terminó Sirius.



— Mira que sois rencorosos- comentó James enojado.



—No, señor, fue la barrera en la estación de Kings Cross lo que...

— ¡Silencio! —dijo Snape con frialdad—.



— Deberías dejar que se explicaran- rugió Minerva mirándole mal.



¿Qué habéis hecho con el coche?

Ron tragó saliva. No era la primera vez que a Harry le daba la impresión de que Snape era capaz de leer el pensamiento.



— Y lo soy- dijo Snape con orgullo disimulado- Solo que está prohibido utilizar la legeremencia con menores sin una orden del ministerio o el consentimiento de estos.



Pero enseguida comprendió, cuando Snape desplegó un ejemplar de El Profeta Vespertino de aquel mismo día.



— ¿Salisteis en el Profeta?- los ojos de Sus casi se salían de sus orbitas- Si que la hicisteis grande.



— No ayudas- comentaron los chicos mirando a sus madres con miedo.



—Os han visto —les dijo enfadado, enseñándoles el titular:



«MUGGLES» DESCONCERTADOS

POR UN FORD ANGLIA VOLADOR



— La habéis hecho enorme- dijo la mujer con una sonrisa.



Y comenzó a leer en voz alta:

—«En Londres, dos muggles están convencidos de haber visto un coche viejo sobrevolando la torre del edificio de Correos (...) al mediodía en Norfolk, la señora Hetty Bayliss, al tender la ropa (...) y el señor Angus Fleet, de Peebles, informaron a la policía, etcétera.» En total, seis o siete muggles. Tengo entendido que tu padre trabaja en el Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles —dijo, mirando a Ron y sonriendo de manera aún más desagradable—. Vaya, vaya..., su propio hijo...



— No utilices el chantaje psicológico con mi niño- gruñó Arthur fulminando a Snape con la mirada y poniendo su mano en el hombro de su hijo menor.



Harry sintió como si una de las ramas más grandes del árbol furioso le acabara de golpear en el estómago.



— Sí, es una buena manera de describir el sentimiento- comentó Ron con un escalofrío.



— Snape- gruñó Lily- Tal vez deberías controlarte un poco.- su mirada daba entender un “Si no lo haces sufrirás”



Si alguien averiguara que el señor Weasley había encantado el coche… No se le había ocurrido pensar en eso...



— Pues tal vez deberías haberlo pensado antes- le dijo duramente Lily- Uno no puede infringir las normas sin pensar en las consecuencias.



—He percibido, en mi examen del parque, que un ejemplar muy valioso de sauce boxeador parece haber sufrido daños considerables —prosiguió Snape.



— Pues no es precisamente el que ha salido más dañado- comentó Ernie.



—Ese árbol nos ha hecho más daño a nosotros que nosotros a... —se le escapó a Ron.



— Correcto- comentó Sirius.



— Se tiene que tener agallas para decirle eso a Snape- comentó Luna con una sonrisa.



— ¡Silencio! —interrumpió de nuevo Snape—. Por desgracia, vosotros no pertenecéis a mi casa, y la decisión de expulsaros no me corresponde a mí.



— Por desgracia no es la expresión que yo hubiera utilizado- dijo Angelina.



Voy a buscar a las personas a quienes compete esa grata decisión. Esperad aquí.  



— Yo me escondería- dijo George.



— Sip- le apoyó su gemelo- Y lo haría antes de que llegue Minie.



Ron y Harry se miraron, palideciendo. Harry ya no sentía hambre, sino un tremendo mareo. Trató de no mirar hacia el estante que había detrás del escritorio de Snape, donde en un gran tarro con líquido verde flotaba una cosa muy larga y delgada.



Varios tuvieron un escalofrío.



— ¿Qué era?- preguntó Louis curioso y deseoso de tener un nuevo elemento con el que jugar en sus pociones.



— Tu no preguntes- dijo Molly que había adquirido un color verdoso.



Si Snape había ido en busca de la profesora McGonagall, jefa de la casa Gryffindor, su situación no iba a mejorar mucho.



— Es preferible una acromántula- preguntó Sirius con convicción.



Ella podía ser mejor que Snape, pero era muy estricta.



— Muy, muy, muy estricta- dijeron a la vez los bromistas.- Pero también muy, muy, muy justa.- Minerva se sonrojó.



Diez minutos después, Snape volvió, y se confirmó que era la profesora McGonagall quien lo acompañaba. Harry había visto en varias ocasiones a la profesora McGonagall enfadada, pero, o bien había olvidado lo tensos que podía poner los labios,



Si están tensos todavía tenéis una oportunidad de sobrevivir.- dijo James.



— Si la veis sonriendo… ¡Huid del país!- terminó Sirius.



o es que nunca la había visto tan enfadada. Ella levantó su varita al entrar. Harry y Ron se estremecieron,



— ¡Harry!- gruñó Lily.



  ¡Ronald!- dijo a la vez Molly.



— Ella jamás os haría daño- terminaron las dos enojadas.



— Fue un acto reflejo- se disculparon ellos con la profesora que parecía muy triste.



Jamsie los va a matar como se entere que han hecho entristecer a su abuelita Minie- comentó Rose algo preocupada.



pero ella simplemente apuntaba hacia la chimenea, donde las llamas empezaron a brotar al instante.

—Sentaos —dijo ella, y los dos se retiraron a dos sillas que había al lado del fuego—. Explicaos —añadió. Sus gafas brillaban inquietantemente.



Siempre brillan cuando está enfadada- comentaron los Prewett.



Ron comenzó a narrar toda la historia, empezando por la barrera de la estación, que no les había dejado pasar.

—... así que no teníamos otra opción, profesora, no pudimos coger el tren.

— ¿Y por qué no enviasteis una carta por medio de una lechuza?



— Exacto- rugió Lily.



— Vamos cariño- comentó James- A ti tampoco se te hubiese ocurrido.



Imagino que  tenéis alguna lechuza —dijo fríamente la profesora McGonagall a Harry.

Harry se quedó mirándola con la boca abierta. Ahora que la profesora lo mencionaba, parecía obvio que aquello era lo que tenían que haber hecho.



— Sí, ahora que lo dice parece obvio- comentó Neville- Pero a mi jamás se me hubiese ocurrido.



—No-no lo pensé...

—Eso —observó la profesora McGonagall— es evidente.



Ah, ah, ah- dijeron los gemelos Weasley meneando la cabeza- Decir obviedades no ayuda Minie.



Llamaron a la puerta del despacho y Snape la abrió, más contento que unas pascuas.



— Mala señal- murmuraron todos los leones, tejones y águilas.



Era el director, el profesor Dumbledore.



— Problemas- canturrearon los gemelos Weasley.



Harry tenía todo el cuerpo agarrotado. La expresión de Dumbledore era de una severidad inusitada. Miró de tal forma a los dos alumnos que tenía debajo de su gran nariz aguileña, que en aquel momento Harry habría preferido estar con Ron recibiendo los golpes del sauce boxeador.



— Sí, yo también pensaba en eso- dijo Ron.- Es horrible que te mire decepcionado, te hace sentir fatal.



Hubo un prolongado silencio, tras el cual Dumbledore dijo:

—Por favor, explicadme por qué lo habéis hecho.

Habría sido preferible que hubiera gritado. A Harry le pareció horrible el tono decepcionado que había en su voz.



— Decepcionar a Dumby se siente fatal- comentaron los merodeadores.



— Tiene la capacidad de hacerte sentir como la peor escoria del mundo solo con una mirada- les apoyaron los gemelos Prewett.



No sabía por qué, pero no podía mirar a Dumbledore a los ojos, y habló con la mirada clavada en sus rodillas. Se lo contó todo a Dumbledore, salvo lo de que el señor Weasley era el propietario del coche encantado,



— Gracias- le dijo el señor Weasley- Pero creo que eso no era muy difícil de deducir.



simulando que Ron y él se habían encontrado un coche volador a la salida de la estación.



— Claro que sí.- dijo Draco- Como existen tantos coches voladores.



Supuso que Dumbledore les interrogaría inmediatamente al respecto, pero Dumbledore no preguntó nada sobre el coche.



— Vi que no era un tema del que quisieran hablar- comentó el director respondiendo a las miradas interrogativas de sus alumnos.



Cuando Harry acabó, el director  simplemente siguió mirándolos a través de sus gafas.

—Iremos a recoger nuestras cosas —dijo Ron en un tono de voz desesperado.



— Si que te desesperas con facilidad- comentó Fred.



— Suerte que nosotros no lo hacemos o esa sería nuestra frase más utilizada- terminó George.



— ¿Qué quieres decir, Weasley? —bramó la profesora McGonagall.

—Bueno, nos van a expulsar, ¿no? —dijo Ron.



— Que va- dijeron los merodeadores con una sonrisa de suficiencia.



Harry miró a Dumbledore.

—Hoy no, señor Weasley —dijo Dumbledore—. Pero quiero dejar claro que lo que habéis hecho es muy grave. Esta noche escribiré a vuestras familias. He de advertiros también que si volvéis a hacer algo parecido, no tendré más remedio que expulsaros.



— Por eso nos portamos como angelitos lo que quedaba de curso- ironizó Ron.



— Cierto- le apoyó Harry- Nada de romper las reglas.



Por la expresión de Snape, parecía como si sólo se hubieran suprimido las Navidades.



— Más bien como si se hubiese perdido una reunión de mortis- dijo Sirius.



— A un Grinch como Snape no le gustan las Navidades- aclaró James.



Se aclaró la garganta y dijo:

—Profesor Dumbledore, estos muchachos han transgredido el decreto para la restricción de la magia en menores de edad, han causado daños graves a un árbol muy antiguo y valioso...



— Árbol que debería ser talado- gruñeron los gemelos Prewett.



Creo que actos de esta naturaleza...

—Corresponderá a la profesora McGonagall imponer el castigo a estos muchachos, Severus



— Gracias a dios- agradecieron estos con un suspiro de alivio.



—dijo Dumbledore con tranquilidad—. Pertenecen a su casa y están por tanto bajo su responsabilidad. —Se volvió hacia la profesora McGonagall—. Tengo que regresar al banquete, Minerva, he de comunicarles unas cuantas cosas. Vamos, Severus, hay una tarta de crema que tiene muy buena pinta y quiero probarla.



— Usted no estará emparentado con los Weasley ¿verdad?- preguntó Allie con una sonrisa.



Al salir del despacho, Snape dirigió a Ron y Harry una mirada envenenada. Se quedaron con la profesora McGonagall, que todavía los miraba como un águila enfurecida.



— Mientras no os mire como la leona enfurecida que es estáis a salvo- comentó Sus sonriendo a la transformista.



—Lo mejor será que vayas a la enfermería, Weasley, estás sangrando.



— ¿Cómo?- Molly parecía muy preocupada por ese pedazo de información.



— Solo era un arañazo- le dijo Ron con una sonrisa- He sufrido heridas mucho más graves.- para sorpresa de Ron eso no hizo sino incrementar la preocupación de su madre.



—No es nada —dijo Ron, frotándose enseguida con la manga la herida que tenía en la ceja—. Profesora, quisiera ver la selección de mi hermana.



— Gracias Ron- dijo Ginny dándole un abrazo muy fuerte.



—La Ceremonia de Selección ya ha concluido —dijo la profesora McGonagall—.

Tu hermana está también en Gryffindor.



— Evidentemente- dijeron los Weasley y para sorpresa de algunos Al.



— ¡Bien! —dijo Ron.



— Parece como si lo hubieses dudado hermanito- comentó Ginny con sonrisa petulante.



—Y hablando de Gryffindor... —empezó a decir severamente la profesora McGonagall.



— ¿Nos va a quitar puntos?- Denis estaba muy preocupado.



Pero Harry la interrumpió.



— Eso sí que es ser temerario- comentó James orgulloso.



—Profesora, cuando nosotros cogimos el coche, el curso aún no había comenzado,  así que, en realidad, a Gryffindor no habría que quitarle puntos, ¿no? —dijo, mirándola con temor.



— Exacto- dijeron todos los leones mirando suplicantes a la profesora.



La profesora McGonagall le dirigió una mirada penetrante, pero Harry estaba seguro de que había estado a punto de sonreír.



— Es Minie- dijo Sirius- Siempre baja la guardia si alguien se muestra leal a Gryffindor.



Tenía los labios menos tensos, eso era evidente.

—No quitaremos puntos a Gryffindor —dijo ella, y Harry se sintió muy aliviado—.

Pero vosotros dos seréis castigados.  



— Eso era obvio- dijeron los Prewett.



Eso era menos malo de lo que Harry se había temido. En cuanto a que Dumbledore escribiera a los Dursley, le daba lo mismo.



— A mi no- dijo Sirius- Imaginaos la cara que pondrán cuando reciban una carta traída por una lechuza donde pone que su sobrino ha ido a la escuela con un coche volador.- Las risas no se hicieron esperar mientras los alumnos imaginaban la graciosa escena.



Harry sabía perfectamente que los Dursley lamentarían que el sauce boxeador no lo hubiera aplastado.



— Eso no es cierto Harry- dijo Petunia algo ofendida.



La profesora McGonagall volvió a levantar su varita y apuntó con ella al escritorio de Snape. Sonó un ¡plop! y apareció un gran plato de emparedados, dos copas de plata y una jarra de zumo frío de calabaza.



— Tengo hambre- rugieron todos los Weasley’s y Sirius a la vez siendo ignorados por todos.



— Comeréis aquí y luego os iréis directamente al dormitorio —indicó—. Yo también tengo que volver al banquete.



— Golosa- la acusaron los merodeadores sonriendo.



Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Ron profirió un silbido bajo y prolongado.



Realmente sabes expresarte hermanito- comentó Ginny divertida.



—Creí que no nos salvábamos —dijo, cogiendo un emparedado.

—Y yo también —contestó Harry, haciendo lo mismo.

—Pero ¿cómo es posible que tengamos tan mala suerte? —dijo Ron con la boca llena de jamón y pollo—. Fred y George deben de haber volado en ese coche cinco o seis veces y nunca los ha visto ningún muggle.



— Con que cinco o seis veces ¿eh chicos?- dijo Molly con peligrosa dulzura.



— Ronnie miente.- dijeron a la vez con miedo atroz en el rostro.



—Tragó y volvió a dar otro bocado—.¿Y por qué no pudimos atravesar la barrera?



— Gran pregunta- comentó Alastor pensativamente.



Harry se encogió de hombros.

—Tendremos que andarnos con mucho cuidado de ahora en adelante —dijo, tomando un refrescante trago de zumo de calabaza—. Si al menos hubiéramos podido subir al banquete...

—Ella no quería que hiciéramos ningún alarde —dijo Ron inteligentemente—.



— Este libro me sorprende cada vez más- dijo Fred burlón ganándose un buen golpe de Ron, Bill y Charlie.



No quiere que nadie llegue a pensar que está bien eso de llegar volando en un coche.



— Exacto- dijo la profesora- Por qué entonces sería muy difícil detener a todos los alumnos que lleguen con algún trasto extraño.



Cuando hubieron comido todos los emparedados que podían (en el plato iban apareciendo más, conforme los engullían), se levantaron y salieron del despacho, y tomaron el camino que llevaba a la torre de Gryffindor. El castillo estaba en calma, parecía que el banquete había concluido. Pasaron por delante de retratos parlantes y armaduras que chirriaban, y subieron por las escaleras de piedra hasta que llegaron finalmente al corredor donde, oculta detrás de una pintura al óleo que representaba a una mujer gorda vestida con un vestido de seda rosa, estaba la entrada secreta a la torre de Gryffindor



— La buena y vieja señora gorda- suspiraron los Gryffindor con cariño.



—La contraseña —exigió ella, al verlos acercarse.

—Esto... —dijo Harry.

No conocían la contraseña del nuevo curso, porque aún no habían visto a ningún prefecto, pero casi al instante les llegó la ayuda; detrás de ellos oyeron unos pasos veloces y al volverse vieron a Hermione que corría a ayudarles.



— Siempre tengo que sacaros las castañas del fuego- suspiró la muchacha con cansancio.



— ¡Estáis aquí! ¿Dónde os habíais metido? Corren los rumores más absurdos... Alguien decía que os habían expulsado por haber tenido un accidente con un coche volador.



— Realmente es un rumor muy absurdo- ironizó Scorp.



— Mis noticias- Lee remarcó esa palabra- Nunca son absurdas- El moreno parecía muy ofendido.



—Bueno, no nos han expulsado —le garantizó Harry.

— ¿Quieres decir que habéis venido hasta aquí volando? —preguntó Hermione, en un tono de voz casi tan duro como el de la profesora McGonagall.



— No es por nada Hermione- dijo Ron- Pero das miedo.



— A mi me lo va a decir- susurró Rose para que solo lo oyeran los de su generación.



—Ahórrate el sermón —dijo Ron impaciente— y dinos cuál es la nueva contraseña.

—Es «somormujo» —dijo Hermione deprisa—, pero ésa no es la cuestión…



— Yo que tu les abría dado primero el sermón y luego la contraseña- le dijo Luna.



No pudo terminar lo que estaba diciendo, sin embargo, porque el retrato de la señora gorda se abrió y se oyó una repentina salva de aplausos.  



— Esa actuación fue una violación de la ley- graznó la profesora McGonagall- No se merecía aplausos sino castigos.



Al parecer, en la casa de Gryffindor todos estaban despiertos y abarrotaban la sala circular común, de pie sobre las mesas revueltas y las mullidas butacas, esperando a que ellos llegaran.



— Evidentemente- dijeron todos los leones de cuarto para arriba.



Unos cuantos brazos aparecieron por el hueco de la puerta secreta para tirar de Ron y Harry hacia dentro, y Hermione entró detrás de ellos.

— ¡Formidable! —gritó Lee Jordan—. ¡Soberbio! ¡Qué llegada! Habéis volado en un coche hasta el sauce boxeador. ¡La gente hablará de esta proeza durante años!



— Nos superaron al cabo de dos años- comentó Harry sonriéndole a Fleur.



— ¡Bravo! —dijo un estudiante de quinto curso con quien Harry no había hablado nunca.

Alguien le daba palmadas en la espalda como si acabara de ganar una maratón. Fred y George se abrieron camino hasta la primera fila de la multitud y dijeron al mismo tiempo:

— ¿Por qué no nos llamasteis?



— Pero no estaban celosos ni nada- ironizó Ron divertido.



Ron estaba azorado y sonreía sin saber qué decir. Harry se fijó en alguien que no estaba en absoluto contento. Al otro lado de la multitud de emocionados estudiantes de primero, vio a Percy que trataba de acercarse para reñirles.



— Largaos de allí- recomendaron los gemelos y Oliver a la vez.



Harry le dio a Ron con el codo en las costillas y señaló a Percy con la cabeza. Inmediatamente, Ron entendió lo que le quería decir.



— Conozco a Percy desde hace quince años- dijo Ron- Evidentemente te comprendí.



—Tenemos que subir..., estamos algo cansados —dijo, y los dos se abrieron paso hacia la puerta que había al otro lado de la estancia, que daba a una escalera de caracol y a los dormitorios.

—Buenas noches —dijo Harry a Hermione, volviéndose. Ella tenía la misma cara de enojo que Percy.



— Porqué son las dos únicas personas sensatas de Gryffindor- gritó Molly enojadísima aún con Harry y Ron.



Consiguieron alcanzar el otro extremo de la sala común, recibiendo palmadas en la espalda, y al fin llegaron a la tranquilidad de la escalera. La subieron deprisa, derechos hasta el final, hasta la puerta de su antiguo dormitorio, que ahora lucía un letrero que indicaba «Segundo curso». Penetraron en la estancia que ya conocían; tenía forma circular, con sus cinco camas adoseladas con terciopelo rojo y sus ventanas elevadas y estrechas. Les habían subido los baúles y los habían dejado a los pies de sus camas respectivas.



— Gracias- dijo Ron sin dirigirse a nadie en concreto.



Ron sonrió a Harry con una expresión de culpabilidad.

—Sé que no tendría que haber disfrutado de este recibimiento, pero la verdad es  que...



— Vamos Ronnie- dijo Bill- Cualquiera disfrutaría de eso.



La puerta del dormitorio se abrió y entraron los demás chicos del segundo curso de la casa Gryffindor: Seamus Finnigan, Dean Thomas y Neville Longbottom.



Ellos sonrieron encantados igual que los familiares de Neville.



— ¡Increíble! —dijo Seamus sonriendo.



— Fue mucho más que eso- le corrigió Sirius.



— ¡Formidable! —dijo Dean.



— Un poquito mejor pero aún te quedas corto- siguió el animago.



— ¡Alucinante! —dijo Neville, sobrecogido.



— Sí, esa es la palabra- le dijo Sirius premiándolo con una sonrisa.



Harry no pudo evitarlo. Él también sonrió.



— Como evitarlo- dijo James asintiendo.



— Creo que podemos leer un capítulo más antes de cenar- dijo Dumbledore- Gilderoy Lockhart