Louis
encontró a Gwen sentada en el césped mirando el cielo.
—
Creía que estarías volando.- comentó con una sonrisa mientras se sentaba a su
lado.
—
Le he dejado mi escoba a Molls.- dijo ella- Le apetecía volar.
—
¿Le has dejado tu escoba a alguien?- preguntó oji-plático Louis.
—
Bueno, se trata de Molls- contestó Gwen- No existe nadie más responsable en el
mundo así que no creo que le pase nada.
—
Supongo que tienes razón.- comentó el rubio- ¿Como va la elección de equipo?-
preguntó.
—
Barajando opciones.- contestó Gwen- La mayoría nos ofrecen jugar de titulares
pero nosotros preferiríamos empezar desde abajo para poder aprender de los
bateadores con experiencia.
—
Entonces aceptad a un equipo que os ofrezca la reserva.- contestó de forma
práctica el Hufflepuff.
—
No es tan fácil.- contestó la chica- Solo hay dos equipos que nos la ofrezcan.
Uno es el equipo de papá y aceptarlo sería condenarnos a ser acusados de
enchufados toda nuestra carrera.
—
¿Y el otro equipo?- preguntó Louis.
—
Es el Chudley Channons.- contestó arrugando la nariz la chica.
—
Y lo odias.- terminó Louis- Yo no sé mucho de quidditch pero oí que los únicos
jugadores que tenían que valieran la pena eran los bateadores.
—
No son malos.- concedió Gwen.
—
En ese caso podríais aprender de ellos.- añadió Louis- No sería tan malo,
¿cierto?
—
Tal vez no.- concedió la chica.- Hasta que papá lo oyese y falleciese del
disgusto.- Louis soltó una carcajada pero Gwen parecia preocupada de verdad.
—
Creo que ya es hora de continuar leyendo.- comentó Louis- ¿Vamos?- preguntó
ofreciéndole a Gwen una mano para levantarse. Esta la aceptó con un ligero
sonrojo.
— La
poción «multijugos» - leyó Snape una vez ellos entraron.
—
Lo lograron.- exclamó encantado Sirius.
—
Eso todavía no lo sabemos- dijo McGonagall.
Dejaron
la escalera de piedra y la profesora McGonagall llamó a la puerta. Ésta se
abrió silenciosamente y entraron. La profesora McGonagall pidió a Harry que
esperara y lo dejó solo.
—
¿Lo dejó solo en el despacho de Dumbledore?- preguntó atónito Fred.
—
¿Por que todo lo bueno le pasa a él?- exclamó George dramáticamente.
Harry
miró a su alrededor. Una cosa era segura: de todos los despachos de profesores
que había visitado aquel año, el de Dumbledore era, con mucho, el más interesante.
—
Y el más grande.- comentó con algo de envidia Flitwick.
Si
no hubiera tenido tanto miedo a ser expulsado del colegio, habría disfrutado
observando todo aquello.
—
¡¿Observando?!- exclamaron horrorizados los gemelos Prewett.
—
Realmente necesitas que alguien te ayude a sacar el merodeador que tienes
dentro.- comentó Sirius fingiendo decepción.
Era
una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos
sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas había chismes muy extraños
que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían
cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres, que dormitaban
encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con pies en forma de
zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: era el
Sombrero Seleccionador.
Todo
el mundo aplaudió al viejo sombrero.
Harry
dudó. Echó un cauteloso vistazo a los magos y brujas que había en las paredes. Seguramente no haría ningún mal
poniéndoselo de nuevo.
—
No, Canuto- dijo James encantado- Mi hijo no necesita que nadie active su
merodeador interior.
—
No sé que decirte Cornamenta.- intervino Remus- De todas las cosas que hay en
ese despacho, e sombrero no es lo mas interesante que digamos.
Sólo
para ver si..., sólo para asegurarse de que lo había colocado en la casa
correcta.
—
Claro que sí.- exclamaron todos los Gryffindors indignados.
Se
acercó sigilosamente al escritorio, cogió el sombrero del estante y se lo puso despacio
en la cabeza. Era demasiado grande y se le caía sobre los ojos, igual que en la
anterior ocasión en que se lo había puesto. Harry esperó pero no pasó nada.
Luego, una sutil voz le dijo al oído:
—
¿No te lo puedes quitar de la cabeza, eh, Harry Potter?
—Mmm,
no —respondió Harry—. Esto..., lamento molestarte, pero quería preguntarte...
—
Esa cosa lee tu mente Harry- exclamó Hermione- Ya sabe lo que quieres preguntarle.
—Te
has estado preguntando si yo te había mandado a la casa acertada —dijo
acertadamente el sombrero—. Sí..., tú fuiste bastante difícil de colocar. Pero
mantengo lo que dije... aunque —Harry contuvo la respiración— podrías haber ido
a Slytherin.
—
Podrías haber ido en cualquiera de las cuatro casas según lo leído
anteriormente.- le consoló Lily- Tienes la valentía Gryffindor, la
perseverancia y lealtad Hufflepuff, la inteligencia Ravenclaw y la sagacidad
slytherin. – Harry se sonrojó ante el comentario de su madre.
El
corazón le dio un vuelco. Cogió el sombrero por la punta y se lo quitó. Quedó colgando
de su mano, mugriento y ajado. Algo mareado, lo dejó de nuevo en el estante.
—Te
equivocas —dijo en voz alta al inmóvil y silencioso sombrero.
—
Potter.- comentó Theo con una voz fría que heló la sangre de todos- Empiezo a
hartarme de tu hipocresía.
—
Harry no es hipócrita.- saltó Ron.
—
Sí lo es Weasley.- intervino Blaine- No tanto como tu familia pero…
—
La cuestión es.- siguió Theo no queriendo que Blaise dijera algo que rompiece
la camaradería que se había establecido entre este y el gryffindor- que
Slytherin es una casa tan buena como las otras y que genera tanto gente buena
como mala. Somos más ambiciosos, es cierto, pero eso no nos convierte en
personas sin escrúpulos.
—
Y este pánico a que pudieras pertenecer a nuestra casa.- continuó Daphne-
Empieza a ser ofensivo.
—
Lo siento- contestó Harry.
Éste
no se movió. Harry se separó un poco, sin dejar de mirarlo. Entonces, un ruido
como de arcadas le hizo volverse completamente. No estaba solo. Sobre una
percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que
parecía un pavo medio desplumado.
—
¡Harry!- le regañó divertido el director.
Harry
lo miró, y el pájaro le devolvió una mirada torva, emitiendo de nuevo su
particular ruido. Parecía muy enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras
Harry lo miraba, se le cayeron otras dos plumas de la cola.
—
Pobrecito.- murmuró Pavarti.
Estaba
pensando en que lo único que le faltaba es que el pájaro de Dumbledore se muriera
mientras estaba con él a solas en el despacho, cuando el pájaro comenzó a arder.
—
¿Qué le hiciste?- exclamó Lavander indignada.
—
Nada, te lo juro.- contestó Harry con miedo- Era un fénix.- aclaró rápidamente.
Harry
profirió un grito de horror y retrocedió hasta el escritorio. Buscó por si hubiera
cerca un vaso con agua, pero no vio ninguno.
—
¿Eres conciente de que si apagas el fuego el pobre no podrá renacer?- preguntó
Al con molestia a su padre.
—
En ese momento ni siquiera sabía que era un fénix, Al.- le contestó el
muchacho.
El
pájaro, mientras tanto, se había convertido en una bola de fuego; emitió un
fuerte chillido, y un instante después no quedaba de él más que un montoncito
humeante de cenizas en el suelo. La puerta del despacho se abrió. Entró
Dumbledore, con aspecto sombrío.
La
profesora McGonagall miró con preocupación a su colega.
—Profesor
—dijo Harry nervioso—, su pájaro..., no pude hacer nada..., acaba de arder...
—
Pobrecito, estaba aterrorizado.- rió a carcajadas Terry.
Para
sorpresa de Harry, Dumbledore sonrió.
—Ya
era hora —dijo—. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se
diera prisa.
—
Sí, eso le tranquilizará.- ironizó Sus.
Se
rió de la cara atónita que ponía Harry.
—Fawkes
es un fénix, Harry. Los fénix se prenden fuego cuando les llega el momento de morir, y luego renacen de sus
cenizas. Mira...
Harry
dirigió la vista hacia la percha a tiempo de ver un pollito diminuto y arrugado que asomaba la cabeza por entre las
cenizas.
—
Aw.- murmuraron Allie y Hannah enternecidas.
Era
igual de feo que el antiguo.
Hannah
el dio una colleja a Harry.
—Es
una pena que lo hayas tenido que ver el día en que ha ardido —dijo Dumbledore,
sentándose detrás del escritorio—. La mayor parte del tiempo es realmente precioso,
con sus plumas rojas y doradas.
—
Coff, coff, Gryffindor, Coff, coff.- “tosieron” los gemelos Weasley.
Fascinantes
criaturas, los fénix. Pueden transportar cargas muy pesadas, sus lágrimas
tienen poderes curativos y son mascotas muy fieles.
—
Y muy difíciles de conseguir.- comentó Al.
—
Los problemas que tuvimos el año pasado para conseguir uno.- comentó Rose.
—
¿Y porque queríais vosotros un fénix?- preguntó Ginny sorprendida.
—
Era el aniversario de Hagrid.- contestó Allie sonriendo al semi-gigante.
—
¿Me comprasteis un fénix?- preguntó atónito y agradecido Hagrid.- Pero he oído
que son carísimos.
—
Nada es demasiado caro si es para hacer feliz a un amigo, Rubeus.- contestó
Scorp sonriéndole.
Con
el susto del incendio de Fawkes, Harry se había olvidado del motivo por
el que se encontraba allí, pero lo recordó en cuanto Dumbledore se sentó en su
silla de respaldo alto, detrás del escritorio, y fijó en él sus ojos
penetrantes, de color azul claro. Sin embargo, antes de que el director pudiera
decir otra palabra, la puerta se abrió de improviso e irrumpió Hagrid en el
despacho con expresión desesperada, el pasamontañas mal colocado sobre su pelo
negro, y el gallo muerto sujeto aún en una mano.
Varios
rieron de la imagen mental.
—
¡No fue Harry, profesor Dumbledore! —dijo Hagrid deprisa—.
—
Gracias Hagrid.- comentó Harry con una sonrisa.
Yo
hablaba con él segundos antes de que hallaran al muchacho, señor, él no tuvo
tiempo...
Dumbledore
trató de decir algo, pero Hagrid seguía hablando, agitando el gallo en su
desesperación y esparciendo las plumas por todas partes.
A
la vez.
—
Lo siento director.- comentó el guarda-bosques.
—
Descuida Rubeus.- contestó este.
—...
No puede haber sido él, lo juraré ante el ministro de Magia si es necesario...
—Hagrid,
yo...
—Usted
se confunde de chico, yo sé que Harry nunca...
—
¡Hagrid! —dijo Dumbledore con voz potente—, yo no creo que Harry atacara a esas personas.
—
Gracias a dios.- murmuraron Lily y Molly
—
¿Ah, no? —dijo Hagrid, y el gallo dejó de balancearse a su lado—. Bueno,
en ese caso, esperaré fuera, señor
director.
Y,
con cierto embarazo,
—
No hay nada embarazozo en defender ardientemente a un amigo.- dijo Ernie con
fuerza.
salió
del despacho.
—
¿Usted no cree que fui yo, profesor? —repitió Harry esperanzado, mientras
Dumbledore
limpiaba la mesa de plumas.
—No,
Harry —dijo Dumbledore, aunque su rostro volvía a ensombrecerse—. Pero aun así
quiero hablar contigo.
Harry
aguardó con ansia mientras Dumbledore lo miraba, juntando las yemas de sus largos dedos.
—Quiero
preguntarte, Harry, si hay algo que te gustaría contarme —dijo con amabilidad—. Lo que sea.
—
¿Alguien le ha respondido afirmativamente a esa pregunta nunca, director?- preguntó
Percy girando los ojos.
—
La verdad es que no.- concedió Dumbledore.
Harry
no supo qué decir. Pensó en Malfoy gritando: «¡Los próximos seréis los sangre sucia!», y en la poción multijugos,
que hervía a fuego lento en los aseos de Myrtle la Llorona.
—
Lo cual podría hacer que nos expulsaran.- comentó Ron.
Luego
pensó en la voz que no salía de ningún sitio, oída en dos ocasiones, y recordó
lo que Ron le había dicho: «Oír voces que nadie más puede oír no es buena
señal, ni siquiera en el mundo de los magos.» Pensó, también, en lo que todo el
mundo comentaba sobre él, y en su creciente temor a estar de alguna manera relacionado
con Salazar Slytherin...
—
Eres sangre pura por lo que lo mas probable es que lo estes.- le tranquilizó su
padre- Igual que yo, Sirius, Malfoy, Hannah, Nott y muchos otros.
—No
—respondió Harry—, no tengo nada que contarle.
La
doble agresión contra Justin y Nick Casi Decapitado convirtió en auténtico
pánico lo que hasta aquel momento había sido inquietud.
—
Me sorprende que no hubiese sucedido antes.- comentó Lia.
Curiosamente,
resultó ser el destino de Nick Casi Decapitado lo que preocupaba más a la
gente.
—
No es curioso, es logico.- corrigió Luna- Que alguien ataque a algo que no se
puede tocar demuestra el grado de poder que tiene y el hecho que la mayoría de
hechizos defensivos, sobretodo los de blocaje, son ineficaces.
Se
preguntaban unos a otros qué era lo que podía hacer aquello a un fantasma; qué
terrible poder podía afectar a alguien que ya estaba muerto. La gente se
apresuró a reservar sitio en el expreso de Hogwarts para volver a casa en
Navidad.
—Si
sigue así la cosa, sólo nos quedaremos nosotros —dijo Ron a Harry y Hermione—.
Nosotros, Malfoy, Crabbe y Goyle. Serán unas vacaciones deliciosas.
— Entiendo tu malestar.- empezó Bill- Pero eso será
beneficioso para vuestro plan.
Crabbe
y Goyle, que siempre hacían lo mismo que Malfoy, habían firmado también para
quedarse en vacaciones. Pero Harry estaba contento de que la mayor parte de la gente
se fuera. Estaba harto de que se hicieran a un lado cuando circulaba por los pasillos,
como si fueran a salirle colmillos o a escupir veneno;
—Se
me estan ocurriendo un par de productos nuevos, Forge.- le susurró George en el
oído.
harto
de que a su paso los demás murmuraran, le señalaran y hablaran en voz baja.
Fred y George, sin embargo, encontraban todo aquello muy divertido.
—
Me alegro que el malestar de Harry os divierta.- ironizó la señora Weasley.
—
A nosotros también, mamá.- contestaron estos sin miedo.
Le
salían al paso y marchaban delante de él por los corredores gritando:
—Abran
paso al heredero de Slytherin, aquí llega el brujo malvado de veras...
Percy
desaprobaba tajantemente este comportamiento.
— Como
todo lo que es divertido.- añadió Charlie girando los ojos.
—
Eso no es cierto capitán.- defendió Oliver a su mejor amigo.
—No
es asunto de risa —decía con frialdad.
—
La verdad es que no.- dijo la enfermera.- Ya había unos cuantos alumnos
petrificados y en peligro de muerte.
—Quítate
del camino, Percy —decía Fred—. Harry tiene prisa.
—Sí,
va a la Cámara de los Secretos a tomar el té con su colmilludo sirviente —decía
George, riéndose. Ginny tampoco lo encontraba divertido.
Esta
tembló ligeramente cuando la mencionaron.
—
¡Ah, no! —gemía cada vez que Fred preguntaba a Harry a quién planeaba atacar a
continuación, o cuando, al encontrarse con Harry, George hacía como que se
protegía de Harry con un gran diente de ajo.
A
Harry no le importaba; incluso le aliviaba que Fred y George pensaran que la idea
del heredero de Slytherin era para tomársela a guasa.
—
Es que era ridículo.- contestaron estos.
Pero
sus payasadas parecían enervar a Draco Malfoy, que se amargaba más cada vez que
los veía con aquel pitorreo.
—Eso
es porque está rabiando de ganas de decir que es él —dijo Ron sentenciosamente—.
—
Empiezo a hartarme de que condenéis sin juicio previo.- comentó el rubio.
—
Sí, eso es algo que suele ser molesto.- comentó Sirius lanzándole una mirada
rencorosa al ministro.
Ya
sabéis cómo aborrece que se le gane en cualquier cosa, y tú te estás llevando
toda la gloria de su sucio trabajo.
—No
durante mucho tiempo —dijo Hermione en tono satisfecho—. La poción multijugos
ya está casi lista. Cualquier día revelaremos la verdad sobre él.
—
¿Qué esconde botellas de agua oxigenada en su baño?- preguntó Blaine divertido-
Eso se sabe desde hace mucho.
—
Es natural.- gruñeron Draco y Scorpius a la vez.
—
Te creemos, Scorp, te creemos.- dijeron sus amigos con una sonrisa burlona.
Por
fin concluyó el trimestre, y sobre el colegio cayó un silencio tan vasto como
la nieve en los campos. Más que lúgubre, a Harry le pareció tranquilizador, y
se alegró de que él, Hermione y los Weasley pudieran gobernar la torre de
Gryffindor, lo que quería decir que podían jugar al snap explosivo dando
voces y sin molestar a nadie, o podían batirse en privado.
—
Ojala me hubiese quedado.- suspiraron Dean y Seamus.
Fred,
George y Ginny habían preferido quedarse en el colegio a ir a visitar a Bill a
Egipto con sus padres.
—
Muchas gracias, hermanitos.- dijo Bill molesto mientras Fleur le besaba para
animarlo.
Percy,
que desaprobaba lo que llamaba su infantil comportamiento,
—
Lo que era comportamiento infantil.- corrigió este.
no
pasaba mucho tiempo en la sala común de Gryffindor.
—
¿Dónde estabas, eh amigo?- preguntó Oliver alzando una ceja burlona.
Ya
les había dicho en tono presuntuoso que se quedaba en Navidad porque era el
deber de un prefecto ayudar a los profesores durante los períodos difíciles.
—
Realmente le agradecemos la ayuda que nos dio, señor Weasley.- comentó la
profesora de Transfiguración con una sonrisa que hizo sonrojar al chico.
Amaneció
el día de Navidad, frío y blanco. Hermione despertó temprano a Harry y Ron, los
únicos que quedaban en aquel dormitorio. Iba ya vestida y llevaba regalos para ambos.
—
¡Despertad! —dijo en voz alta, abriendo las cortinas de la ventana.
—
Sí, mamá.- se burlaron los dos.
—Hermione...,
sabes que no puedes entrar aquí —dijo Ron, protegiéndose los ojos de la luz.
— La perfecta prefecta incumpliendo una norma.-
se burlaron los gemelos Prewett.
—Feliz
Navidad a ti también —le dijo Hermione, arrojándole su regalo—. Me he levantado
hace casi una hora, para añadir más crisopos a la poción. Ya está lista.
—
Así que lo lograsteis.- comentó Snape.- Si bien creo que fue irresponsable,
immaduro y que muestra un claro desdeño por las normas del colegio y las leyes
magicas debo decir que estoy impresionado.
Harry
se sentó en la cama, despertando por completo de repente.
—
¿Estás segura?
—
¿Ha habido alguna vez que no los esté?- preguntó Ron.
—Del
todo —dijo Hermione, apartando a la rata Scabbers para poder sentarse a
los pies de la cama—. Si nos decidimos a hacerlo, creo que tendría que ser esta
noche.
—
No.- suplicaron los Slytherin.
En
aquel momento, Hedwig aterrizó en el dormitorio, llevando en el pico un paquete
muy pequeño.
Lily
entrecerró los ojos imaginándose que era.
—Hola
—dijo contento Harry, cuando la lechuza se posó en su cama—, ¿me hablas de
nuevo?
—
Es una lechuza Harry- explicó George.
—
No suelen hablar.- terminó Fred.
La
lechuza le picó en la oreja de manera afectuosa, gesto que resultó ser mucho
mejor regalo que el que le llevaba, que era de los Dursley. Éstos le enviaban
un mondadientes y una nota en la que le pedían que averiguara si podría
quedarse en Hogwarts también durante las vacaciones de verano.
—
Vernon creyó que seria gracioso.- murmuró Petunia como disculpa ante la mirada
indignada de todo el mundo.
—
Creo que debemos hacerle otra visita para recordarle que es lo que hace
gracia.- comentó James entre dientes.
—
Completamente de acuerdo.- contestaron a la vez Sirius i Remus.
El
resto de los regalos de Navidad de Harry fueron bastante más generosos. Hagrid le
enviaba un bote grande de caramelos de café con leche que Harry decidió ablandar al fuego antes de comérselos;
—
Estaban muy ricos.- apuntó sonriendo (y mintiendo descaradamente) el muchacho.
Ron
le regaló un libro titulado Volando con los Cannons,
Oliver
prácticamente gruñó mientras Alex y Gwen compartian una mirada preocupada.
—
Alex he estado pensando…- empezó susurrando para que su padre no les oyese.
—
Tienes razón- le cortó su hermano- Es la mejor opción pero ¿como se lo decimos
a papá sin matarle del disgusto?
—
Tal vez si usamos a mamá…- empezó Gwen.
—
Ella tampoco es una gran fan de los Cannons, Gwen.- contestó Alex.
—
Ya se nos ocurrirá algo.- terminó la chica para poder seguir leyendo.
que
trataba de hechos interesantes de su equipo favorito de quidditch; y Hermione
le había comprado una lujosa pluma de águila para escribir. Harry abrió el
último regalo y encontró un jersey nuevo, tejido a mano por la señora Weasley,
y un plumcake. Cogió la tarjeta con un renovado sentimiento de culpa,
acordándose del coche del señor Weasley, que no habían vuelto a ver desde la
colisión con el sauce boxeador, y de la cantidad de infracciones que habían
planeado para el futuro inmediato.
—
Descuida cariño.- murmuró con dulzura la señora Weasley.
Nadie
podía dejar de asistir a la comida de Navidad en Hogwarts,
—
Ni nadie querría.- remarcó Rose.
aunque
estuviera atemorizado por tener que tomar luego la poción multijugos. El
Gran Comedor relucía por todas partes. No sólo había una docena de árboles de Navidad
cubiertos de escarcha, y gruesas serpentinas de acebo y muérdago que se entrecruzaban
en el techo, sino que de lo alto caía nieve mágica, cálida y seca. Cantaron villancicos,
y Dumbledore los dirigió en algunos de sus favoritos.
Hagrid
gritaba más fuerte a cada copa de ponche que tomaba. Percy, que no se había
dado cuenta de que Fred le había encantado su insignia de prefecto, en la que
ahora podía leerse «Cabeza de Chorlito»,
—
Muy gracioso,- comentó este con sarcasmo- Realmente muy gracioso.
no
paraba de preguntar a todos de qué se reían.
—
Alguno de vosotros podría haberle avisado.- comentó Bill bastante enojado
pasando un brazo protectoramente por los hombros de su hermano pequeño.
Harry
ni siquiera se preocupaba por los insidiosos comentarios que desde la mesa de Slytherin
hacía Draco Malfoy, en voz alta, sobre su nuevo jersey.
—
A mi me gustan los jerseys Weasley.- comentó Scorpius.
Con
un poco de suerte, Malfoy recibiría su merecido unas horas después. Harry y Ron
apenas habían terminado su tercer trozo de tarta de Navidad,
—
De tío Ron se esperaba, ¿pero tú, papá?- preguntó Al divertido.
cuando Hermione les hizo salir del salón con ella
para ultimar los planes para la noche.
—Aún
nos falta conseguir algo de las personas en que os vais a convertir —dijo Hermione
sin darle importancia, como si los enviara al supermercado a comprar detergente—.
Y, desde luego, lo mejor será que podáis conseguir algo de Crabbe y de Goyle;
como son los mejores amigos de Malfoy,
—
Alto ahí- gruñó Blaise- Theo y yo somos los mejores amigos de Draco.- remarcó
con fuerza mientras Theo y Draco asentían con la cabeza.
él
les contaría cualquier cosa. Y también tenemos que asegurarnos de que los
verdaderos Crabbe y Goyle no aparecen mientras lo interrogamos.
»Lo
tengo todo solucionado —siguió ella tranquilamente y sin hacer caso de las caras
atónitas de Harry y Ron. Les enseñó dos pasteles redondos de chocolate—. Los he
rellenado con una simple pócima para dormir. Todo lo que tenéis que hacer es aseguraros
de que Crabbe y Goyle los encuentran. Ya sabéis lo glotones que son; seguro que
se los tragan. Cuando estén dormidos, los esconderemos en uno de los armarios
de la limpieza y les arrancaremos unos pelos.
—
¿Quién eres y que has hecho con Hermione?-preguntó Sus con la boca abierta.
—
Seas quién seas, si quieres entrar en los merodeadores…- comentó Sirius
sonriendo.
—
Era necesario, no lo hice por placer.- les cortó Hermione enfadada.
Harry
y Ron se miraron incrédulos.
—Hermione,
no creo...
—Podría
salir muy mal...
—
Y ahora son ellos los que se tiran atrás.- murmuró deivertido Ernie.
Pero
Hermione los miró con expresión severa, como la que habían visto a veces adoptar a la profesora McGonagall.
—La
poción no nos servirá de nada si no tenemos unos pelos de Crabbe y Goyle —dijo con severidad—. Queréis interrogar a
Malfoy, ¿no?
—De
acuerdo, de acuerdo —dijo Harry—. Pero ¿y tú? ¿A quién se lo vas a arrancar tú?
—
Buena pregunta.-murmuraron las chicas Slytherin.
—
¡Yo ya tengo el mío! —dijo Hermione alegre, sacando una botellita diminuta
de un bolsillo y enseñándoles un único
pelo que había dentro de ella—. ¿Os acordáis de que me batí con Millicent
Bulstrode en el club de duelo?
Esta
la miró como si quisiera estrangularla (otra vez).
¡Al
estrangularme se dejó esto en mi túnica! Y se ha ido a su casa a pasar las
Navidades. Así que lo único que tengo que decirles a los de Slytherin es que he
decidido volver.
—
No es la partte más brillantte del plan- comentó Remus- Será difícil fingir que
has vuelto, por no hablar dee que eso podría o no ser su pelo.
Al
marcharse Hermione corriendo para ver cómo iba la poción multijugos, Ron
se volvió hacia Harry con una expresión fatídica.
—
¿Habías oído alguna vez un plan en el que pudieran salir mal tantas cosas?
—
El añ anterior bajastéis a enfrentaros a Voldemort sin un plan, Ron- comentó
Arthur- Esto es una clara mejora.
Pero,
para sorpresa de Harry y de Ron,
— Gracias
por la confianza.- gruñó Hermione.
la
primera fase de la operación resultó tan sencilla como Hermione había supuesto.
Se escondieron en el vacío vestíbulo después de la merienda de Navidad,
esperando a Crabbe y a Goyle, que se habían quedado solos en la mesa de
Slytherin, acometiendo cuatro porciones de bizcocho. Harry había dejado los
pasteles de chocolate en el extremo del pasamanos. Al ver a Crabbe y Goyle
salir del Gran Comedor, Harry y Ron se ocultaron rápidamente detrás de una
armadura, junto a la puerta principal.
—
¿Cuánto puede llegar uno a engordar? —susurró Ron
—
Te sorprenderías- contestó Dudley en un susurro.
entusiasmado
al ver que Crabbe, lleno de alegría, señalaba a Goyle los pasteles y los cogía.
Sonriendo de forma estúpida, se metieron los pasteles enteros en la boca.
Todos
los Slytherin se palmearon la cara con pura frustración.
Los
masticaron glotonamente durante un momento, poniendo cara de triunfo. Luego,
sin el más leve cambio en la expresión, se desplomaron de espaldas en el suelo.
Lo
más difícil fue arrastrarlos hasta el armario, al otro lado del vestíbulo.
—
Hay hechizos para ello.- comentó Hermione girando los ojos.
En
cuanto los tuvieron bien escondidos entre las fregonas y los calderos, Harry
arrancó un par de pelos como cerdas, de los que Goyle tenía bien avanzada la
frente, y Ron arrancó a Crabbe también algunos. Les cogieron asimismo los
zapatos, porque los suyos eran demasiado pequeños para el tamaño de los pies de
Crabbe y Goyle.
—
Bien pensado.- comentó Remus satisfecho- James y Sirius solían olvidarse de
estos pequeños detalles.
—
Mentida.- gritaron los dos ultrajados.
—
Claro,- asintió Lily- y la vez que casi matáis a mi lechuza porqué la
transfigurasteis en pez y luego no teníais agua donde ponerla fue una excepción
¿Verdad?
—
Verdad- contestó James con convicción.
—
Igual que la vez que decidisteis que sería divertido jugar a ajedrez gigante-
prosiguió Frank- Y convertísteis las 16 piezas en estatuas del tamaño de una
persona ¡En nuestro maldito cuarto! Donde casi fallecemos al ser sepultados (y
aplastados) por ellas.
—
Y la vez…- intentó proseguir Alice.
—
Lo hemos entendido.- la cortó rudamente Sirius.
Luego,
todavía aturdidos por lo que acababan de hacer, corrieron hasta los aseos de
Myrtle la Llorona. Apenas podían
ver nada a través del espeso humo negro que salía del retrete en que Hermione
estaba removiendo el caldero. Subiéndose las túnicas para taparse la cara,
Harry
y Ron llamaron suavemente a la puerta.
—
¿Hermione?
—
No, Merlin.- se burlaron los Prewett.
Se
oyó el chirrido del cerrojo y salió Hermione, con la cara sudorosa y una mirada
inquieta. Tras ella se oía el gluglu de la poción que hervía, espesa
como melaza.
—
En principio suena como si la hubiesen hecho ien.- comentó con recelo Luis.
Sobre
la taza del retrete había tres vasos de cristal ya preparados. Harry sacó el
pelo de Goyle.
—Bien.
Y yo he cogido estas túnicas de la lavandería —dijo Hermione, enseñándoles una
pequeña bolsa—. Necesitaréis tallas mayores cuando os hayáis convertido en
Crabbe y Goyle.
—
Sin duda,- comentó Sus- Unos son enquencles y los otros hipopótamos.
Los
tres miraron el caldero. Vista de cerca, la poción parecía barro espeso y
oscuro que borboteaba lentamente.
—
Sí, definitivamente suena bien hecha.- comentó Luis esta vez con una sonrisa.
—Estoy
segura de que lo he hecho todo bien —dijo Hermione, releyendo nerviosamente la
manchada página de Moste Potente Potions—. Parece que es tal como dice el libro... En cuanto la hayamos bebido,
dispondremos de una hora antes de volver a convertirnos en nosotros mismos.
—
Una hora no es mucho tiempo.- comentó Molly preocupada.
—
¿Qué se hace ahora? —murmuró Ron.
—
La separamos en los tres vasos y echamos los pelos. Hermione sirvió en cada vaso
una cantidad considerable de poción. Luego, con mano temblorosa, trasladó el
pelo de Millicent Bulstrode de la botella al primero de los vasos.
La
poción emitió un potente silbido, como el de una olla a presión, y empezó a
salir muchísima espuma. Al cabo de un segundo, se había vuelto de un amarillo
asqueroso.
—
Eso es raro.- comentó Luis- Hubiese jurado que seria verde.
—
¿Puedes sabegg de que cologg seggá la poción de alguien?- preguntó Fleur
sorprendida.
—
Es más un tema de adivinanza, no siempre acierto.- contestó el chico
modestamete.
—
Vamos a ver,- comentó Bill- ¿Color de la de Crabbe y Goyle?
—
Crabbe marrón y Goyle verde.- respondió sin dudar el chico.
—Aggg...,
esencia de Millicent Bulstrode —dijo Ron, mirándolo con aversión—.
Apuesto
a que tiene un sabor repugnante.
—
La poción multijugos no suele saber bien.- apuntó Ojo-loco.
—Echad
los vuestros, venga —les dijo Hermione.
Harry
metió el pelo de Goyle en el vaso del medio, y Ron, el pelo de Crabbe en el
último. Una y otra poción silbaron y echaron espuma, la de Goyle se volvió del
color caqui de los mocos, y la de Crabbe, de un marrón oscuro y turbio.
—
Dos de tres.- comentó Bill con orgullo- Nada mal.
—Esperad
—dijo Harry, cuando Ron y Hermione cogieron sus vasos—. Será mejor que no los
bebamos aquí juntos los tres: al convertirnos en Crabbe y Goyle ya no estaremos
delgados. Y Millicent Bulstrode tampoco es una sílfide.
—
Y sería otra vez el incidente de las estatuas.- murmuró Frank.
—
Realmente me lo traumatizasteis ese día.- comentó Alice acariciando el pelo a
su marido.
—Bien
pensado —dijo Ron, abriendo la puerta—. Vayamos a retretes separados.
Con
mucho cuidado para no derramar una gota de poción multijugos, Harry pasó
al el medio.
—
¿Listos? —preguntó.
—
Listos —le contestaron las voces de Ron y Hermione.
—A
la una, a las dos, a las tres...
Tapándose
la nariz, Harry se bebió la poción en dos grandes tragos. Sabía a col muy
cocida.
—
Pues has tenido suerte- comentó Kingsley- No todas saben igual y “col muy
cocida” puede no ser muy agradable pero no es demasiado asqueroso.
Inmediatamente,
se le empezaron a retorcer las tripas como si acabara de tragarse serpientes
vivas. Se encogió y temió ponerse malo. Luego, un ardor surgido del estómago se
le extendió rápidamente hasta las puntas de los dedos de manos y pies. Jadeando,
se puso a cuatro patas y tuvo la horrible sensación de estarse derritiendo al notar
que la piel de todo el cuerpo le quemaba como cera caliente, y antes de que los
ojos y las manos le empezaran a crecer, los dedos se le hincharon, las uñas se
le ensancharon y los nudillos se le abultaron como tuercas. Los hombros se le
separaron dolorosamente, y un picor en la frente le indicó que el pelo se le
caía sobre las cejas. Se le rasgó la túnica al ensanchársele el pecho como un
barril que reventara los cinchos. Los pies le dolían dentro de unos zapatos
cuatro números menos de su medida...
—
No se si habíamos comentado que no es muy agradable de tomar.- murmuró Remus.
—
Pobrecillos.- dijo burlona Tonks quién fue fulminada con la mirada por todos
sus compañeros aurores.
Todo
concluyó tan repentinamente como había comenzado. Harry se encontró tendido
boca abajo, sobre el frío suelo de piedra, oyendo a Myrtle sollozar de tristeza
al fondo de los aseos. Con dificultad, se desprendió de los zapatos y se puso
de pie. O sea que así se sentía uno siendo Goyle. Con una gran mano temblorosa
se desprendió de su antigua túnica, que le quedaba a un palmo de los tobillos,
se puso la otra y se abrochó los zapatos de Goyle, que eran como barcas. Se
llevó una mano a la frente para retirarse el pelo de los ojos, y se encontró
sólo con unos pelos cortos, como cerdas, que le nacían en la misma frente.
Entonces comprendió que las gafas le nublaban la vista, porque obviamente Goyle
no las necesitaba.
—
Y con el grado de miopía que tienes debías empezar a marearte al ver a través
de ellas.- comentó James.
Se
las quitó y preguntó:
—
¿Estáis bien? —De su boca surgió la voz baja y áspera de Goyle.
—Sí
—contestó, proveniente de su derecha, el gruñido de Crabbe.
Los
Weasley sonrieron, más tranquilos.
Harry
abrió su puerta y se acercó al espejo quebrado.
—
Hermione no ha contestado.- notó Luna.
Goyle
le devolvió la mirada con ojos apagados y hundidos en las cuencas. Harry se
rascó una oreja, tal como hacía Goyle. Se abrió la puerta de Ron. Se miraron.
Salvo por estar pálido y asustado, Ron era idéntico a Crabbe en todo, desde el
pelo cortado con tazón hasta los largos brazos de gorila.
Goyle
suspiró, extrañaaba a su amigo.
—Es
increíble —dijo Ron, acercándose al espejo y pinchando con el dedo la nariz chata
de Crabbe—. Increíble.
—Mejor
que nos vayamos —dijo Harry, aflojándose el reloj que oprimía la gruesa muñeca
de Goyle—. Aún tenemos que averiguar dónde se encuentra la sala común de Slytherin.
—
Retiro lo dicho.- comentó Remus molesto- ¿Cómo se os ocurre dejar algo tan
importante al azar?- les regañó.
Espero
que demos con alguien a quien podamos seguir hasta allí.
—
Este plan es pésimo.- rugió Sus molesta.
—
Aunque con la suerte que tienen podría funcionar.- comentó Sirius,
Ron
dijo, contemplando a Harry:
—No
sabes lo raro que se me hace ver a Goyle pensando.
Varios
rieron pero Goyle les hizo callar dando un puñetazo a la mesa.
Golpeó
en la puerta de Hermione.
—Vamos,
tenemos que irnos...
Una
voz aguda le contestó:
—Me...
me temo que no voy a poder ir. Id vosotros sin mí.
—
¿Por qué?- preguntó Molly preocupada, nadie le respondió.
—Hermione,
ya sabemos que Millicent Bulstrode es fea, nadie va a saber que eres tú.
—
Si quieres mi opinión- dijo Tracey pasando un brazo por los hombros de su
amiga- Millicent es más guapa que Hermione así que no veo el porqué de esta
estúpida frase.
—No,
de verdad... no puedo ir. Daos prisa vosotros, no perdáis tiempo.
—
Exacto, solo tenéis una hora.- les animó Louis.
Harry
miró a Ron, desconcertado.
—Pareces
Goyle —dijo Ron—. Siempre pone esta cara cuando un profesor pregunta.
—
Muy gracioso Weasley- comentó Goyle con voz amenazante- ¿Porqué no lo repites
cuando yo pueda golpearte?
—
Por qué tengo algo llamado instinto de la conservación.- respondió Ron con una
mueca.
—Hermione,
¿estás bien? —preguntó Harry a través de la puerta.
—
Claro- ironizó Rose- Y por eso quiere quedarse.
—Sí,
estoy bien... Marchaos.
Harry
miró el reloj. Ya habían transcurrido cinco de sus preciosos sesenta minutos.
—
Una docena parte.- puntualizaron instantáneamente Rose, Al, Scorp y Allie.
—
Cerebritos.- contestaron Louis, los gemelos Wood y Molls.
—Espera
aquí hasta que volvamos, ¿vale? —dijo él.
Harry
y Ron abrieron con cuidado la puerta de los lavabos, comprobaron que no había
nadie a la vista y salieron.
—
No muevas así los brazos —susurró Harry a Ron.
—
¿Eh?
—Crabbe
los mantiene rígidos...
—
¿Así?
—Sí,
mucho mejor.
—
Bien hecho- comentó Alastor- La poción multijugos nunca sirve de nada si uno no
mira también los gestos del objetivo y los imita.
Bajaron
por la escalera de mármol. Lo que necesitaban en aquel momento era a alguien de
Slytherin a quien pudieran seguir hasta la sala común, pero no había nadie por
allí.
—
¿Tienes alguna idea? —susurró Harry.
—
Las mazmorras- contestaron los merodeadores de inmediato.
—
Cuando los de Slytherin bajan a desayunar, creo que vienen de por allí —dijo
Ron,
señalando con un gesto de la cabeza la entrada de las mazmorras. Apenas lo
había terminado de decir, cuando una chica de pelo largo rizado salió de la
entrada.
Percy
se sonrojó un poco y Oliver le pegó un codazo.
—Perdona
—le dijo Ron, yendo deprisa hacia ella—, se nos ha olvidado por dónde se va a
nuestra sala común.
—
Si no fuera por qué estas imitando a Crabbe…- comentó Fred negando con la
cabeza.
—Me
parece que no os entiendo —dijo la chica muy tiesa—. ¿Nuestra sala común? Yo
soy de Ravenclaw.
Varios
soltaron una carcajada.
Y
se alejó, volviendo recelosa la vista hacia ellos. Harry y Ron bajaron
corriendo los escalones de piedra y se internaron en la oscuridad. Sus pasos resonaban muy fuerte
cuando los grandes pies de Crabbe y Goyle golpeaban contra el suelo, pero
temían que la cosa no resultara tan fácil como se habían imaginado.
—
No me digas.- comentó Remus aun exasperado por la falta de planificación.
Los
laberínticos corredores estaban desiertos. Fueron bajando más y más pisos, mirando
constantemente sus relojes para comprobar el tiempo que les quedaba. Después de
un cuarto de hora,
—
Dios, un cuarto desaprovechado. –suspiró Remus realmente molesto.
cuando
ya estaban empezando a desesperarse, oyeron un ruido delante.
—
¡Eh! —exclamó Ron, emocionado—. ¡Uno de ellos!
—
Creo que fue la primera vez que me alegré de ver un Slytherin- comentó Ron
sonriendo.
La
figura salía de una sala lateral. Sin embargo, después de acercarse a toda
prisa, se les cayó el alma a los pies: no se trataba de nadie de Slytherin, era
Percy.
—
Yo también me alegro de verte, hermanito.- comentó Percy molesto.
—
¿Qué haces aquí? —preguntó Ron, con sorpresa. Percy lo miró ofendido.
—Eso
—contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?
—
Nop- respondió Ron divertido.
—Eh...
sí —respondió Ron.
—Bueno,
id a vuestros dormitorios —dijo Percy con severidad—. En estos días no es muy
prudente merodear por los corredores.
—
Eso intentábamos.- comentó Harry.
—Pues
tú lo haces —señaló Ron.
—
Exactamente Percy- gruñó Molly- No
deberías ir por allí solo.
—
Créame señora Weasley, no estaba solo.- comentó Oliver burló, por suerte la
lectura continuó antes de que los gemelso repararan en el sonrojo de su hermano
mayor.
—Yo
—dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. Nadie va a atacarme.
—
Ser prefecto no te da immunidad.- rugió Bill- ¡No seas tan imprudente!
Repentinamente,
resonó una voz detrás de Harry y Ron. Draco Malfoy caminaba hacia ellos, y por
primera vez en su vida, a Harry le encantó verlo.
— Lo
sé,- dijo Draco- mi presencia es encantadora.
—Estáis
ahí —dijo él, mirándolos—. ¿Os habéis pasado todo el tiempo en el Gran Comedor,
poniéndoos como cerdos? Os estaba buscando, quería enseñaros algo realmente
divertido.
—
Ay Merlín- suspiró Scorp preparándose.
Malfoy
echó una mirada fulminante a Percy.
—
¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo.
—
No le hables así a mi hermano- gruñeron todos los Weasley a la vez muy
molestos.
Percy
se ofendió aún más.
—
¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo—. ¡No me gusta ese tono!
—
A mi tampoco Malfoy.- añadió George.
—
Los unicos que podemos meternos con Perce somos George y yo.- continuó Fred.
—
Recuérdalo o prepárate para sufrir.- terminaron juntos con idéticas expresiones
amenazantes.
Malfoy
lo miró despectivamente e indicó a Harry y a Ron que lo siguieran. A Harry casi
se le escapa disculparse ante Percy,
—
Descuida, Harry- le sonrió el muchacho.
pero
se dio cuenta justo a tiempo. Él y Ron salieron a toda prisa detrás de Malfoy,
que les decía, mientras tomaban el siguiente corredor:
—Ese
Peter Weasley...
—Percy
—le corrigió automáticamente Ron.
—
Dudo que Crabbe corrija muy a menuda a Malfoy.- le regañó Hermione.
—Como
sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a
hurtadillas.
—
No me digas…- comentó Charlie mirando a su hermano con diversión.
Y
apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de
Slytherin él solito.
—
Pues vas a perder tu dinero, Malfoy- comentó Percy antes de que su madre le
regañara por imprudente.
Lanzó
una risotada breve y burlona. Harry y Ron se cambiaron miradas de emoción.
Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.
—
¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Harry.
—Eh...
—dijo éste.
—
¡Ah, ya! «¡Sangre limpia!»
—
Nosotros no la elegimos.- gruñó Astoria antes de que alguien pudiese decir
algo.
—dijo
Malfoy, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared.
Malfoy la cruzó y Harry y Ron lo siguieron. La sala común de Slytherin era una
sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias
lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de
ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y
contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa
Slytherin,
acomodados en sillas de estilo muy recargado.
Los
slytherin sonrieron orgullosos de su sala común.
—Esperad
aquí —dijo Malfoy a Harry y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas
del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar.
—
Esto no puede ser bueno…- murmuró Arthur muy preocupado.
Preguntándose
qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Harry y Ron se sentaron, intentando
aparentar que se encontraban en su casa. Malfoy volvió al cabo de un minuto,
con lo que parecía un recorte de periódico.
—
Siendo Lucius Malfoy creía que sería un artículo de magia negra.- comentó Tonks
soltando un suspiro de alivio.
Se
lo puso a Ron debajo de la nariz.
—Te
vas a reír con esto —dijo.
Harry
vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy
forzadamente y pasó el papel a Harry.
Era
de El Profeta, y decía:
INVESTIGACIÓN
EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Arthur Weasley,
—
Ugh.- gruñeron todos los Weasley a la vez.
director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido
multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.
—
¡Venga ya!- exclamó Molls indignada- Según el párafo quinto de la ley de
control de artículos modificados con magia uno no puede ser multado a no ser
que haya pruebas de que ha utilizado dicha modificación.
—
Entonces Harry y Ron deberían ser los multados.- comentó Louis con lógica.
—
No porqué la ley de protección de menores especifica que no pueden ser multados
por usar un aparato mágico que no han hechizado ellos mismos.- contestó Molls.
—
Realmente sabes de leyes.- comentó su padre con orgullo.
El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts
de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del
presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.
—
Que más quisieras.- gruñó Charlie.
«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor Malfoy
a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para redactar
nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los muggles debería ser retirada inmediatamente.»
— Esa
ley es importante y está muy bien redactada- exclamó Percy indignado- Aunque
puedo comprender que té moleste cuando tratas de torturar muggles, asqueroso
mortífago.- Arthur puso una mano en el brazo de su hijo para tratar que se
tranquilizara.
El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa amenazó
a los periodistas diciéndoles que si no se marchaban, les arrojaría el fantasma
de la familia.
—
Hazlo- rogaron los gemelos Weasley.
—
Por favor, hermanita.- se sumaron los Prewett.
—
¿Y bien? —dijo Malfoy impaciente, cuando Harry le devolvió el recorte—. ¿No os
parece divertido?
—
Hilariante.- contestaron todos con sarcasmo.
—Ja,
ja —rió Harry lúgubremente.
—Arthur
Weasley tiene tanto cariño a los muggles que debería romper su varita
mágica e irse con ellos —dijo Malfoy
—
No será su varita la que se rompera si no cierras la boca, Malfoy.- rugió
Ginny.
desdeñosamente—.
Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de sangre
limpia.
—
Tampoco es algo que nos interesa que se diga de nosotros.- contestó Molly.
A
Ron (o, más bien, a Crabbe) se le contorsionaba la cara de la rabia.
—
Ron, tranquilízate.- le recomendó su padre.
—
¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente.
—Me
duele el estómago —gruñó Ron.
—
Buena excusa.- alabó Remus a quién se le empezaba a pasar el “enfado” por lo de
la sala común.
—Bueno,
pues id a la enfermería y dadles a todos esos sangre sucia una patada de
mi parte
Varios
amigos de estos se pusieron el pie pero con algunos “No vale la pena” se
sentaron sin que hubiese mucho problema.
—dijo
Malfoy, riéndose—. ¿Sabéis qué? Me sorprende que El Profeta aún no haya
dicho nada de todos esos ataques
—
Eso es cierto.- comentó Lily.
—continuó
diciendo pensativamente—. Supongo que Dumbledore está tapándolo todo.
—
Usted no puede hacer algo así.- rugió Molly enojada con el director.
—
La gente tiene derecho a saber lo que pasa con sus hijos para tomar sus propias
decisiones- gruñó- Aunque estas vayan en contra de su interés.
— Hubiese
desencadenado el pánico.- comentó Dumbledore con tranquilidad.
—
Claro- dijo Lily- Y eso le da derecho a esconderselo a la gente para poder
guiarla como corderitos estúpidos por su “propio bien”.- el sarcasmo llenó la
voz de Lily al final.
—
No voy a disculparme por hacer lo correcto para proteger la escuela.- contestó
el director sin perder la sonrisa. Snape continuó leyendo antes de que alguien
tratara de matar al director.
Si
no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la
dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio.
—
Creeme.- dijo Scorpius con voz siniestra- Ha habido peores mandatos en esta
escuela…- nadie se atrevió a preguntarle a que se refería.
Le
gustan los que vienen de familia muggle. Un director decente no habría
admitido nunca una basura como el Creevey ése.
—
Admitió a Crabbe y a Goyle- comentó Demelza- Eso es bastante más cuestionable
que admitir a Collin.
—
Siempre es bueno saber que la chica que me gusta me pone por encima de Crabbe y
Goyle.- susurró Collin en broma al oído de su hermano.
Malfoy
empezó a sacar fotos con una cámara imaginaria, imitando a Colin, cruel pero
acertadamente.
—Potter,
¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo?
—
Sip…- comentó Collin- puede que me pasara de entusiasmo.- los demás se
mordieron la lengua por no contestar con un sarcástico “¿Puede?”.
¿Puedo
lamerte los zapatos, Potter, por favor?
Bajó
las manos y se quedó mirando a Harry y a Ron.
—
¿Qué os pasa a vosotros dos?
—
Alguien está molesto porqué no le ríen las gracias…- comentó Blaise para picar
a su amigo.
Demasiado
tarde, Harry y Ron se rieron a la fuerza; sin embargo, Malfoy pareció
satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las
gracias.
—
Si yo te contara.- murmuró Draco.
—San
Potter, el amigo de los sangre sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ése
es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no
iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger.
—
¿Todavía celoso de mis notas, Malfoy?- se burló la chica. Scorp, Rose y Albus
estaban mirando la mesa y mordiéndose la lengua para no intervenir mientras
Allie les intentaba animar como podía.
¡Y
se creen que él es el heredero de Slytherin!
Harry
y Ron estaban con el corazón en un puño; quizás a Malfoy le faltaban unos segundos
para decirles que el heredero era él.
—
¡Que no soy el maldito heredero!- exclamó indignado.
Pero
en aquel momento...
—Me
gustaría saber quién es
Varios
suspiraron desilusionados mientras Draco les miraba con cara de “Te lo dije”.
—dijo
Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.
—
¿Tú?- se burló Seamus.
—
Cierra el pico.- rugió Scorp sin poder evitarlo, Seamus obedeció al instante.
A
Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún
más idiota de lo usual.
—
Gran logro, hermanito, gran logro.- comentaron los gemelso con falso orgullo.
Afortunadamente,
Malfoy no se dio cuenta, y Harry, pensando rápido, dijo:
—Tienes
que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.
—Ya
sabes que no, Goyle, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente—. Y mi padre tampoco quiere
contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos.
—
O sea que es cierto que se había abierto con anterioridad.- comentó Sus
interesada.
Aunque
sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo
sobre aquello,
—
Lucius Malfoy no sabe la mitad de lo que dice saber.- contestó Alastor con
desprecio.
pero
dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si
yo supiera demasiado. Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los
Secretos, murió una sangre sucia.
—
Merlín bendito.- murmuró Molly quién empezaba a asustar-se.
Así
que supongo que sólo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez... Espero
que sea Granger
—
¡Papá!- para sorpresa de todos fue Scorp el primero en sacar la varita.
—
Amigo cálmate.- le instó Al tirándolo hacia abajo para que se volviese a sentar
pero Scorp no le hizo caso, tenía la mirada clavada en su padre.
—
¡¿Pero tu te das cuenta de lo que estás deseando?!- le preguntó gritando- Yo me
llevo mal con mucha gente pero no les deseo la muerte. Discúlpate ahora mismo
con Hermione o no respondo.
—
Creía que el padre era yo…- murmuró Draco, pero al instante añadió- Lo lamento
Granger, no lo decía en serio.
—
Descuida Malfoy.- dijo Hermione pero se veía en su rostro que realmente le
había dolido.
—
Lo siento.- le susurró Scorp bajito a Rose- Lo siento muchísimo.- Allie tenia
el brazo alrededor de los hombros de esta.
—
No es culpa tuya.- contestó pero tenía la mirada clavada en la mesa y los
nudillos blancos de la fuerza que apretaba la varita.
—dijo
con deleite.
Ron
apretaba los grandes puños de Crabbe.
—
Gracias.- susurró Hermione dejando que este la abrazara.
Dándose
cuenta de que todo se echaría a perder si pegaba a Malfoy, Harry le dirigió una
mirada de aviso y dijo:
—
¿Sabes si cogieron al que abrió la cámara la última vez?
—
No lo cogieron- fue la respuesta al unísono de Dumbledore y Hagrid.
—Sí...
Varios
alzaron una ceja por la discrepancia.
Quienquiera
que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban.
Sirius
tembló y Sus lo envolvió en un abrazo protector. James miraba la escena con una
ceja alzada, sin entender nada.
—
¿En Azkaban? —preguntó Harry, sin entender.
—Claro,
en Azkaban, la prisión mágica, Goyle —dijo Malfoy, mirándole, sin dar crédito a
su torpeza—. La verdad es que si fueras más lento irías para atrás.
— En
eso tengo que estar de acuerdo.- murmuraron los Prewett.
Se
movió nervioso en su silla y dijo:
—Mi
padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de
Slytherin
haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta sangre
sucia, pero que yo no debo mezclarme.
—
Que consejos más estupendos.- comentó con sarcasmo Lily.
Naturalmente,
él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Sabéis que el Ministerio de
Magia registró nuestra casa la semana pasada?
—
Bien hecho, Arthur.- felicitó Kingsley.
—Harry
intentó que la inexpresiva cara de Goyle expresara algo de preocupación—. Sí...
—dijo Malfoy—. Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos
objetos de Artes Oscuras muy valiosos.
—
No me digas…- comentó Alastor con una sonrisa espeluznante.
Pero
afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo
del suelo del salón.
—
De allí sacásteis la información.- comentó Arthur medio orgulloso medio
enojado.
—
¡Ah! —exclamó Ron.
Malfoy
lo miró. Harry hizo lo mismo. Ron se puso rojo, incluso el pelo se le volvió un poco rojo. También se le alargó la nariz.
La hora de que disponían llegaba a su fin, de forma que Ron estaba empezando a
convertirse en sí mismo, y a juzgar por la mirada de horror que dirigía a
Harry, a éste le estaba sucediendo lo mismo.
—
¿Y no te diste cuenta?- preguntó Astoria atónita a Draco.
—
Creía que era un efecto de la lus.- contestó abochornado este.
Se
pusieron de pie de un salto.
—Necesito
algo para el estómago —gruñó Ron, y sin más preámbulos echaron a correr a lo
largo de la sala común de Slytherin, lanzándose contra el muro de piedra y metiéndose
por el corredor, y deseando desesperadamente que Malfoy no se hubiera dado
cuenta de nada.
—
Gracias a dios, no notó nada.- dijo Hermione algo más tranquila.
Harry
podía notarse los pies sueltos dentro de los grandes zapatos de Goyle, y tuvo
que levantarse los bajos de la túnica al hacerse más pequeño. Subieron los
escalones y llegaron al oscuro vestíbulo de entrada, en que se oían los sordos
golpes que llegaban del armario en que habían encerrado a Crabbe y Goyle.
Dejando los zapatos junto a la puerta
del armario, subieron corriendo en calcetines hasta los lavabos de Myrtle la
Llorona.
—
A salvo.- susurró Lily satisfecha.
— Travesura realizada.- comentaron a la vez los
merodeadores con orgullo.
—Bueno,
no ha sido completamente inútil —dijo Ron, cerrando tras ellos la puerta de los
aseos—. Ya sé que todavía no hemos averiguado quién ha cometido las agresiones,
pero mañana voy a escribir a mi padre para decirle que miren debajo del salón
de Malfoy.
—
Gran idea.- dijo Bill con orgullo.
Harry
se miró la cara en el espejo roto. Volvía a la normalidad. Se puso las gafas ientras
Ron llamaba a la puerta del retrete de Hermione.
—Hermione,
sal, tenemos muchas cosas que contarte.
—
¡Marchaos! —chilló Hermione.
—
Así que realmente algo salió mal.- suspiró Louis.
Harry
y Ron se miraron el uno al otro.
—
¿Qué pasa? —dijo Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad,
nosotros ya...
—
Si la poción era correcta sí.- puntualizó Snape.
—
Pero con ellos ha funcionado bien.- apuntó Luna.
—
Cada uno a terminado la poción a su modo.- le aclaró Louis- El pelo era
individual.
Pero
Myrtle la Llorona salió de repente atravesando la puerta del retrete.
Harry nunca la había visto tan contenta.
—
Mala señal.- comentaron todos los que la conocían.
—
¡Aaaaaaaah, ya la veréis! —dijo—. ¡Es horrible!
—
Una hora aguantando comentarios de ese típo.- suspiró exasperada la chica.-
Casi deseaba que viniese el heredero de Slytherin al haber sido comprobado que
podía petrificar fantasmas.
Oyeron
descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la
túnica.
—
¿Qué pasaba?- preguntó Rose algo menos tensa y con mucha más preocupación.
—
¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de Millicent o algo así?
Hermione
se descubrió la cara y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un lavabo.
—
Muy amable.- dijo Hermione dándole un golpe en las costillas.
—
Dejémoslo en que me sorprendió.- se disculpó este.
Tenía
la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas
puntiagudas le sobresalían de la cabeza.
— Cogió
un pelo de Morgana.- dijo Tracey intentando esconder la carcajada.
— ¿Morgana?-
preguntó Goyle sin pillarlo.
— Mi
gato.- aclaró Mollicent.
—
¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato!
¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!
—
No, definitivamente no. –comentó Snape- Pero ha tenido suerte señorita Granger,
al ser un pelo de mamífero será más fácil de arreglar.
—
¡Eh, vaya! —exclamó Ron.
—Todos
se van a reír de ti —dijo Myrtle, muy contenta.
—
Maldita sádica.- rugió Cho molesta.
—No
te preocupes, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Te llevaremos a la enfermería.
La señora Pomfrey no hace nunca demasiadas preguntas...
—
No suelen gustarme las respuestas.- aclaró.
Les
costó mucho trabajo convencer a Hermione de que saliera de los aseos. Myrtle la Llorona los siguió riéndose con
ganas.
—
¡Pues ya verás cuando todos se enteren de que tienes cola!
Algunos
no pudieron reprimir la carcajada.
— El
diario secretísimo- leyó Minerva antes de que alguien comentara algo que
avergonzara a su alumna.