miércoles, 24 de julio de 2013

La poción «multijugos»


Louis encontró a Gwen sentada en el césped mirando el cielo.

— Creía que estarías volando.- comentó con una sonrisa mientras se sentaba a su lado.

— Le he dejado mi escoba a Molls.- dijo ella- Le apetecía volar.

— ¿Le has dejado tu escoba a alguien?- preguntó oji-plático Louis.

— Bueno, se trata de Molls- contestó Gwen- No existe nadie más responsable en el mundo así que no creo que le pase nada.

— Supongo que tienes razón.- comentó el rubio- ¿Como va la elección de equipo?- preguntó.

— Barajando opciones.- contestó Gwen- La mayoría nos ofrecen jugar de titulares pero nosotros preferiríamos empezar desde abajo para poder aprender de los bateadores con experiencia.

— Entonces aceptad a un equipo que os ofrezca la reserva.- contestó de forma práctica el Hufflepuff.

— No es tan fácil.- contestó la chica- Solo hay dos equipos que nos la ofrezcan. Uno es el equipo de papá y aceptarlo sería condenarnos a ser acusados de enchufados toda nuestra carrera.

— ¿Y el otro equipo?- preguntó Louis.

— Es el Chudley Channons.- contestó arrugando la nariz la chica.

— Y lo odias.- terminó Louis- Yo no sé mucho de quidditch pero oí que los únicos jugadores que tenían que valieran la pena eran los bateadores.

— No son malos.- concedió Gwen.

— En ese caso podríais aprender de ellos.- añadió Louis- No sería tan malo, ¿cierto?

— Tal vez no.- concedió la chica.- Hasta que papá lo oyese y falleciese del disgusto.- Louis soltó una carcajada pero Gwen parecia preocupada de verdad.

— Creo que ya es hora de continuar leyendo.- comentó Louis- ¿Vamos?- preguntó ofreciéndole a Gwen una mano para levantarse. Esta la aceptó con un ligero sonrojo.

La poción «multijugos» - leyó Snape una vez ellos entraron.

— Lo lograron.- exclamó encantado Sirius.

— Eso todavía no lo sabemos- dijo McGonagall.

Dejaron la escalera de piedra y la profesora McGonagall llamó a la puerta. Ésta se abrió silenciosamente y entraron. La profesora McGonagall pidió a Harry que esperara y lo dejó solo.

— ¿Lo dejó solo en el despacho de Dumbledore?- preguntó atónito Fred.

— ¿Por que todo lo bueno le pasa a él?- exclamó George dramáticamente.

Harry miró a su alrededor. Una cosa era segura: de todos los despachos de profesores que había visitado aquel año, el de Dumbledore era, con mucho, el más interesante.

— Y el más grande.- comentó con algo de envidia Flitwick.

Si no hubiera tenido tanto miedo a ser expulsado del colegio, habría disfrutado observando todo aquello.

— ¡¿Observando?!- exclamaron horrorizados los gemelos Prewett.

— Realmente necesitas que alguien te ayude a sacar el merodeador que tienes dentro.- comentó Sirius fingiendo decepción.

Era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas había chismes muy extraños que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres, que dormitaban encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con pies en forma de zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: era el Sombrero Seleccionador.

Todo el mundo aplaudió al viejo sombrero.

Harry dudó. Echó un cauteloso vistazo a los magos y brujas que había en las  paredes. Seguramente no haría ningún mal poniéndoselo de nuevo.

— No, Canuto- dijo James encantado- Mi hijo no necesita que nadie active su merodeador interior.

— No sé que decirte Cornamenta.- intervino Remus- De todas las cosas que hay en ese despacho, e sombrero no es lo mas interesante que digamos.

Sólo para ver si..., sólo para asegurarse de que lo había colocado en la casa correcta.

— Claro que sí.- exclamaron todos los Gryffindors indignados.

Se acercó sigilosamente al escritorio, cogió el sombrero del estante y se lo puso despacio en la cabeza. Era demasiado grande y se le caía sobre los ojos, igual que en la anterior ocasión en que se lo había puesto. Harry esperó pero no pasó nada. Luego, una sutil voz le dijo al oído:
— ¿No te lo puedes quitar de la cabeza, eh, Harry Potter?
—Mmm, no —respondió Harry—. Esto..., lamento molestarte, pero quería preguntarte...

— Esa cosa lee tu mente Harry- exclamó Hermione- Ya sabe lo que quieres preguntarle.

—Te has estado preguntando si yo te había mandado a la casa acertada —dijo acertadamente el sombrero—. Sí..., tú fuiste bastante difícil de colocar. Pero mantengo lo que dije... aunque —Harry contuvo la respiración— podrías haber ido a Slytherin.

— Podrías haber ido en cualquiera de las cuatro casas según lo leído anteriormente.- le consoló Lily- Tienes la valentía Gryffindor, la perseverancia y lealtad Hufflepuff, la inteligencia Ravenclaw y la sagacidad slytherin. – Harry se sonrojó ante el comentario de su madre.

El corazón le dio un vuelco. Cogió el sombrero por la punta y se lo quitó. Quedó colgando de su mano, mugriento y ajado. Algo mareado, lo dejó de nuevo en el estante.
—Te equivocas —dijo en voz alta al inmóvil y silencioso sombrero.

— Potter.- comentó Theo con una voz fría que heló la sangre de todos- Empiezo a hartarme de tu hipocresía.

— Harry no es hipócrita.- saltó Ron.

— Sí lo es Weasley.- intervino Blaine- No tanto como tu familia pero…

— La cuestión es.- siguió Theo no queriendo que Blaise dijera algo que rompiece la camaradería que se había establecido entre este y el gryffindor- que Slytherin es una casa tan buena como las otras y que genera tanto gente buena como mala. Somos más ambiciosos, es cierto, pero eso no nos convierte en personas sin escrúpulos.

— Y este pánico a que pudieras pertenecer a nuestra casa.- continuó Daphne- Empieza a ser ofensivo.

— Lo siento- contestó Harry.

Éste no se movió. Harry se separó un poco, sin dejar de mirarlo. Entonces, un ruido como de arcadas le hizo volverse completamente. No estaba solo. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado.

— ¡Harry!- le regañó divertido el director.

Harry lo miró, y el pájaro le devolvió una mirada torva, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parecía muy enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras Harry lo miraba, se le cayeron otras dos plumas de la cola.

— Pobrecito.- murmuró Pavarti.

Estaba pensando en que lo único que le faltaba es que el pájaro de Dumbledore se muriera mientras estaba con él a solas en el despacho, cuando el pájaro comenzó a arder.

— ¿Qué le hiciste?- exclamó Lavander indignada.

— Nada, te lo juro.- contestó Harry con miedo- Era un fénix.- aclaró rápidamente.

Harry profirió un grito de horror y retrocedió hasta el escritorio. Buscó por si hubiera cerca un vaso con agua, pero no vio ninguno.

— ¿Eres conciente de que si apagas el fuego el pobre no podrá renacer?- preguntó Al con molestia a su padre.

— En ese momento ni siquiera sabía que era un fénix, Al.- le contestó el muchacho.

El pájaro, mientras tanto, se había convertido en una bola de fuego; emitió un fuerte chillido, y un instante después no quedaba de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo. La puerta del despacho se abrió. Entró Dumbledore, con aspecto sombrío.

La profesora McGonagall miró con preocupación a su colega.

—Profesor —dijo Harry nervioso—, su pájaro..., no pude hacer nada..., acaba de arder...

— Pobrecito, estaba aterrorizado.- rió a carcajadas Terry.

Para sorpresa de Harry, Dumbledore sonrió.
—Ya era hora —dijo—. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa.

— Sí, eso le tranquilizará.- ironizó Sus.

Se rió de la cara atónita que ponía Harry.
Fawkes es un fénix, Harry. Los fénix se prenden fuego cuando les llega el  momento de morir, y luego renacen de sus cenizas. Mira...
Harry dirigió la vista hacia la percha a tiempo de ver un pollito diminuto y  arrugado que asomaba la cabeza por entre las cenizas.

— Aw.- murmuraron Allie y Hannah enternecidas.

Era igual de feo que el antiguo.

Hannah el dio una colleja a Harry.

—Es una pena que lo hayas tenido que ver el día en que ha ardido —dijo Dumbledore, sentándose detrás del escritorio—. La mayor parte del tiempo es realmente precioso, con sus plumas rojas y doradas.

— Coff, coff, Gryffindor, Coff, coff.- “tosieron” los gemelos Weasley.

Fascinantes criaturas, los fénix. Pueden transportar cargas muy pesadas, sus lágrimas tienen poderes curativos y son mascotas muy fieles.

— Y muy difíciles de conseguir.- comentó Al.

— Los problemas que tuvimos el año pasado para conseguir uno.- comentó Rose.

— ¿Y porque queríais vosotros un fénix?- preguntó Ginny sorprendida.

— Era el aniversario de Hagrid.- contestó Allie sonriendo al semi-gigante.

— ¿Me comprasteis un fénix?- preguntó atónito y agradecido Hagrid.- Pero he oído que son carísimos.

— Nada es demasiado caro si es para hacer feliz a un amigo, Rubeus.- contestó Scorp sonriéndole.

Con el susto del incendio de Fawkes, Harry se había olvidado del motivo por el que se encontraba allí, pero lo recordó en cuanto Dumbledore se sentó en su silla de respaldo alto, detrás del escritorio, y fijó en él sus ojos penetrantes, de color azul claro. Sin embargo, antes de que el director pudiera decir otra palabra, la puerta se abrió de improviso e irrumpió Hagrid en el despacho con expresión desesperada, el pasamontañas mal colocado sobre su pelo negro, y el gallo muerto sujeto aún en una mano.

Varios rieron de la imagen mental.

— ¡No fue Harry, profesor Dumbledore! —dijo Hagrid deprisa—.

— Gracias Hagrid.- comentó Harry con una sonrisa.

Yo hablaba con él segundos antes de que hallaran al muchacho, señor, él no tuvo tiempo...  
Dumbledore trató de decir algo, pero Hagrid seguía hablando, agitando el gallo en su desesperación y esparciendo las plumas por todas partes.
A la vez.

— Lo siento director.- comentó el guarda-bosques.

— Descuida Rubeus.- contestó este.

—... No puede haber sido él, lo juraré ante el ministro de Magia si es necesario...
—Hagrid, yo...
—Usted se confunde de chico, yo sé que Harry nunca...
— ¡Hagrid! —dijo Dumbledore con voz potente—, yo no creo que Harry atacara a  esas personas.

— Gracias a dios.- murmuraron Lily y Molly

— ¿Ah, no? —dijo Hagrid, y el gallo dejó de balancearse a su lado—. Bueno, en  ese caso, esperaré fuera, señor director.
Y, con cierto embarazo,

— No hay nada embarazozo en defender ardientemente a un amigo.- dijo Ernie con fuerza.

salió del despacho.
— ¿Usted no cree que fui yo, profesor? —repitió Harry esperanzado, mientras
Dumbledore limpiaba la mesa de plumas.
—No, Harry —dijo Dumbledore, aunque su rostro volvía a ensombrecerse—. Pero aun así quiero hablar contigo.
Harry aguardó con ansia mientras Dumbledore lo miraba, juntando las yemas de  sus largos dedos.
—Quiero preguntarte, Harry, si hay algo que te gustaría contarme —dijo con  amabilidad—. Lo que sea.

— ¿Alguien le ha respondido afirmativamente a esa pregunta nunca, director?- preguntó Percy girando los ojos.

— La verdad es que no.- concedió Dumbledore.

Harry no supo qué decir. Pensó en Malfoy gritando: «¡Los próximos seréis los  sangre sucia!», y en la poción multijugos, que hervía a fuego lento en los aseos de Myrtle la Llorona.

— Lo cual podría hacer que nos expulsaran.- comentó Ron.

Luego pensó en la voz que no salía de ningún sitio, oída en dos ocasiones, y recordó lo que Ron le había dicho: «Oír voces que nadie más puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.» Pensó, también, en lo que todo el mundo comentaba sobre él, y en su creciente temor a estar de alguna manera relacionado con Salazar Slytherin...

— Eres sangre pura por lo que lo mas probable es que lo estes.- le tranquilizó su padre- Igual que yo, Sirius, Malfoy, Hannah, Nott y muchos otros.

—No —respondió Harry—, no tengo nada que contarle.

La doble agresión contra Justin y Nick Casi Decapitado convirtió en auténtico pánico lo que hasta aquel momento había sido inquietud.

— Me sorprende que no hubiese sucedido antes.- comentó Lia.

Curiosamente, resultó ser el destino de Nick Casi Decapitado lo que preocupaba más a la gente.

— No es curioso, es logico.- corrigió Luna- Que alguien ataque a algo que no se puede tocar demuestra el grado de poder que tiene y el hecho que la mayoría de hechizos defensivos, sobretodo los de blocaje, son ineficaces.

Se preguntaban unos a otros qué era lo que podía hacer aquello a un fantasma; qué terrible poder podía afectar a alguien que ya estaba muerto. La gente se apresuró a reservar sitio en el expreso de Hogwarts para volver a casa en Navidad.
—Si sigue así la cosa, sólo nos quedaremos nosotros —dijo Ron a Harry y Hermione—. Nosotros, Malfoy, Crabbe y Goyle. Serán unas vacaciones deliciosas.

— Entiendo tu malestar.- empezó Bill- Pero eso será beneficioso para vuestro plan.

Crabbe y Goyle, que siempre hacían lo mismo que Malfoy, habían firmado también para quedarse en vacaciones. Pero Harry estaba contento de que la mayor parte de la gente se fuera. Estaba harto de que se hicieran a un lado cuando circulaba por los pasillos, como si fueran a salirle colmillos o a escupir veneno;

—Se me estan ocurriendo un par de productos nuevos, Forge.- le susurró George en el oído.

harto de que a su paso los demás murmuraran, le señalaran y hablaran en voz baja. Fred y George, sin embargo, encontraban todo aquello muy divertido.

— Me alegro que el malestar de Harry os divierta.- ironizó la señora Weasley.

— A nosotros también, mamá.- contestaron estos sin miedo.

Le salían al paso y marchaban delante de él por los corredores gritando:
—Abran paso al heredero de Slytherin, aquí llega el brujo malvado de veras...
Percy desaprobaba tajantemente este comportamiento.

— Como todo lo que es divertido.- añadió Charlie girando los ojos.

— Eso no es cierto capitán.- defendió Oliver a su mejor amigo.

—No es asunto de risa —decía con frialdad.

— La verdad es que no.- dijo la enfermera.- Ya había unos cuantos alumnos petrificados y en peligro de muerte.

—Quítate del camino, Percy —decía Fred—. Harry tiene prisa.
—Sí, va a la Cámara de los Secretos a tomar el té con su colmilludo sirviente —decía George, riéndose. Ginny tampoco lo encontraba divertido.

Esta tembló ligeramente cuando la mencionaron.

— ¡Ah, no! —gemía cada vez que Fred preguntaba a Harry a quién planeaba atacar a continuación, o cuando, al encontrarse con Harry, George hacía como que se protegía de Harry con un gran diente de ajo.
A Harry no le importaba; incluso le aliviaba que Fred y George pensaran que la idea del heredero de Slytherin era para tomársela a guasa.

— Es que era ridículo.- contestaron estos.

Pero sus payasadas parecían enervar a Draco Malfoy, que se amargaba más cada vez que los veía con aquel pitorreo.
—Eso es porque está rabiando de ganas de decir que es él —dijo Ron sentenciosamente—.

— Empiezo a hartarme de que condenéis sin juicio previo.- comentó el rubio.

— Sí, eso es algo que suele ser molesto.- comentó Sirius lanzándole una mirada rencorosa al ministro.

Ya sabéis cómo aborrece que se le gane en cualquier cosa, y tú te estás llevando toda la gloria de su sucio trabajo.
—No durante mucho tiempo —dijo Hermione en tono satisfecho—. La poción multijugos ya está casi lista. Cualquier día revelaremos la verdad sobre él.

— ¿Qué esconde botellas de agua oxigenada en su baño?- preguntó Blaine divertido- Eso se sabe desde hace mucho.

— Es natural.- gruñeron Draco y Scorpius a la vez.

— Te creemos, Scorp, te creemos.- dijeron sus amigos con una sonrisa burlona.

Por fin concluyó el trimestre, y sobre el colegio cayó un silencio tan vasto como la nieve en los campos. Más que lúgubre, a Harry le pareció tranquilizador, y se alegró de que él, Hermione y los Weasley pudieran gobernar la torre de Gryffindor, lo que quería decir que podían jugar al snap explosivo dando voces y sin molestar a nadie, o podían batirse en privado.

— Ojala me hubiese quedado.- suspiraron Dean y Seamus.

Fred, George y Ginny habían preferido quedarse en el colegio a ir a visitar a Bill a Egipto con sus padres.

— Muchas gracias, hermanitos.- dijo Bill molesto mientras Fleur le besaba para animarlo.

Percy, que desaprobaba lo que llamaba su infantil comportamiento,

— Lo que era comportamiento infantil.- corrigió este.

no pasaba mucho tiempo en la sala común de Gryffindor.

— ¿Dónde estabas, eh amigo?- preguntó Oliver alzando una ceja burlona.

Ya les había dicho en tono presuntuoso que se quedaba en Navidad porque era el deber de un prefecto ayudar a los profesores durante los períodos difíciles.

— Realmente le agradecemos la ayuda que nos dio, señor Weasley.- comentó la profesora de Transfiguración con una sonrisa que hizo sonrojar al chico.

Amaneció el día de Navidad, frío y blanco. Hermione despertó temprano a Harry y Ron, los únicos que quedaban en aquel dormitorio. Iba ya vestida y llevaba regalos para ambos.
— ¡Despertad! —dijo en voz alta, abriendo las cortinas de la ventana.

— Sí, mamá.- se burlaron los dos.

—Hermione..., sabes que no puedes entrar aquí —dijo Ron, protegiéndose los ojos  de la luz.

—  La perfecta prefecta incumpliendo una norma.- se burlaron los gemelos Prewett.

—Feliz Navidad a ti también —le dijo Hermione, arrojándole su regalo—. Me he levantado hace casi una hora, para añadir más crisopos a la poción. Ya está lista.

— Así que lo lograsteis.- comentó Snape.- Si bien creo que fue irresponsable, immaduro y que muestra un claro desdeño por las normas del colegio y las leyes magicas debo decir que estoy impresionado.

Harry se sentó en la cama, despertando por completo de repente.
— ¿Estás segura?

— ¿Ha habido alguna vez que no los esté?- preguntó Ron.

—Del todo —dijo Hermione, apartando a la rata Scabbers para poder sentarse a los pies de la cama—. Si nos decidimos a hacerlo, creo que tendría que ser esta noche.

— No.- suplicaron los Slytherin.

En aquel momento, Hedwig aterrizó en el dormitorio, llevando en el pico un paquete muy pequeño.

Lily entrecerró los ojos imaginándose que era.

—Hola —dijo contento Harry, cuando la lechuza se posó en su cama—, ¿me hablas de nuevo?

— Es una lechuza Harry- explicó George.

— No suelen hablar.- terminó Fred.

La lechuza le picó en la oreja de manera afectuosa, gesto que resultó ser mucho mejor regalo que el que le llevaba, que era de los Dursley. Éstos le enviaban un mondadientes y una nota en la que le pedían que averiguara si podría quedarse en Hogwarts también durante las vacaciones de verano.

— Vernon creyó que seria gracioso.- murmuró Petunia como disculpa ante la mirada indignada de todo el mundo.

— Creo que debemos hacerle otra visita para recordarle que es lo que hace gracia.- comentó James entre dientes.

— Completamente de acuerdo.- contestaron a la vez Sirius i Remus.

El resto de los regalos de Navidad de Harry fueron bastante más generosos. Hagrid le enviaba un bote grande de caramelos de café con leche que Harry  decidió ablandar al fuego antes de comérselos;

— Estaban muy ricos.- apuntó sonriendo (y mintiendo descaradamente) el muchacho.

Ron le regaló un libro titulado Volando con los Cannons,

Oliver prácticamente gruñó mientras Alex y Gwen compartian una mirada preocupada.

— Alex he estado pensando…- empezó susurrando para que su padre no les oyese.

— Tienes razón- le cortó su hermano- Es la mejor opción pero ¿como se lo decimos a papá sin matarle del disgusto?

— Tal vez si usamos a mamá…- empezó Gwen.

— Ella tampoco es una gran fan de los Cannons, Gwen.- contestó Alex.

— Ya se nos ocurrirá algo.- terminó la chica para poder seguir leyendo.

que trataba de hechos interesantes de su equipo favorito de quidditch; y Hermione le había comprado una lujosa pluma de águila para escribir. Harry abrió el último regalo y encontró un jersey nuevo, tejido a mano por la señora Weasley, y un plumcake. Cogió la tarjeta con un renovado sentimiento de culpa, acordándose del coche del señor Weasley, que no habían vuelto a ver desde la colisión con el sauce boxeador, y de la cantidad de infracciones que habían planeado para el futuro inmediato.

— Descuida cariño.- murmuró con dulzura la señora Weasley.

Nadie podía dejar de asistir a la comida de Navidad en Hogwarts,

— Ni nadie querría.- remarcó Rose.

aunque estuviera atemorizado por tener que tomar luego la poción multijugos. El Gran Comedor relucía por todas partes. No sólo había una docena de árboles de Navidad cubiertos de escarcha, y gruesas serpentinas de acebo y muérdago que se entrecruzaban en el techo, sino que de lo alto caía nieve mágica, cálida y seca. Cantaron villancicos, y Dumbledore los dirigió en algunos de sus favoritos.
Hagrid gritaba más fuerte a cada copa de ponche que tomaba. Percy, que no se había dado cuenta de que Fred le había encantado su insignia de prefecto, en la que ahora podía leerse «Cabeza de Chorlito»,

— Muy gracioso,- comentó este con sarcasmo- Realmente muy gracioso.

no paraba de preguntar a todos de qué se reían.

— Alguno de vosotros podría haberle avisado.- comentó Bill bastante enojado pasando un brazo protectoramente por los hombros de su hermano pequeño.

Harry ni siquiera se preocupaba por los insidiosos comentarios que desde la mesa de Slytherin hacía Draco Malfoy, en voz alta, sobre su nuevo jersey.

— A mi me gustan los jerseys Weasley.- comentó Scorpius.

Con un poco de suerte, Malfoy recibiría su merecido unas horas después. Harry y Ron apenas habían terminado su tercer trozo de tarta de Navidad,

— De tío Ron se esperaba, ¿pero tú, papá?- preguntó Al divertido.

cuando  Hermione les hizo salir del salón con ella para ultimar los planes para la noche.
—Aún nos falta conseguir algo de las personas en que os vais a convertir —dijo Hermione sin darle importancia, como si los enviara al supermercado a comprar detergente—. Y, desde luego, lo mejor será que podáis conseguir algo de Crabbe y de Goyle; como son los mejores amigos de Malfoy,

— Alto ahí- gruñó Blaise- Theo y yo somos los mejores amigos de Draco.- remarcó con fuerza mientras Theo y Draco asentían con la cabeza.

él les contaría cualquier cosa. Y también tenemos que asegurarnos de que los verdaderos Crabbe y Goyle no aparecen mientras lo interrogamos.
»Lo tengo todo solucionado —siguió ella tranquilamente y sin hacer caso de las caras atónitas de Harry y Ron. Les enseñó dos pasteles redondos de chocolate—. Los he rellenado con una simple pócima para dormir. Todo lo que tenéis que hacer es aseguraros de que Crabbe y Goyle los encuentran. Ya sabéis lo glotones que son; seguro que se los tragan. Cuando estén dormidos, los esconderemos en uno de los armarios de la limpieza y les arrancaremos unos pelos.

— ¿Quién eres y que has hecho con Hermione?-preguntó Sus con la boca abierta.

— Seas quién seas, si quieres entrar en los merodeadores…- comentó Sirius sonriendo.

— Era necesario, no lo hice por placer.- les cortó Hermione enfadada.

Harry y Ron se miraron incrédulos.
—Hermione, no creo...
—Podría salir muy mal...

— Y ahora son ellos los que se tiran atrás.- murmuró deivertido Ernie.

Pero Hermione los miró con expresión severa, como la que habían visto a veces  adoptar a la profesora McGonagall.
—La poción no nos servirá de nada si no tenemos unos pelos de Crabbe y Goyle  —dijo con severidad—. Queréis interrogar a Malfoy, ¿no?
—De acuerdo, de acuerdo —dijo Harry—. Pero ¿y tú? ¿A quién se lo vas a arrancar tú?

— Buena pregunta.-murmuraron las chicas Slytherin.

— ¡Yo ya tengo el mío! —dijo Hermione alegre, sacando una botellita diminuta de  un bolsillo y enseñándoles un único pelo que había dentro de ella—. ¿Os acordáis de que me batí con Millicent Bulstrode en el club de duelo?

Esta la miró como si quisiera estrangularla (otra vez).

¡Al estrangularme se dejó esto en mi túnica! Y se ha ido a su casa a pasar las Navidades. Así que lo único que tengo que decirles a los de Slytherin es que he decidido volver.

— No es la partte más brillantte del plan- comentó Remus- Será difícil fingir que has vuelto, por no hablar dee que eso podría o no ser su pelo.

Al marcharse Hermione corriendo para ver cómo iba la poción multijugos, Ron se volvió hacia Harry con una expresión fatídica.
— ¿Habías oído alguna vez un plan en el que pudieran salir mal tantas cosas?

— El añ anterior bajastéis a enfrentaros a Voldemort sin un plan, Ron- comentó Arthur- Esto es una clara mejora.

Pero, para sorpresa de Harry y de Ron,

— Gracias por la confianza.- gruñó Hermione.

la primera fase de la operación resultó tan sencilla como Hermione había supuesto. Se escondieron en el vacío vestíbulo después de la merienda de Navidad, esperando a Crabbe y a Goyle, que se habían quedado solos en la mesa de Slytherin, acometiendo cuatro porciones de bizcocho. Harry había dejado los pasteles de chocolate en el extremo del pasamanos. Al ver a Crabbe y Goyle salir del Gran Comedor, Harry y Ron se ocultaron rápidamente detrás de una armadura, junto a la puerta principal.
— ¿Cuánto puede llegar uno a engordar? —susurró Ron

— Te sorprenderías- contestó Dudley en un susurro.

entusiasmado al ver que Crabbe, lleno de alegría, señalaba a Goyle los pasteles y los cogía. Sonriendo de forma estúpida, se metieron los pasteles enteros en la boca.

Todos los Slytherin se palmearon la cara con pura frustración.

Los masticaron glotonamente durante un momento, poniendo cara de triunfo. Luego, sin el más leve cambio en la expresión, se desplomaron de espaldas en el suelo.
Lo más difícil fue arrastrarlos hasta el armario, al otro lado del vestíbulo.

— Hay hechizos para ello.- comentó Hermione girando los ojos.

En cuanto los tuvieron bien escondidos entre las fregonas y los calderos, Harry arrancó un par de pelos como cerdas, de los que Goyle tenía bien avanzada la frente, y Ron arrancó a Crabbe también algunos. Les cogieron asimismo los zapatos, porque los suyos eran demasiado pequeños para el tamaño de los pies de Crabbe y Goyle.

— Bien pensado.- comentó Remus satisfecho- James y Sirius solían olvidarse de estos pequeños detalles.

— Mentida.- gritaron los dos ultrajados.

— Claro,- asintió Lily- y la vez que casi matáis a mi lechuza porqué la transfigurasteis en pez y luego no teníais agua donde ponerla fue una excepción ¿Verdad?

— Verdad- contestó James con convicción.

— Igual que la vez que decidisteis que sería divertido jugar a ajedrez gigante- prosiguió Frank- Y convertísteis las 16 piezas en estatuas del tamaño de una persona ¡En nuestro maldito cuarto! Donde casi fallecemos al ser sepultados (y aplastados) por ellas.

— Y la vez…- intentó proseguir Alice.

— Lo hemos entendido.- la cortó rudamente Sirius.

Luego, todavía aturdidos por lo que acababan de hacer, corrieron hasta los aseos de Myrtle la Llorona.  Apenas podían ver nada a través del espeso humo negro que salía del retrete en que Hermione estaba removiendo el caldero. Subiéndose las túnicas para taparse la cara,
Harry y Ron llamaron suavemente a la puerta.
— ¿Hermione?

— No, Merlin.- se burlaron los Prewett.

Se oyó el chirrido del cerrojo y salió Hermione, con la cara sudorosa y una mirada inquieta. Tras ella se oía el gluglu de la poción que hervía, espesa como melaza.

— En principio suena como si la hubiesen hecho ien.- comentó con recelo Luis.

Sobre la taza del retrete había tres vasos de cristal ya preparados. Harry sacó el pelo de Goyle.
—Bien. Y yo he cogido estas túnicas de la lavandería —dijo Hermione, enseñándoles una pequeña bolsa—. Necesitaréis tallas mayores cuando os hayáis convertido en Crabbe y Goyle.

— Sin duda,- comentó Sus- Unos son enquencles y los otros hipopótamos.

Los tres miraron el caldero. Vista de cerca, la poción parecía barro espeso y oscuro que borboteaba lentamente.

— Sí, definitivamente suena bien hecha.- comentó Luis esta vez con una sonrisa.

—Estoy segura de que lo he hecho todo bien —dijo Hermione, releyendo nerviosamente la manchada página de Moste Potente Potions—. Parece que es tal como  dice el libro... En cuanto la hayamos bebido, dispondremos de una hora antes de volver a convertirnos en nosotros mismos.

— Una hora no es mucho tiempo.- comentó Molly preocupada.

— ¿Qué se hace ahora? —murmuró Ron.
— La separamos en los tres vasos y echamos los pelos. Hermione sirvió en cada vaso una cantidad considerable de poción. Luego, con mano temblorosa, trasladó el pelo de Millicent Bulstrode de la botella al primero de los vasos.
La poción emitió un potente silbido, como el de una olla a presión, y empezó a salir muchísima espuma. Al cabo de un segundo, se había vuelto de un amarillo asqueroso.

— Eso es raro.- comentó Luis- Hubiese jurado que seria verde.

— ¿Puedes sabegg de que cologg seggá la poción de alguien?- preguntó Fleur sorprendida.

— Es más un tema de adivinanza, no siempre acierto.- contestó el chico modestamete.

— Vamos a ver,- comentó Bill- ¿Color de la de Crabbe y Goyle?

— Crabbe marrón y Goyle verde.- respondió sin dudar el  chico.

—Aggg..., esencia de Millicent Bulstrode —dijo Ron, mirándolo con aversión—.
Apuesto a que tiene un sabor repugnante.

— La poción multijugos no suele saber bien.- apuntó Ojo-loco.

—Echad los vuestros, venga —les dijo Hermione.
Harry metió el pelo de Goyle en el vaso del medio, y Ron, el pelo de Crabbe en el último. Una y otra poción silbaron y echaron espuma, la de Goyle se volvió del color caqui de los mocos, y la de Crabbe, de un marrón oscuro y turbio.

— Dos de tres.- comentó Bill con orgullo- Nada mal.

—Esperad —dijo Harry, cuando Ron y Hermione cogieron sus vasos—. Será mejor que no los bebamos aquí juntos los tres: al convertirnos en Crabbe y Goyle ya no estaremos delgados. Y Millicent Bulstrode tampoco es una sílfide.

— Y sería otra vez el incidente de las estatuas.- murmuró Frank.

— Realmente me lo traumatizasteis ese día.- comentó Alice acariciando el pelo a su marido.

—Bien pensado —dijo Ron, abriendo la puerta—. Vayamos a retretes separados.
Con mucho cuidado para no derramar una gota de poción multijugos, Harry pasó al  el medio.
— ¿Listos? —preguntó.
— Listos —le contestaron las voces de Ron y Hermione.
—A la una, a las dos, a las tres...
Tapándose la nariz, Harry se bebió la poción en dos grandes tragos. Sabía a col muy cocida.

— Pues has tenido suerte- comentó Kingsley- No todas saben igual y “col muy cocida” puede no ser muy agradable pero no es demasiado asqueroso.

Inmediatamente, se le empezaron a retorcer las tripas como si acabara de tragarse serpientes vivas. Se encogió y temió ponerse malo. Luego, un ardor surgido del estómago se le extendió rápidamente hasta las puntas de los dedos de manos y pies. Jadeando, se puso a cuatro patas y tuvo la horrible sensación de estarse derritiendo al notar que la piel de todo el cuerpo le quemaba como cera caliente, y antes de que los ojos y las manos le empezaran a crecer, los dedos se le hincharon, las uñas se le ensancharon y los nudillos se le abultaron como tuercas. Los hombros se le separaron dolorosamente, y un picor en la frente le indicó que el pelo se le caía sobre las cejas. Se le rasgó la túnica al ensanchársele el pecho como un barril que reventara los cinchos. Los pies le dolían dentro de unos zapatos cuatro números menos de su medida...

— No se si habíamos comentado que no es muy agradable de tomar.- murmuró Remus.

— Pobrecillos.- dijo burlona Tonks quién fue fulminada con la mirada por todos sus compañeros aurores.

Todo concluyó tan repentinamente como había comenzado. Harry se encontró tendido boca abajo, sobre el frío suelo de piedra, oyendo a Myrtle sollozar de tristeza al fondo de los aseos. Con dificultad, se desprendió de los zapatos y se puso de pie. O sea que así se sentía uno siendo Goyle. Con una gran mano temblorosa se desprendió de su antigua túnica, que le quedaba a un palmo de los tobillos, se puso la otra y se abrochó los zapatos de Goyle, que eran como barcas. Se llevó una mano a la frente para retirarse el pelo de los ojos, y se encontró sólo con unos pelos cortos, como cerdas, que le nacían en la misma frente. Entonces comprendió que las gafas le nublaban la vista, porque obviamente Goyle no las necesitaba.

— Y con el grado de miopía que tienes debías empezar a marearte al ver a través de ellas.- comentó James.

Se las quitó y preguntó:
— ¿Estáis bien? —De su boca surgió la voz baja y áspera de Goyle.
—Sí —contestó, proveniente de su derecha, el gruñido de Crabbe.

Los Weasley sonrieron, más tranquilos.

Harry abrió su puerta y se acercó al espejo quebrado.

— Hermione no ha contestado.- notó Luna.

Goyle le devolvió la mirada con ojos apagados y hundidos en las cuencas. Harry se rascó una oreja, tal como hacía Goyle. Se abrió la puerta de Ron. Se miraron. Salvo por estar pálido y asustado, Ron era idéntico a Crabbe en todo, desde el pelo cortado con tazón hasta los largos brazos de gorila.

Goyle suspiró, extrañaaba a su amigo.

—Es increíble —dijo Ron, acercándose al espejo y pinchando con el dedo la nariz chata de Crabbe—. Increíble.
—Mejor que nos vayamos —dijo Harry, aflojándose el reloj que oprimía la gruesa muñeca de Goyle—. Aún tenemos que averiguar dónde se encuentra la sala común de Slytherin.

— Retiro lo dicho.- comentó Remus molesto- ¿Cómo se os ocurre dejar algo tan importante al azar?- les regañó.

Espero que demos con alguien a quien podamos seguir hasta allí.

— Este plan es pésimo.- rugió Sus molesta.

— Aunque con la suerte que tienen podría funcionar.- comentó Sirius,

Ron dijo, contemplando a Harry:
—No sabes lo raro que se me hace ver a Goyle pensando.

Varios rieron pero Goyle les hizo callar dando un puñetazo a la mesa.

Golpeó en la puerta de Hermione.
—Vamos, tenemos que irnos...
Una voz aguda le contestó:
—Me... me temo que no voy a poder ir. Id vosotros sin mí.

— ¿Por qué?- preguntó Molly preocupada, nadie le respondió.

—Hermione, ya sabemos que Millicent Bulstrode es fea, nadie va a saber que eres tú.

— Si quieres mi opinión- dijo Tracey pasando un brazo por los hombros de su amiga- Millicent es más guapa que Hermione así que no veo el porqué de esta estúpida frase.

—No, de verdad... no puedo ir. Daos prisa vosotros, no perdáis tiempo.

— Exacto, solo tenéis una hora.- les animó Louis.

Harry miró a Ron, desconcertado.
—Pareces Goyle —dijo Ron—. Siempre pone esta cara cuando un profesor pregunta.

— Muy gracioso Weasley- comentó Goyle con voz amenazante- ¿Porqué no lo repites cuando yo pueda golpearte?

— Por qué tengo algo llamado instinto de la conservación.- respondió Ron con una mueca.

—Hermione, ¿estás bien? —preguntó Harry a través de la puerta.

— Claro- ironizó Rose- Y por eso quiere quedarse.

—Sí, estoy bien... Marchaos.
Harry miró el reloj. Ya habían transcurrido cinco de sus preciosos sesenta minutos.

— Una docena parte.- puntualizaron instantáneamente Rose, Al, Scorp y Allie.

— Cerebritos.- contestaron Louis, los gemelos Wood y Molls.

—Espera aquí hasta que volvamos, ¿vale? —dijo él.
Harry y Ron abrieron con cuidado la puerta de los lavabos, comprobaron que no había nadie a la vista y salieron.
— No muevas así los brazos —susurró Harry a Ron.
— ¿Eh?
—Crabbe los mantiene rígidos...
— ¿Así?
—Sí, mucho mejor.

— Bien hecho- comentó Alastor- La poción multijugos nunca sirve de nada si uno no mira también los gestos del objetivo y los imita.

Bajaron por la escalera de mármol. Lo que necesitaban en aquel momento era a alguien de Slytherin a quien pudieran seguir hasta la sala común, pero no había nadie por allí.
— ¿Tienes alguna idea? —susurró Harry.

— Las mazmorras- contestaron los merodeadores de inmediato.

— Cuando los de Slytherin bajan a desayunar, creo que vienen de por allí —dijo
Ron, señalando con un gesto de la cabeza la entrada de las mazmorras. Apenas lo había terminado de decir, cuando una chica de pelo largo rizado salió de la entrada.

Percy se sonrojó un poco y Oliver le pegó un codazo.

—Perdona —le dijo Ron, yendo deprisa hacia ella—, se nos ha olvidado por dónde se va a nuestra sala común.

— Si no fuera por qué estas imitando a Crabbe…- comentó Fred negando con la cabeza.

—Me parece que no os entiendo —dijo la chica muy tiesa—. ¿Nuestra sala común? Yo soy de Ravenclaw.

Varios soltaron una carcajada.

Y se alejó, volviendo recelosa la vista hacia ellos. Harry y Ron bajaron corriendo los escalones de piedra y se internaron en la  oscuridad. Sus pasos resonaban muy fuerte cuando los grandes pies de Crabbe y Goyle golpeaban contra el suelo, pero temían que la cosa no resultara tan fácil como se habían imaginado.

— No me digas.- comentó Remus aun exasperado por la falta de planificación.

Los laberínticos corredores estaban desiertos. Fueron bajando más y más pisos, mirando constantemente sus relojes para comprobar el tiempo que les quedaba. Después de un cuarto de hora,

— Dios, un cuarto desaprovechado. –suspiró Remus realmente molesto.

cuando ya estaban empezando a desesperarse, oyeron un ruido delante.
— ¡Eh! —exclamó Ron, emocionado—. ¡Uno de ellos!

— Creo que fue la primera vez que me alegré de ver un Slytherin- comentó Ron sonriendo.

La figura salía de una sala lateral. Sin embargo, después de acercarse a toda prisa, se les cayó el alma a los pies: no se trataba de nadie de Slytherin, era Percy.

— Yo también me alegro de verte, hermanito.- comentó Percy molesto.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Ron, con sorpresa. Percy lo miró ofendido.
—Eso —contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?

— Nop- respondió Ron divertido.

—Eh... sí —respondió Ron.
—Bueno, id a vuestros dormitorios —dijo Percy con severidad—. En estos días no es muy prudente merodear por los corredores.

— Eso intentábamos.- comentó Harry.

—Pues tú lo haces —señaló Ron.

— Exactamente Percy-  gruñó Molly- No deberías ir por allí solo.

— Créame señora Weasley, no estaba solo.- comentó Oliver burló, por suerte la lectura continuó antes de que los gemelso repararan en el sonrojo de su hermano mayor.

—Yo —dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. Nadie va a atacarme.

— Ser prefecto no te da immunidad.- rugió Bill- ¡No seas tan imprudente!

Repentinamente, resonó una voz detrás de Harry y Ron. Draco Malfoy caminaba hacia ellos, y por primera vez en su vida, a Harry le encantó verlo.

— Lo sé,- dijo Draco- mi presencia es encantadora.

—Estáis ahí —dijo él, mirándolos—. ¿Os habéis pasado todo el tiempo en el Gran Comedor, poniéndoos como cerdos? Os estaba buscando, quería enseñaros algo realmente divertido.

— Ay Merlín- suspiró Scorp preparándose.

Malfoy echó una mirada fulminante a Percy.
— ¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo.

— No le hables así a mi hermano- gruñeron todos los Weasley a la vez muy molestos.

Percy se ofendió aún más.
— ¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo—. ¡No me  gusta ese tono!

— A mi tampoco Malfoy.- añadió George.

— Los unicos que podemos meternos con Perce somos George y yo.- continuó Fred.

— Recuérdalo o prepárate para sufrir.- terminaron juntos con idéticas expresiones amenazantes.

Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Harry y a Ron que lo siguieran. A Harry casi se le escapa disculparse ante Percy,

— Descuida, Harry- le sonrió el muchacho.

pero se dio cuenta justo a tiempo. Él y Ron salieron a toda prisa detrás de Malfoy, que les decía, mientras tomaban el siguiente corredor:
—Ese Peter Weasley...
—Percy —le corrigió automáticamente Ron.

— Dudo que Crabbe corrija muy a menuda a Malfoy.- le regañó Hermione.

—Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas.

— No me digas…- comentó Charlie mirando a su hermano con diversión.

Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.

— Pues vas a perder tu dinero, Malfoy- comentó Percy antes de que su madre le regañara por imprudente.

Lanzó una risotada breve y burlona. Harry y Ron se cambiaron miradas de emoción. Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.
— ¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Harry.
—Eh... —dijo éste.
— ¡Ah, ya! «¡Sangre limpia!»

— Nosotros no la elegimos.- gruñó Astoria antes de que alguien pudiese decir algo.

—dijo Malfoy, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y Harry y Ron lo siguieron. La sala común de Slytherin era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa
Slytherin, acomodados en sillas de estilo muy recargado.

Los slytherin sonrieron orgullosos de su sala común.

—Esperad aquí —dijo Malfoy a Harry y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar.

— Esto no puede ser bueno…- murmuró Arthur muy preocupado.

Preguntándose qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Harry y Ron se sentaron, intentando aparentar que se encontraban en su casa. Malfoy volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico.

— Siendo Lucius Malfoy creía que sería un artículo de magia negra.- comentó Tonks soltando un suspiro de alivio.

Se lo puso a Ron debajo de la nariz.  
—Te vas a reír con esto —dijo.
Harry vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Harry.
Era de El Profeta, y decía:

INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA

Arthur Weasley,

— Ugh.- gruñeron todos los Weasley a la vez.

director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.

— ¡Venga ya!- exclamó Molls indignada- Según el párafo quinto de la ley de control de artículos modificados con magia uno no puede ser multado a no ser que haya pruebas de que ha utilizado dicha modificación.

— Entonces Harry y Ron deberían ser los multados.- comentó Louis con lógica.

— No porqué la ley de protección de menores especifica que no pueden ser multados por usar un aparato mágico que no han hechizado ellos mismos.- contestó Molls.

— Realmente sabes de leyes.- comentó su padre con orgullo.

El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.

— Que más quisieras.- gruñó Charlie.

«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los muggles debería ser retirada inmediatamente.»

— Esa ley es importante y está muy bien redactada- exclamó Percy indignado- Aunque puedo comprender que té moleste cuando tratas de torturar muggles, asqueroso mortífago.- Arthur puso una mano en el brazo de su hijo para tratar que se tranquilizara.

El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa amenazó a los periodistas diciéndoles que si no se marchaban, les arrojaría el fantasma de la familia.

— Hazlo- rogaron los gemelos Weasley.

— Por favor, hermanita.- se sumaron los Prewett.

— ¿Y bien? —dijo Malfoy impaciente, cuando Harry le devolvió el recorte—. ¿No os parece divertido?

— Hilariante.- contestaron todos con sarcasmo.

—Ja, ja —rió Harry lúgubremente.
—Arthur Weasley tiene tanto cariño a los muggles que debería romper su varita mágica e irse con ellos —dijo Malfoy

— No será su varita la que se rompera si no cierras la boca, Malfoy.- rugió Ginny.

desdeñosamente—. Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de sangre limpia.

— Tampoco es algo que nos interesa que se diga de nosotros.- contestó Molly.

A Ron (o, más bien, a Crabbe) se le contorsionaba la cara de la rabia.

— Ron, tranquilízate.- le recomendó su padre.

— ¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente.
—Me duele el estómago —gruñó Ron.

— Buena excusa.- alabó Remus a quién se le empezaba a pasar el “enfado” por lo de la sala común.

—Bueno, pues id a la enfermería y dadles a todos esos sangre sucia una patada de  mi parte

Varios amigos de estos se pusieron el pie pero con algunos “No vale la pena” se sentaron sin que hubiese mucho problema.

—dijo Malfoy, riéndose—. ¿Sabéis qué? Me sorprende que El Profeta aún no haya dicho nada de todos esos ataques

— Eso es cierto.- comentó Lily.

—continuó diciendo pensativamente—. Supongo que Dumbledore está tapándolo todo.

— Usted no puede hacer algo así.- rugió Molly enojada con el director.

— La gente tiene derecho a saber lo que pasa con sus hijos para tomar sus propias decisiones- gruñó- Aunque estas vayan en contra de su interés.

— Hubiese desencadenado el pánico.- comentó Dumbledore con tranquilidad.

— Claro- dijo Lily- Y eso le da derecho a esconderselo a la gente para poder guiarla como corderitos estúpidos por su “propio bien”.- el sarcasmo llenó la voz de Lily al final.

— No voy a disculparme por hacer lo correcto para proteger la escuela.- contestó el director sin perder la sonrisa. Snape continuó leyendo antes de que alguien tratara de matar al director.

Si no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio.

— Creeme.- dijo Scorpius con voz siniestra- Ha habido peores mandatos en esta escuela…- nadie se atrevió a preguntarle a que se refería.

Le gustan los que vienen de familia muggle. Un director decente no habría admitido nunca una basura como el Creevey ése.

— Admitió a Crabbe y a Goyle- comentó Demelza- Eso es bastante más cuestionable que admitir a Collin.

— Siempre es bueno saber que la chica que me gusta me pone por encima de Crabbe y Goyle.- susurró Collin en broma al oído de su hermano.

Malfoy empezó a sacar fotos con una cámara imaginaria, imitando a Colin, cruel pero acertadamente.
—Potter, ¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo?

— Sip…- comentó Collin- puede que me pasara de entusiasmo.- los demás se mordieron la lengua por no contestar con un sarcástico “¿Puede?”.

¿Puedo lamerte los zapatos, Potter, por favor?
Bajó las manos y se quedó mirando a Harry y a Ron.
— ¿Qué os pasa a vosotros dos?

— Alguien está molesto porqué no le ríen las gracias…- comentó Blaise para picar a su amigo.

Demasiado tarde, Harry y Ron se rieron a la fuerza; sin embargo, Malfoy pareció satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las gracias.

— Si yo te contara.- murmuró Draco.

San Potter, el amigo de los sangre sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ése es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger.

— ¿Todavía celoso de mis notas, Malfoy?- se burló la chica. Scorp, Rose y Albus estaban mirando la mesa y mordiéndose la lengua para no intervenir mientras Allie les intentaba animar como podía.

¡Y se creen que él es el heredero de Slytherin!
Harry y Ron estaban con el corazón en un puño; quizás a Malfoy le faltaban unos segundos para decirles que el heredero era él.

— ¡Que no soy el maldito heredero!- exclamó indignado.

Pero en aquel momento...
—Me gustaría saber quién es

Varios suspiraron desilusionados mientras Draco les miraba con cara de “Te lo dije”.

—dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.

— ¿Tú?- se burló Seamus.

— Cierra el pico.- rugió Scorp sin poder evitarlo, Seamus obedeció al instante.

A Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún más idiota de lo usual.

— Gran logro, hermanito, gran logro.- comentaron los gemelso con falso orgullo.

Afortunadamente, Malfoy no se dio cuenta, y Harry, pensando rápido, dijo:
—Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.
—Ya sabes que no, Goyle, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy  bruscamente—. Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos.

— O sea que es cierto que se había abierto con anterioridad.- comentó Sus interesada.

Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello,

— Lucius Malfoy no sabe la mitad de lo que dice saber.- contestó Alastor con desprecio.

pero dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si yo supiera demasiado. Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió una sangre sucia.

— Merlín bendito.- murmuró Molly quién empezaba a asustar-se.

Así que supongo que sólo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez... Espero que sea Granger

— ¡Papá!- para sorpresa de todos fue Scorp el primero en sacar la varita.

— Amigo cálmate.- le instó Al tirándolo hacia abajo para que se volviese a sentar pero Scorp no le hizo caso, tenía la mirada clavada en su padre.

— ¡¿Pero tu te das cuenta de lo que estás deseando?!- le preguntó gritando- Yo me llevo mal con mucha gente pero no les deseo la muerte. Discúlpate ahora mismo con Hermione o no respondo.

— Creía que el padre era yo…- murmuró Draco, pero al instante añadió- Lo lamento Granger, no lo decía en serio.

— Descuida Malfoy.- dijo Hermione pero se veía en su rostro que realmente le había dolido.

— Lo siento.- le susurró Scorp bajito a Rose- Lo siento muchísimo.- Allie tenia el brazo alrededor de los hombros de esta.

— No es culpa tuya.- contestó pero tenía la mirada clavada en la mesa y los nudillos blancos de la fuerza que apretaba la varita.

—dijo con deleite.
Ron apretaba los grandes puños de Crabbe.

— Gracias.- susurró Hermione dejando que este la abrazara.

Dándose cuenta de que todo se echaría a perder si pegaba a Malfoy, Harry le dirigió una mirada de aviso y dijo:
— ¿Sabes si cogieron al que abrió la cámara la última vez?

— No lo cogieron- fue la respuesta al unísono de Dumbledore y Hagrid.

—Sí...

Varios alzaron una ceja por la discrepancia.

Quienquiera que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban.

Sirius tembló y Sus lo envolvió en un abrazo protector. James miraba la escena con una ceja alzada, sin entender nada.

— ¿En Azkaban? —preguntó Harry, sin entender.
—Claro, en Azkaban, la prisión mágica, Goyle —dijo Malfoy, mirándole, sin dar crédito a su torpeza—. La verdad es que si fueras más lento irías para atrás.

— En eso tengo que estar de acuerdo.- murmuraron los Prewett.

Se movió nervioso en su silla y dijo:
—Mi padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de
Slytherin haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta sangre sucia, pero que yo no debo mezclarme.

— Que consejos más estupendos.- comentó con sarcasmo Lily.

Naturalmente, él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Sabéis que el Ministerio de Magia registró nuestra casa la semana pasada?

— Bien hecho, Arthur.- felicitó Kingsley.

—Harry intentó que la inexpresiva cara de Goyle expresara algo de preocupación—. Sí... —dijo Malfoy—. Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos objetos de Artes Oscuras muy valiosos.

— No me digas…- comentó Alastor con una sonrisa espeluznante.

Pero afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo del suelo del salón.

— De allí sacásteis la información.- comentó Arthur medio orgulloso medio enojado.

— ¡Ah! —exclamó Ron.
Malfoy lo miró. Harry hizo lo mismo. Ron se puso rojo, incluso el pelo se le volvió  un poco rojo. También se le alargó la nariz. La hora de que disponían llegaba a su fin, de forma que Ron estaba empezando a convertirse en sí mismo, y a juzgar por la mirada de horror que dirigía a Harry, a éste le estaba sucediendo lo mismo.

— ¿Y no te diste cuenta?- preguntó Astoria atónita a Draco.

— Creía que era un efecto de la lus.- contestó abochornado este.

Se pusieron de pie de un salto.
—Necesito algo para el estómago —gruñó Ron, y sin más preámbulos echaron a correr a lo largo de la sala común de Slytherin, lanzándose contra el muro de piedra y metiéndose por el corredor, y deseando desesperadamente que Malfoy no se hubiera dado cuenta de nada.

— Gracias a dios, no notó nada.- dijo Hermione algo más tranquila.

Harry podía notarse los pies sueltos dentro de los grandes zapatos de Goyle, y tuvo que levantarse los bajos de la túnica al hacerse más pequeño. Subieron los escalones y llegaron al oscuro vestíbulo de entrada, en que se oían los sordos golpes que llegaban del armario en que habían encerrado a Crabbe y Goyle. Dejando los zapatos  junto a la puerta del armario, subieron corriendo en calcetines hasta los lavabos de Myrtle la Llorona.

— A salvo.- susurró Lily satisfecha.

—  Travesura realizada.- comentaron a la vez los merodeadores con orgullo.

—Bueno, no ha sido completamente inútil —dijo Ron, cerrando tras ellos la puerta de los aseos—. Ya sé que todavía no hemos averiguado quién ha cometido las agresiones, pero mañana voy a escribir a mi padre para decirle que miren debajo del salón de Malfoy.

— Gran idea.- dijo Bill con orgullo.

Harry se miró la cara en el espejo roto. Volvía a la normalidad. Se puso las gafas ientras Ron llamaba a la puerta del retrete de Hermione.  
—Hermione, sal, tenemos muchas cosas que contarte.
— ¡Marchaos! —chilló Hermione.

— Así que realmente algo salió mal.- suspiró Louis.

Harry y Ron se miraron el uno al otro.
— ¿Qué pasa? —dijo Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad, nosotros ya...

— Si la poción era correcta sí.- puntualizó Snape.

— Pero con ellos ha funcionado bien.- apuntó Luna.

— Cada uno a terminado la poción a su modo.- le aclaró Louis- El pelo era individual.

Pero Myrtle la Llorona salió de repente atravesando la puerta del retrete. Harry  nunca la había visto tan contenta.

— Mala señal.- comentaron todos los que la conocían.

— ¡Aaaaaaaah, ya la veréis! —dijo—. ¡Es horrible!

— Una hora aguantando comentarios de ese típo.- suspiró exasperada la chica.- Casi deseaba que viniese el heredero de Slytherin al haber sido comprobado que podía petrificar fantasmas.

Oyeron descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la túnica.

— ¿Qué pasaba?- preguntó Rose algo menos tensa y con mucha más preocupación.

— ¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de  Millicent o algo así?
Hermione se descubrió la cara y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un  lavabo.

— Muy amable.- dijo Hermione dándole un golpe en las costillas.

— Dejémoslo en que me sorprendió.- se disculpó este.

Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza.

— Cogió un pelo de Morgana.- dijo Tracey intentando esconder la carcajada.

— ¿Morgana?- preguntó Goyle sin pillarlo.

— Mi gato.- aclaró Mollicent.

— ¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!

— No, definitivamente no. –comentó Snape- Pero ha tenido suerte señorita Granger, al ser un pelo de mamífero será más fácil de arreglar.

— ¡Eh, vaya! —exclamó Ron.
—Todos se van a reír de ti —dijo Myrtle, muy contenta.

— Maldita sádica.- rugió Cho molesta.

—No te preocupes, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Te llevaremos a la enfermería. La señora Pomfrey no hace nunca demasiadas preguntas...

— No suelen gustarme las respuestas.- aclaró.

Les costó mucho trabajo convencer a Hermione de que saliera de los aseos. Myrtle  la Llorona los siguió riéndose con ganas.
— ¡Pues ya verás cuando todos se enteren de que tienes cola!

Algunos no pudieron reprimir la carcajada.


El diario secretísimo- leyó Minerva antes de que alguien comentara algo que avergonzara a su alumna.